Capítulo 48

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¿En qué diablos estaba pensando Memphis al nombrar a Patrick como sucesor? Esa era la pregunta que rondaba en la cabeza de todos. Patrick era fuerte, listo y astuto, y se había ganado un lugar en esa mesa con mucho esmero, pero aún así no era el más apto para ocupar el puesto de lobo alfa, era impulsivo y muchas veces mostraba su falta de madurez a pesar de su edad por lo que resultaba difícil creer lo que recién les había dicho.

—¿Estás hablando en serio? — preguntó incrédula Viveka Braun, la ex pareja de Demian, rompiendo el incómodo silencio que se había formado.

—Por supuesto que estoy hablando en serio — respondió tajante, casi molesto.

—¿Cómo podemos estar seguros de que no nos estás mintiendo? — se aventuró a cuestionar Demian, mirándolo de una forma que Patrick podría jurar que lo estaba retando — ¿Tienes alguna prueba de lo que dices?

Patrick frunció un poco el ceño y gruñó muy bajo, irritado, pero mantuvo la compostura y rápidamente metió la mano en el bolsillo interno de su abrigo y sacó un papel que dejó firme sobre la mesa.

—¿Esto es suficiente prueba para ti, Richter? — dijo burlón y mirándolo fijo a los ojos — Mi padre llevaba esto cuando murió, aquí dice claramente que si algo llegaba a pasarle yo tomaría su lugar.

Anna no demoró en tomar el documento y leerlo, no hubo tiempo de que el consejo pudiera darle un vistazo. Patrick decía la verdad, Hoffmann ahora estaba bajo sus órdenes y no había nada que ella pudiera hacer.

—Es cierto — musitó sin salir de su sorpresa.

Esto conmocionó más al consejo que no sabía qué decir mientras Anna se debatía entre el amor a su hijo o en el de seguir siendo líder; el amor ganó, y no importaba cuan inmaduro y egoísta fuera Patrick, no podía retarlo, por lo que dirigió la mirada a los miembros del consejo con la esperanza de que alguno se decidiera a pelear, pero su hijo habló primero.

—Ya lo escucharon — dijo — ahora yo soy el lobo alfa de la manada Hoffmann y desde ahora declaro que este consejo queda disuelto.

«¡¿Qué?!» pensó Anna. Con el consejo fuera del camino nada ni nadie podría detener a Patrick; estaba sola.

—¿Acaso te has vuelto loco? — saltó a decir la más joven del consejo — Antes de elegir a un nuevo consejo se debe seguir un proceso. No puedes simplemente echarnos.

—¡Silencio, perra! — gritó.

—¡No le hables así! — dijo un hombre cuyo rostro estaba casi invadido por el vitíligo — Además, ella tiene razón.

—Existen leyes, Patrick — recalcó un hombre de ojos azules — No puedes hacer lo que te venga en gana.

En ese momento Patrick gruñó mostrando los colmillos mientras sus ojos empezaban a brillar en amarillo.

—¡Yo soy el alfa y haré lo que me plazca! — rugió.

—¡Esto que haces está mal! — dijo el mayor.

—¡Cállate! — estaba llegando a su límite — ¡Este consejo ya no existe! ¡Ahora lárguense o haré que los cuelguen a todos!

Nadie volvió a abrir la boca, y completamente desconcertados abandonaron la sala a excepción de Anna Klein, que no podía apartar la mirada del documento sobre la mesa, aún negándose a creer lo que acababa de presenciar.

—¿Estás orgullosa de mí, madre? — preguntó el nuevo alfa, ya más tranquilo.

No hubo respuesta.

—Sé que quizá no querías esto — se acercó un poco a ella — Fui tu primer hijo, el más fuerte, el más listo, el ejemplo a seguir para Kellen y Robert. Tú y padre parecían orgullosos de tenerme, pero ¿qué pasó después? Trajeron al mundo a una omega inútil y toda su atención se enfocó en ella.

Está vez Anna levantó la mirada.

—Eso no es cierto — dijo, parecía cansada — A todos los hemos amado de la misma manera, es solo que ella… es diferente.

—No quieras hacerme ver como un tonto.

—Patrick, basta. ¿Por qué te molesta tanto? Es tu hermana y tu deber es cuidarla.

—No — respondió firme, un poco molesto — Esa omega no significa nada para mí.

—¿Lo dices en serio? — lo miró a los ojos buscando una respuesta — Ella no te ha hecho nada, ha pasado casi toda su vida apartada de nosotros, así que no entiendo por qué le odias tanto.

Patrick apartó la mirada.

—Es una incompleta — respondió en un susurro.

—¿Y eso qué? Soy tu madre y sé que su condición jamás ha tenido nada que ver con lo que sientes.

Silencio.

—Hijo, por favor — su tono era tranquilo, pero mantenía ese carácter de alfa que hacía temblar a cualquiera — dime de una vez qué es lo que tanto te molesta.

Patrick gruñó, jamás le gustó que su madre usará ese tono con él, y como siempre pasaba terminó por abrir la boca, aunque está vez de forma iracunda.

—¡Porque tú y padre me hicieron a un lado en el momento en que ella nació! — gruñó — ¡Y por si no lo sabías, padre deseaba que ella ocupara su lugar algún día! ¡Ya tenía todo preparado!

Inmediatamente el semblante de Anna cambió, dejando claro que no tenía idea de lo que su esposo tenía planeado para Nova.

—¡¿Y sabes por qué?! — sus ojos brillaron — ¡Porque esa tonta resulta ser que es la encarnación de la diosa luna!

Esta vez la beta bajo la mirada, enfureciendo más al alfa.

—Eso sí lo sabías, ¿verdad?

—Sí — susurró.

Patrick gruñó y golpeó la mesa furioso.

—Me enteré hace poco — dijo Anna, como si con eso fuera a tranquilizarlo — Yo no lo supe hasta que una vez descubrí a tu padre y a tu tío hablando de ello.

—Pues al igual que tú, yo me enteré cuando pasaba cerca — luchó por no gritar de nuevo — solo que yo lo he sabido siempre.

Anna no respondió.

—Entiendo que tú la quisieras más porque a fin de cuentas era la primera hembra de la familia, la más pequeña, pero padre… — está vez pareció triste — Él siempre dijo que yo sería el alfa, yo era su favorito, pero… en cuanto mi tío reveló sus visiones, se empeñó en que ella estuviera segura siendo una omega hasta el gran día.

—¿El gran día? — preguntó confusa.

—Así lo llamó mi tío y realmente no sé a qué se refiera pero sé que tiene que ver con el hecho de que yo seré desplazado una vez más por ella.

La beta pensó un momento antes de volver a hablar, esta vez teniendo todo más claro

—¿Es por eso que todos estos años has sido cruel con ella?

—Sí.

—¿Tus hermanos saben de esto?

—No.

No quiso seguir hablando más del tema, por alguna razón, más allá de la rabia que lo ha carcomido por años, le dolía toda esta situación. Pasó a un lado de su madre con la mirada clavada en el piso y antes de que pudiera cruzar el umbral su madre habló.

—Patrick, sea lo que sea que tengas en mente no puedes hacerle daño. Hiciste un juramento, ¿lo olvidas?

—Al diablo con eso.

La puerta se cerró.







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