Capítulo 22

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Dentro de la manada Hoffmann solo treinta licántropos poseían el privilegiado rango de Beta, sin embargo solo ocho de ellos eran considerados los mejores candidatos para convertirse en Alfa en un futuro por su fuerza y astucia, siendo así los únicos con el derecho de poder sentarse junto a la pareja Alfa, Memphis y Anna Klein, una vez al mes para informar todo lo que sucedía dentro de la manada. Sin embargo en esta ocasión una inesperada invitación los hizo reunirse antes de lo esperado.

Demian Richter terminó sentado en medio de dos lobos algo mayores que él y, como ya era habitual, se mantenía silencioso y sin prestar demasiada atención a la conversación de los demás.

—Hey, Richter — llamó un licántropo ojiazul, sentado al otro lado de la mesa — Supimos que echaste a una de tus Omegas, ¿por qué? ¿Ya no quiso chupartela?

Los lobos junto a Demian se echaron a reír e inmediatamente una mujer pelirroja, sentada exactamente frente a él, intervino.

—No digan tonterías. Si la echó fue por algo tan malo como para enviarla de regreso al albergue.

En ese momento las risas callaron y los lobos se miraron entre ellos desconcertados pues era bien sabido que la Intermedio encargada del albergue era una anciana malhumorada con muy malos modales y que gustaba maltratar a los pobres Omegas que eran devueltos.

—Que odiosa mujer — musitó alguien.

Richter miró a la pelirroja y alzó su copa hacia ella a modo de agradecimiento y en respuesta la loba solo ladeó una pequeña sonrisa y continuó su conversación con la joven loba que tenía a su lado. Todos se levantaron de sus asientos en cuanto la pareja Alfa ingresó en la sala, las Beta no demoraron en hacerle ver a Anna Klein lo hermosa que se veía con su embarazo de siete meses; dulces palabras que la Alfa agradeció con una cándida sonrisa y luego tomó asiento a la cabeza de la mesa mientras que su esposo se quedaba de pie en el otro extremo.

—Gracias por venir — habló Memphis, fuerte y claro — Por favor, pueden sentarse.

Los licántropos obedecieron de inmediato y prestaron toda su atención a su Alfa que por un momento fijó la mirada a una silla vacía en la cual se supone debía estar su hijo mayor, Patrick, gruñó un poco y luego tomó asiento.

—El motivo de esta reunión — empezó diciendo con tranquilidad, pero sin perder la autoridad en su voz — es para esclarecer la situación de la Omega Nova que trabaja para la casa Richter.

—Lo único que tengo que decir sobre esa niña es que se le ha visto paseándose por el pueblo con el forastero — comentó una mujer de ojos verdes.

—Tuvo un pleito la semana pasada con unas Intermedios — agregó otra mujer, la más joven de todos — Al parecer no les gustó verla platicando con él.

—Por lo que escuché — comentó un hombre canoso — una de esas Intermedios le destruyó un paquete, la Omega enfureció y trató de atacarla, pero ya saben… — rio un poco — la pobre niña terminó en el piso y dejó expuesto su defecto delante de todos.

—Esa niña anda en boca de todos — agregó otro hombre con una afección en la piel conocida como vitíligo — y nos deja a nosotros mal parados por no saber mantener el orden de la manada.

—Ay, no deberíamos preocuparnos por eso — habló la mujer de cabellos rojizos — Creo que lo principal aquí, sería decidir lo que se hará con el forastero, sus heridas han sanado y no se ha ido.

—Estoy de acuerdo — dijo el lobo de ojos azules — Si ese muchacho desea quedarse, deberíamos hacer que se le asigne un rango por medio del ritual como a todos nosotros se nos hizo. Solo así tendrá un lugar aquí.

El resto de los Betas exclamó afirmativamente al mismo tiempo, armando tal escándalo que era imposible entender lo que decían mientras el Alfa miraba con atención a su amada Anna, que afirmó ligeramente con la cabeza luego de un breve lenguaje de miradas que solo ellos podían entender.

—Suficiente, guarden silencio — ordenó Memphis, y todos de inmediato callaron — Nos estamos desviando del tema principal.

—Tendrá que disculparme, Alfa — habló la mujer de ojos verdes — pero no podemos dejar de lado lo que se hará con ese chico. El tiempo sigue pasando y la manada ya empieza a inquietarse.

—A ver, calma — pidió el lobo Alfa, gruñendo bajo — Como saben, el chico demostró gran potencial al evadir más de una vez a los grupos de guardia, por lo que deja ver qué es apto para ser un Beta.

—Con todo respeto, Alfa, usted y su esposa no pueden basarse solo en eso — agregó la mujer más joven — No sería justo para el pueblo que un extraño adquiera un rango sin haber hecho el ritual.

—Tiene razón — dijo el hombre con vitíligo — Desde muy cachorros se nos enseñó que ese era el único modo de tener un lugar dentro de la manada.

—Sería una ofensa a nuestras tradiciones y a nuestros antepasados si se asigna un rango sin el ritual — recalcó el hombre canoso.

Nuevamente se armó el revuelo y la Alfa Anna se puso de pie, haciendo que el silencio reinará nuevamente.

—De acuerdo, tienen razón. No podemos ignorar nuestras tradiciones — su voz era firme y decidida — así que se le informará al muchacho sobre esto lo más pronto posible, y si se niega no tendremos más opción que echarlo de Hoffmann.

Los Betas se mostraron de acuerdo, incluso Demian Richter, que seguía sin decir una sola palabra.


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