Capítulo 33

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Los padres de Memphis Klein fueron licántropos de rango Intermedio que, poco después de él cumpliera los doce y se le asignará el rango de Beta, tuvieron un segundo hijo al que llamaron Ulfric, quien resultó ser un licántropo muy diferente a todos los demás.

Ulfric, al igual que sus padres, adquirió el rango de Intermedio, era un hombre menudo, poco sociable e incapaz de expresar nada, y hubiera sido uno más del montón de no ser porque sus ojos marrones destellaban en un bello color rojo. Un color poco usual y que solo podía verse en licántropos que poseían un don: el don de la clarividencia.

Este tipo de licántropos son conocidos como “Profetas” y son sumamente escasos por lo que el nacimiento de uno era considerado por las manadas una bendición. De acuerdo con textos antiguos, el don proviene del Sol, quien en agradecimiento se la obsequió a aquellos que lo ayudaron en sus visitas a la Tierra. Supuestamente este don debía pasar de una generación a otra sin embargo podían pasar años sin que este se presentará.

Memphis aún podía recordar el día en que Ulfric nació. La noticia de que sus ojos brillaban en rojo llegó a oídos de todos en el pueblo y se llevó a cabo una enorme celebración que duró casi tres días. Sentía respeto por él, y no solo porque se tratará de un profeta o porque era su hermano menor sino porque era la clase de hombre en la que podía confiar por sobre cualquier persona allegada a él.

—Dijiste que era muy distinta de todos nosotros — le hizo recordar el Alfa una vez que estuvo a su lado.

Ulfric asintió en silencio y Memphis advirtió el destello rojizo en sus ojos. Ese brillo se hacía presente siempre que estaban delante de aquel fresco en la pared.

—Anna estará bien — agregó Ulfric.

—Siempre supiste que ese cachorro moriría igual que los otros.

—Lo lamento.

El Alfa le dio una palmadita en la espalda para hacerle saber que todo estaba bien. Sabía que en ocasiones al profeta no le resultaba nada grato poseer semejante don.

—¿Qué te hizo venir aquí, hermano? — preguntó — ¿Acaso tiene que ver con mis hijos?

—Están en Berlín ahora. Patrick les enseña a sus hermanos el buen arte de la caza moderna.

Ese tipo de caza era muy distinto de los tiempos antiguos, ahora que un licántropo tenía apetito de carne humana viajaba a alguna ciudad y se mezclaba entre la población y de alguna forma lograba llevarse a su presa a un sitio aislado para poder consumir su carne.

—Los Intermedios que los acompañan solo fueron por las sobras — añadió Ulfric.

—No me gusta que Patrick tenga mucha influencia sobre Kellen y Robert.

—Tu cachorro es muchas cosas, pero yo no me preocuparía tanto por él.

—Entonces, ¿a qué has venido? ¿Se trata de ese insolente que se atrevió a desafiarme? — gruñó.

—Él no te agrada, ¿cierto?

—Tengo el presentimiento de que hay algo malo en él.

—Puede que tengas razón — convino Ulfric distraído — Ese muchacho nos va a traer demasiados problemas. Su llegada al pueblo es un mal augurio.

El Alfa frunció ligeramente el entrecejo.

—¿Qué quieres decir?

—Cuenta una leyenda — susurró el profeta — que el Sol, lleno de ira, quemó a un hombre lobo de la cabeza a los pies.

Memphis suspiró cansado y se frotó la frente con una mano. Conocía esa historia, era la preferida de su hija cuando era cachorra y hacía que Anna se la contara casi cada noche antes de dormir. De hecho, el cuadro en la pared, que a Ulfric le gustaba tanto admirar, representaba una de las escenas más emocionantes de la historia.

—Ulfric, ve al grano, tengo mucho de qué preocuparme ahora. Dime de una buena vez qué fue lo que viste.

El profeta se lo pensó un momento antes de responder.

—En mi visión había un trono vacío en medio de un salón y a su alrededor había cientos de velas encendidas que luego una ráfaga de aire apaga.

—¿Y eso quiere decir…?

—Temo que no lo sé — bajó la mirada y se frotó los ojos con una mano — He tratado muchas veces de ver más allá pero no puedo. En cuanto las velas se apagan la imagen se desvanece.

—Ya. Pero ¿eso qué tiene que ver con el muchacho?

—Nada en realidad.

—¿Entonces?

—A él lo vi en una escena igual a esta — volvió la vista a la pintura.

El Alfa volvió a fruncir el ceño y también miró el cuadro, en él había un licántropo con horribles quemaduras que se asomaban de entre su pelaje oscuro, estaba erguido y gruñía feroz a punto de lanzarse contra un guerrero de dorada armadura que lo apuntaba con una lanza.

—Claro que en mi visión se trata de dos licántropos — aclaró Ulfric — y uno de ellos es el muchacho.

—¿Y el otro?

Ulfric solo se encogió de hombros y Memphis gruñó ante la sospecha de que no estaban diciéndole todo.

—¿Por qué convenciste a Anna de que lo mejor para Nova era ser una Omega? — preguntó el profeta.

—Creí que era la mejor manera de protegerla.

—Mira bien esa pintura, hermano. ¿Qué más ves ahí?

El Alfa bufó molesto y volvió su vista a la pintura. Ahí estaban el lobo y el guerrero a punto de matarse y en el fondo podía verse la figura blanquecina de una mujer de plateados cabellos tan largos que alcanzaban a esparcirse por el suelo, estaba de rodillas y sus manos cubrían su rostro, estaba en medio de un bosque envuelto en llamas mientras la luna miraba en lo alto de un cielo sin estrellas.

—En mi visión, Nova se ve así — reveló Ulfric, mirándolo fijamente.

—Imposible…

Retrocedió horrorizado en cuanto vio nuevamente ese brillo rojizo en los ojos de su hermano.

—Te dije que no podías protegerla para siempre.

—Debo intentarlo — dijo casi aliento — Solo dime qué debo hacer.

—Deshazte del muchacho.



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