El joven Omega que había sido asignado a atender a la compañera del licántropo Alfa, hizo un mohín al percatarse que la comida que le había dejado media hora antes se mantenía intacta. Ni siquiera había señales de que la loba se hubiera movido de su sitio bajo el montón de almohadas y cobijas de su nido. Al muchacho le causaba tristeza ver a la mujer que era amable con él en ese estado tan deprimente, como deseaba poder hacer algo para ayudarla, pero ¿qué podía hacer un chiquillo de quince años como él incapaz de comprender su dolor? Absolutamente nada, su único deber era atenderla y mantener limpia la habitación. Levantó la charola de la comida y salió, cerrando la puerta detrás de sí y encontrándose con el macho Alfa.
—De nuevo no quiso comer — murmuró el muchacho, al tiempo que bajaba la mirada.
—Tranquilo — respondió el Alfa, apretando amistosamente su hombro — Ve a terminar tus tareas.
El chico asintió con la cabeza y pasó a retirarse. Memphis entró en la habitación luego de unos segundos y vio parte del cabello negro de Anna asomarse de entre las cobijas. Cerró la puerta y con cautela fue a sentarse a su lado.
—¿Cariño? — llamó en tono gentil — ¿Cómo te sientes?
La mujer gruñó y luego dejó ver su delgado rostro, de nuevo había llorado. El Alfa pudo percibir que la punzada en la marca de su lazo se había vuelto más aguda.
—A mí también me duele, Anna — dijo con pesar — pero me duele más no tenerte a mi lado.
Su esposa se incorporó, pero no lo miraba, se mantenía cabizbaja, con su cabello negro cubriendo su rostro. También ella lo extrañaba.
—¿Qué dijo el médico esta vez? — preguntó a media voz.
—Que pudo haber sido por tu edad, aunque no descarta la posibilidad de que podamos volverlo a intentar en unos meses.
—No — dijo tajante, negando un poco con la cabeza — Ya basta de intentarlo. Mi corazón no podrá soportar otra pérdida — ahogó un sollozo y se cubrió el rostro con las manos — Oh, Memphis… perdóname por no poder darte más hijos. Entenderé si decides tomar a otra compañera, estás en tu derecho.
El Alfa se puso de pie totalmente ofendido.
—¡Eso jamás! — rugió — Anna, cuando me enlacé a ti fue toda la vida y jamás me atrevería a reemplazarte con alguien más solo porque los últimos cachorros que hemos tenido han muerto.
La Alfa alzó la cara y le miró con ternura. Memphis relajó el cuerpo y volvió a sentarse junto a ella para estrecharla entre sus brazos.
—Me diste tres chicos fuertes y una niñita muy especial — le dijo al oído — Eso es suficiente para mí, no necesito más hijos, solo te quiero a ti.
Anna no respondió y se quedó abrazada a su esposo por varios minutos hasta que alguien llamó a la puerta. Memphis gruñó malhumorado por la interrupción y el joven sirviente de hace unos instantes apareció en el umbral, y sin decir palabra dejó encima de una mesita un sobre de color rojo.
—¿Qué es? — preguntó Anna con interés.
Memphis no demoró en ir por el sobre y darle un vistazo al papel que venía en su interior.
—Es una invitación — anunció — El Alfa de la manada Friedrich por fin ha elegido una compañera, y estamos cordialmente invitados a la gran fiesta que se hará en honor de su nueva unión.
—Los Alfas de las manadas Weber y Becker también irán — aseguró Anna de mala gana.
—Será en una semana.
—No estoy de humor para fiestas, Memphis.
—Lo sé, yo tampoco estoy para este tipo de cosas — volvió a meter la invitación en el sobre.
—Pero debemos mantener una buena relación con ellos.
El Alfa gruñó pensativo, su esposa estaba en lo cierto, mantener una buena relación con las otras manadas de Alemania era beneficioso para todos ya que, diferente a lo que pasaba en la antigüedad, cualquier desacuerdo era resuelto de manera civilizada, sin derramamiento de sangre, además se protegían entre sí de posibles ataques de manadas extranjeras. Sin embargo, no quería que Anna se viera forzada a cruzar el país solo para asistir a una extravagante fiesta, y mucho menos en el estado de ánimo en el que se encontraba. Anna no tendría completo control de sus instintos lo que podría llevarla a desatar una masacre.
—Puedo mandar a uno de los Betas en nuestro lugar — concluyó, y Anna lo miró con duda.
—¿Y bajo qué excusa harás eso?
—Ninguna en realidad, simplemente diremos que por cuestiones personales no nos será posible asistir, pero para mantener la alianza hemos enviado a uno de nuestros Beta de mayor confianza.
—Me parece sensato, solo te pido que por favor no envíes a Patrick.
—No me recuerdes a Patrick en este momento — gruñó — Quién sabe en qué lío se metió ahora, pero estoy seguro de que no es nada bueno.
—¿Dónde está?
—No tengo idea. Salió del pueblo hace unos días acompañado de sus hermanos y no han regresado.
La loba emitió un gruñido suave y volvió a recostarse, girándose hacia un lado dándole la espalda a su esposo, dando por terminada la conversación. Estaba molesta con sus tres hijos mayores porque ninguno se preocupó por ella, prácticamente la abandonaron en su dolor, y Memphis lo sabía.
Nuevamente llamaron a la puerta y el jovencito volvió a aparecer, pero esta vez fue directo hasta Memphis y le habló al oído.
—Disculpe, Alfa, pero el profeta desea verlo.
Inmediatamente Memphis se levantó, miró de reojo a Anna, que al parecer se había vuelto a dormir, y salió de la habitación seguido del Omega.
Al entrar en el estudio, encontró al profeta del pueblo con la mirada fija en un cuadro en la pared que plasmaba la imagen de una antigua leyenda licántropa.
—¿Recuerdas cuando tu hija nació? — preguntó el profeta, sin molestarse a mirarlo — Había luna roja y sus ojitos tenían un hermoso brillo azul.
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Omega
WerewolfCuando Nova descubrió que era incapaz de cambiar de forma como los otros licántropos, inmediatamente fue rechazada por su familia y se le asignó el rango más bajo de la manada, ser una Omega, convirtiéndose en la sirviente de un solitario hombre que...