Capítulo 12

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El licántropo Alfa era un hombre alto, poseedor de una gran fuerza y en su rostro llevaba las marcas de batallas pasadas que le daban un aspecto aterrador y, al igual que su amada esposa, era respetado y temido por todos en el pueblo. Incluso sus tres hijos mayores le temían y más ahora que lo hicieron enfurecer a causa de una pelea que tuvieron durante el festival.

—Les he pedido hasta el cansancio que dejen de meterse en problemas — decía el Alfa — Su comportamiento no es algo que a su madre y a mí nos haga sentir orgullosos. ¿Creen que por meterse con otros Beta conseguirán mayor respeto?

—Pero no peleamos con ninguno de ellos, Alfa — aclaró el menor — Fue con el extranjero.

—¿Qué? — gruñó bajo y frunció un poco el entrecejo — Robert, ¿me estás diciendo que fue un solo hombre contra ustedes tres?

—Temo decir que así fue — bajó la mirada con vergüenza.

—¿Mis propios hijos de alto rango no pudieron contra un solo lobo? — bufó molesto — No sé por qué no me sorprende. Bien saben la capacidad de ese chico y aún así decidieron pelear con él. ¿Y qué querían demostrar? ¿Su ineptitud?

—Alfa…

—Cállate, Kellen — cortó con cierta rabia lo que fuera decir su segundo hijo — No quiero escuchar ninguna de tus estúpidas excusas — gruñó otro poco y les dio la espalda — Creo que les di un rango que en realidad no merecen.

—¡Pero, Alfa, todo esto es culpa de la Omega! — espetó furioso el hijo mayor.

De nuevo el Alfa gruñó y esta vez dirigió toda su ira hacia el lobo que había hablado.

—¡A ella no la metas en esto!

—¡¿Qué?! — gruñó molesto — ¡¿Vas a defenderla?! ¡Es una licántropo sin lobo! ¡Una Omega inútil cuya existencia es una vergüenza! — señaló la ventana sin dejar de mirarlo — ¡Todos en el pueblo hablan de ella y coinciden en que no pertenece aquí! ¡Nadie la quiere aquí, padre! ¡¿Hasta cuándo tú y mamá la van a seguir protegiendo?!

—¡Ella tiene tanto derecho de estar en la manada cómo tú y tus hermanos! ¡¿Qué mierda fue lo que hiciste?!

—¡Solo le daba un poco de lo que merecía hasta que ese forastero intervino!

—¡Ya basta, Patrick! — irrumpió de pronto la pareja del Alfa, levantándose de su asiento — ¡Te pedí que no te metieras con ella! ¡Se lo pedí a los tres!

—¡Pero, madre!

—¡Fuera de aquí! — rugió el padre con ira inyectada en los ojos — ¡Los quiero fuera de aquí a los tres y más vale que se comporten o los removeré de su rango!

Patrick apretó los colmillos con rabia, sentía cómo la ira lo carcomía por dentro, pero, al igual que sus hermanos, no fue capaz de decir nada, quedando paralizado ante los Alfas por lo que solo le quedó bajar la cabeza y salir de la sala seguido de sus hermanos.

En cuanto la puerta se cerró, la Alfa Anna dejó que las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos oscuros corrieran por sus mejillas.

—No llores — pidió el Alfa al verla.

—Oh, Memphis… — murmuró entre suspiros — Cada vez es más difícil… porque… a pesar de todo… sigue siendo mi hija.

—También es mi hija y créeme que me hubiera gustado que todo fuera diferente.

—En el pueblo dicen que ella es una maldición — sollozó un poco más — Mi niñita una maldición, ¿puedes creerlo?

—Sabes que no es así — la sostuvo del rostro — Hubiera dado lo que fuera para que ella estuviera con nosotros, pero sabes que así no funcionan las cosas — sonaba afligido — Sabes que de haberla dejado en esta casa nos hubiera hecho ver débiles ante toda la manada y hubiéramos sido destituidos de nuestro rango. Tomamos la mejor decisión por su bien, de haberla echado del pueblo solo la hubiéramos condenado a muerte.

—Pobre de mi pequeña… — se le quebró la voz — Todos la odian y la echarán de aquí en cuanto tengan la oportunidad o peor… la matarán.

—Mientras nosotros continuemos al mando, eso no pasará. No pueden hacerle daño.

—¿Pero qué pasará cuando llegue el día en que tengamos que dejar el rango? — se mostró preocupada y con temor — Quedará desprotegida… le harán cosas horribles.

—Antes de que eso pase me encargaré de que los Betas con mayor probabilidad de ascender a Alfa prometan protegerla.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de que cumplirán su palabra?

—Los haré jurar en nombre de la Diosa, bastará con que toquen uno solo de sus cabellos para que las desgracias caigan sobre la manada Hoffmann.

—¿Por qué la Luna nos hizo esto, Memphis? — continuó sollozando — ¿Por qué mi niña es diferente? ¿Qué fue lo que hicimos mal?

—No hicimos nada mal, Anna — susurró — No te preocupes, voy a asegurarme de que nuestra pequeña niña esté a salvo. Te lo prometo — besó su frente y luego acarició su abultado vientre con cariño — Recuerda que debemos ser fuertes.

—Lo sé… — bajó la vista y posó las manos sobre las de su esposo — Solo espero que esta vez salga bien.

—No hay que perder las esperanzas.


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