No fue amado al nacer, ni antes de eso, incluso su joven madre intentó deshacerse de él en más de una ocasión cuando aún estaba en su vientre. Era producto de una aventura de una noche, un error, y en el momento en que vio la luz fue abandonado a su suerte en un remoto bosque envuelto solo con una manta.
Su llanto terminó por atraer a un solitario licántropo de brillantes ojos rojos que al verlo supo que no era igual a los demás, no solo en sus venas corría sangre humana y licántropa si no que además estaba ligado a una vieja leyenda. Una leyenda en la que solo podía haber una de dos cosas: fortuna o desgracia. Cualquiera hubiera optado por dejar morir al niño, ya sea de hambre o por el ataque de algún otro depredador; sin embargo, el licántropo decidió criarlo como a un hijo sin imaginar que años más tarde una extraña y terrible enfermedad terminaría por detener su corazón dejando al pequeño solo una vez más.
La muerte del lobo que lo nombró como a una de las estrellas más brillantes del cielo y al que vio como un padre, no fue en vano pues sus enseñanzas lo ayudaron a sobrevivir en el bosque. Nunca tuvo temor de nada ni nadie, ni siquiera cuando se aventuró más allá de las tierras de su padre y entró a territorio ajeno llevado por la curiosidad de saber un poco de cómo era la vida de los licántropos que vivían en manada.
Qué desconcertante fue para los licántropos que estaban de guardia aquella noche encontrarse con un niño de no más de nueve años vestido solo con unos pantalones cortos y con el cuerpo cubierto de lodo, hojas y ramas secas. No les cabía la menor duda de que ese niño había vivido como un animal salvaje, movido únicamente por sus instintos. No hubo ningún rastro de agresión cuando se le acercaron y pusieron sobre sus hombros una prenda para cubrirlo y llevarlo ante la pareja que dominaba esas tierras.
—¿Cómo te llamas, pequeño? — le había preguntado la hembra Alfa con ternura — ¿Dónde están tus padres?
—Él… ya no despertó — musitó el niño con la mirada fija en el suelo.
—Oh, pobre pequeño — se lamentó la mujer, que se levantó de su asiento para acercarse y regalarle una gentil caricia en la mejilla.
—¿Cuál es tu nombre, niño? — preguntó el macho Alfa.
El niño lo miró con atención, dispuesto a responder, pero una mujer de relucientes ojos rojos salió de algún rincón y se acercó a él con los brazos extendidos y le miró de una manera que lo hizo sentir como si se tratara de un ser divino.
—Sabía que pronto vendrías a nosotros — exclamó con fascinación la profeta.
—¿De qué estás hablando? — cuestionó el macho sin apartar la vista del niño.
—Alfa, este es aquel del que habla la leyenda, aquel que cayó del cielo y es capaz de traer fortuna…
Sin embargo, jamás hubo tal fortuna. Las desgracias cayeron sobre aquel aislado pueblo aferrado a sus creencias religiosas y a las leyendas. La desesperación llevó a los habitantes a encomendarse al dios sol y rogar por su salvación. Se perdieron muchas vidas aquella fatídica noche, los aullidos agonizantes se escuchaban desde todas partes y el niño, ahora un joven, tuvo que huir de las garras de la muerte.
—¡No importa cuánto corras! — gritó la profeta a sus espaldas — ¡Él va a encontrarte y te hará arder una vez más!
Dejó de ser aquel al que todos amaban y respetaban, aquel que tomaría el lugar del Alfa cuando llegara el momento. Ahora todos solo deseaban asesinarlo y ofrecerle sus entrañas al sol. Su padre, el licántropo de ojos rojos que lo crió, tuvo razón al advertirle que jamás debía abandonar la seguridad del bosque pues si llegaba a involucrarse con alguna manada probablemente estaba destinado a qué algo malo le sucediera, y se lamentó por no haberle obedecido. Desde entonces ha estado huyendo de ese destino y de los recuerdos de una vida pasada que amenazaban con regresar.
Otra vez las pesadillas obligaron a Rigel a despertar de golpe, sudoroso y con la respiración agitada. Miró a su alrededor confundido y se dio cuenta de que estaba en el garage donde su amada Nova dormía.
Le había tomado por sorpresa percibir el dulce aroma a frambuesas de la pequeña omega mientras estaba en el mercado teniendo una incómoda conversación con una joven. Y aunque seguía molesto y dolido por haber sido rechazado, tuvo la esperanza de que Nova, al igual que él, deseaba arreglar las cosas y entonces aceptarlo como compañero, pero le desconcertó verla detenerse a mitad del camino y luego regresar por donde vino. No quiso molestarla el resto del día, quiso darle su espacio, y decidió ir a buscarla a la mañana siguiente sin imaginar que el mundo se le vendría abajo cuando la vio intercambiar un par de palabras con el hombre para el que trabajaba y luego seguirlo al interior de la parte trasera de un auto azul que se puso en marcha una vez que la puerta se cerró.
Persiguió el auto hasta la ciudad de Munich donde desgraciadamente la infinidad de aromas y sonidos lo desorientaron y lo hicieron perder el rastro de la loba a la que estaba destinado a enlazarse. Abrumado, volvió a Hoffmann y se encerró en ese garage con la esperanza de que el aroma que ella había dejado ahí aliviará un poco el dolor y esos celos enfermizos que el llamado del lazo le provocaba. Y entonces lo que más temía vino a él como una cubetada de agua helada, eran esos malditos recuerdos pertenecientes a otros tiempos en los que fue alguien más.
Se retorció en la cama lleno de rabia, otra vez esos celos, pero ahora entendía mejor su sentir, todo se trataba de su inmenso amor por Nova, su amada omega de triste mirar, era ella a quien amó con locura en el pasado y le enfermaba saber que cerca de ella también se encontraba aquel hombre que se la arrebató. Sin embargo, en esta ocasión iba a pelear por ella, por su amor, pues no estaba dispuesto a perderla de nuevo.
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Omega
WerewolfCuando Nova descubrió que era incapaz de cambiar de forma como los otros licántropos, inmediatamente fue rechazada por su familia y se le asignó el rango más bajo de la manada, ser una Omega, convirtiéndose en la sirviente de un solitario hombre que...