Capítulo 44

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Se veía tan linda con la luz del atardecer, de rodillas atendiendo con tanto esmero y cariño las flores que le permitió plantar hace unos días solo para complacerla. Deseaba verla feliz y haría lo que fuera por ella; sin embargo aún no era capaz de comprender cómo es que una omega tan débil y carente de una forma lobuna haya despertado en él esa clase de sentimientos y el fuerte deseo de enlazarse. Creyó que podría ir en contra del llamado y salir huyendo como la última vez a pesar del terrible dolor que esto podría causarle, pero terminó sucumbiendo a sus instintos y mordió ese delicado cuello blanco, mezclando su saliva con la dulce sangre de la encantadora joven.

Parecía una broma de mal gusto que un beta tan importante y fuerte como él haya tomado como compañera a la omega a la que todos repudiaban. ¿Qué diría la manada? Eso era lo que menos le preocupaba, pero ¿y el Alfa? él le confió a su pequeña hija y le hizo jurar que la protegería, ahora estaba enlazado a ella y al hacerlo muy posiblemente también había firmado su sentencia de muerte. El Alfa era capaz de todo, incluso si su hija debía pasar por el peor de los sufrimientos con tal de liberarla del lazo.

Demian soltó un suspiro mientras pasaba una mano por su cabellera negra, sin darse cuenta que Nova lo miraba desde el patio, aún de rodillas junto a sus amadas flores. La omega podía sentir la preocupación del beta, podía sentir sus emociones e incluso, si se concentraba lo suficiente, podía escuchar sus pensamientos, así era el poder del lazo; él en cambio no podía sentirla, nunca podría, pues ella carecía de la capacidad de enlazarse.

Era evidente que temía perderlo a manos del Alfa, pero ¿qué podía hacer una joven hembra insignificante como ella? Tratar de hablar con el líder de la manada sería inútil, él jamás escucharía a un omega, mucho menos a su propia hija.

«Ven aquí, mi pequeña.»

Era la voz de su señor retumbando en su cabeza, la estaba llamando, por lo que no perdió tiempo para ir a su encuentro. Lo encontró tal y como lo había visto, de pie junto a la ventana. La habitación estaba a oscuras y los intensos ojos dorados del beta la miraban con atención. No había necesidad de palabras para que Nova cerrará la puerta a sus espaldas y fuera hasta Demian, quien le regaló una suave caricia en la mejilla y un casto beso en la frente.

—Tal vez no pueda sentirte, mi preciosa luna — dijo Demian al oído de la joven — pero veo la preocupación en tus ojos.

—Temo por usted — dijo en voz baja — No quisiera que le pase nada malo. Dicen que se siente un dolor indescriptible al romperse el lazo.

—No te angusties por mí — sonrió un poco para mostrar seguridad — Conseguiré convencer al Alfa de aceptar este lazo, solo así no tendremos que escondernos.

Nova no respondió, ¿qué podía decir? Desde que los licántropos existen en la tierra, los lazos con y entre los omega estaban prohibidos por ser criaturas inferiores. Todos lo sabían. Por lo que si uno de estos lazos ocurre se debía informar al lobo alfa y es él quien decide si la pareja vive o mata al macho, dejando a la hembra agonizando de dolor como castigo.

—Hablaré con el Alfa esta noche — informó el beta — Sé que debí hacerlo en el momento que volvimos, pero necesitaba considerar todos los riesgos.

—No lo haga — suplicó Nova con temor — Me asusta pensar que el Alfa le haga daño.

El terror de perder a Demian podía reflejarse en su mirar, lo amaba demasiado, pero también amaba a Rigel, y sabía que si su enlace salía a la luz rompería el corazón del pobre chico de ojos bicolor. Prefería guardar el secreto un poco más, aún sabiendo que su unión automáticamente le daría el mismo rango de su señor, dejaría de ser una omega, y sobre todo se ganaría el respeto de toda la manada, dejando las burlas y los maltratos atrás.

— No temas, mi pequeña luna, todo saldrá bien.

Demian besó a Nova con cierta pasión en los labios, haciéndola estremecer de deseo. No la había besado de ese modo desde que volvieron de esa fiesta en Friedrich. Podía sentir la excitación de Demian quemando todo su cuerpo, pero se estaba conteniendo de hacerla suya una vez más, pero en cuanto el Alfa aceptara su unión no se contendría y eso, a la pequeña Nova, la hacía arder.

Y mientras ellos se fundían en un beso desesperado, el profeta de Hoffmann, Ulfric Klein, estaba en alguna parte del bosque sumergido en extrañas visiones.

Los ojos rojos de Ulfric estaban fijos en algún punto de entre los árboles, los animales nocturnos comenzaban a hacer acto de presencia y muy a la distancia podía escucharse un auto recorriendo la carretera. Las visiones vinieron a él mientras hacía uno de sus paseos habituales, dejándolo de pie en medio de todo.

Primero vio al joven extranjero de aspecto salvaje en una forma lobuna bastante distorsionada, casi grotesca, huyendo de alguna parte con sus garras bañadas de sangre. Luego vio a la Alfa sumergida en llanto en medio de un caos donde el fuego lo consumía todo.

—¿Qué es esto? — musitó para sí — ¿Qué quieres mostrarme?

Unos temibles ojos que destellaban cual rayos de sol se hicieron presentes entre todo ese caos, y luego estaba Nova acompañada de sus hermanos mayores. La visión no tenía ningún orden, las imágenes iban y venían, confundiendo más al profeta. Y de nuevo esa visión donde había un trono en medio de un gran salón, rodeado de cientos de velas encendidas.

—Vamos Ulfric — se dijo — concéntrate.

Una figura se materializó ante aquel trono y tomaba asiento; era un rey, uno que no había visto dentro de esa visión. Le pareció escuchar voces que lanzaban alabanzas y luego la puerta del gran salón se abría de par en par, dejando entrar una ventisca que de golpe apagó todas las velas y el rey desapareció en ese instante, no sin antes revelar su rostro. Y entonces por fin entendió todo.

—Dioses, no — tartamudeo, mirando a su alrededor horrorizado — Memphis… no… Él no…

Se sintió agotado y se apoyó en un árbol para no perder el equilibrio. Le temblaba todo el cuerpo, pero eso no le impidió echar a correr en dirección a la casa alfa para advertir a su hermano del peligro.

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