Capítulo 24

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Viveka Braun, una hermosa Beta de rizados cabellos rojizos, se tomó un momento para recorrer lentamente el estudio de la casa Richter antes de sentarse sobre un pequeño sofá y sacar de su bolso una polvera para rectificar el rojo de sus labios, el cual se mantenía perfecto.

—Hace tanto que no venía aquí — mencionó, volviendo a meter la polvera en su bolso — ¿Cuándo fue la última vez?

—No estoy seguro — respondió Demian, acercándole una copa de vino que ella aceptó sin dudar — Creo que cuando teníamos veintiuno.

—Después de eso solo vine para el funeral de tu padre, ¿cierto?

—Eso fue hace mucho — dijo sin mucho ánimo y fue a sentarse sobre el escritorio.

—Bastantes años — murmuró, mirando el líquido rojo dentro de su copa y luego soltó una pequeña risa — ¿Recuerdas cuando tiramos uno de los libreros por estar corriendo por toda la casa? Tu padre nos gritó, luego llamó a los míos y terminé castigada una semana.

—Eramos unos tontos inmaduros — rio también, aunque forzado.

Se formó un silencio abismal entre ellos, hermosos y dolorosos recuerdos pasaron por la mente de ambos, y solo el ruido de los lobos que se divertían en el comedor principal los acompañaba.

—Oye… — empezó Demian en voz baja — lo de la otra noche… no era necesario que intervinieras.

—Sabes que no tenían por qué hacerte esos comentarios, así que lo mejor que pude hacer fue callarles la boca. Además me agradeciste por eso.

—Sí, pero no debiste. Yo pude hacer que se callaran.

Braun frunció un poco el ceño y bufó algo molesta.

—Sigues siendo tan orgulloso y altanero.

Terminó por vaciar su copa y la dejó sobre la mesa de vidrio templado que estaba frente a ella. No tenía caso discutir por banalidades. Prestó atención al ruido que venía del comedor y por un momento se sintió extraña.

—Es la primera vez que vengo a una de tus fiestas — dijo al fin — Eres famoso por ellas. ¿Sabías eso? — Demian levantó los hombros con desinterés — ¿Por qué las haces, Demi? Siempre las has odiado.

—No tengo ni puta idea — terminó su bebida de un trago y suspiró con pesar — Creo que es para que el silencio de esta casa no termine por hacerme enloquecer.

—¿Acaso no hay alguien por ahí que sea especial para ti? — se mostró curiosa — ¿Alguien que te haga compañía?

—No — respondió tajante — No es algo que entenderías.

—¿Eso crees?

No hubo respuesta, dejando que otro silencio se apoderará del estudio y de no ser por el sonido de la fiesta seguramente serían capaces de escuchar su propia respiración. Demian levantó la mirada y la centró sobre la bella pelirroja, preguntándose si aún conservaba sus cartas y sus obsequios. Ella había sido su primer amor y la única que lo había amado de verdad, mucho antes de convertirse en el importante Beta Demian Richter, cada momento a su lado había sido como un sueño hermoso, pero luego vinieron los pleitos y los malos entendidos y después cada uno tomó un camino diferente.

—Todos pensaban que terminaríamos enlazados — musitó la loba.

Demian no respondió, solo se levantó del escritorio y se dirigió al sofá delante de ella, pero no sé sentó, solo se quedó de pie, cabizbajo, con una mano dentro del bolsillo del pantalón y la otra jugueteando nerviosamente con el cuello de su camisa, sentía que se asfixiaba.

—Florecita… — llamó en un tono muy bajo.

—¿Si? — lo miró con pena.

—Nada — respondió luego de una pausa.

La loba de cabellos rojizos suspiró profundo, se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia la puerta, dispuesta a marcharse, pero se detuvo justo cuando él volvía a hablarle.

—¿Me odias, florecita?

—No — respondió vagamente — Tuvimos nuestros buenos momentos y agradezco eso. En cuanto a lo que pasó después…

—¿Qué?

—Ya es pasado, Demi — murmuró — Éramos demasiado jóvenes.

De nuevo el silencio, y luego la puerta se abrió ligeramente y antes de que Viveka decidiera salir volvió a dirigirle la palabra aunque sin atreverse a mirarlo.

—Estoy saliendo con alguien, seguramente lo conoces, es el Beta que dirigió la cacería de aquel extraño chico.

Demian se miró la palma de la mano donde tenía la cicatriz de aquel corte que se hizo al romper un vaso y luego soltó un suspiro.

—Te deseo suerte.

—Hasta luego, señor Richter.

Viveka todavía se quedó inmóvil en el umbral, como si esperara algo más de parte del licántropo, pero nada pasó y entonces salió cerrando la puerta con lentitud. Demian terminó por desplomarse sobre el sofá, cubriéndose el rostro con ambas manos y lamentándose por sus errores del pasado.

—¿Señor, se encuentra bien?

El Beta emitió un gruñido suave, molesto por haberse dejado ver en un estado tan patético, y hubiera matado a quien sea que se haya atrevido a molestarlo de no ser porque la persona que estaba de pie en el umbral era la Omega de mechón blanco en el pelo, que en sus manos llevaba un plato de su postre preferido.

—Oh, eres tú, mi pequeña luna — sonrió débilmente.

Nova, aunque parecía distraída, apretó un poco los labios y le lanzó una extraña y preocupada mirada mientras él se pasaba una mano por el rostro y el cabello.

—Le hice demasiado daño — susurró el lobo, ahora con la mirada perdida en alguna parte — Fuí egoísta y un cobarde. La abandoné cuando más me necesitaba y, aunque lo niegue, sé que me odia.

Claramente la lobita no entendía por qué él le estaba contando esto y terminó perpleja cuando repentinamente Demian apartó el plato de sus manos de un golpe y se aferraba fuerte a ella para soltar en un suave llanto. Se le estrujó el corazón de solo escucharlo, jamás lo había visto así, que no pudo evitar abrazarlo de vuelta para reconfortarlo.


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