Capítulo 26

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La pequeña Nova sintió pena del joven lobo con nombre de estrella, que se levantaba del suelo y, con el rostro lleno de vergüenza por su desafortunado incidente, le tendía un destrozado ramo de flores. Nova sonrió con ternura y aceptó el ramo abrazándolo contra su pecho.

-Eran tulipanes - murmuró Rigel, con la mirada clavada en el suelo - Esto no debía pasar así. Tienes razón al decir que soy un tonto.

Nova soltó una risita.

-Esta bien. Siguen siendo las flores mas lindas que haya visto.

Esas palabras parecieron aliviar a Rigel, que sonrió con ese gesto travieso que tanto lo caracterizaba causando incomodidad a la tímida lobita que de inmediato agachó la cabeza y se metía en el garage. Fue tras ella a los pocos segundos y la vio quitarse el mandil y doblarlo cuidadosamente.

-Nova yo... - empezó diciendo un poco nervioso - quiero disculparme contigo.

-¿Por qué? - preguntó sin mirarlo mientras desataba la trenza de su largo cabello.

-Pues por no haber hecho nada cuando esas chicas te molestaron. Pude detenerlas pero me quedé ahí, parado como un estúpido mientras todos se reían de ti.

-Está bien - respondió despreocupada - Ya no importa.

El trigueño se acercó a ella y posó una mano sobre su blanca mejilla, haciéndola temblar. No sabía por qué ese chico la ponía demasiado nerviosa.

-En verdad lo siento - expresó el trigueño.

-Ya... ya te dije que está bien, no te preocupes - le regaló una tímida, pero cándida, sonrisa - Te... tengo el día libre. ¿Te gustaría... dar un paseo?

-Contigo lo que sea, preciosa - le guiñó su ojo azul.

-Ah... - ese lobo sin duda la dejaba sin palabras, pero se esforzaba en parecer tranquila - Es... espera afuera, voy a... cambiarme de ropa.

El chico asintió en silencio y salió del garage, cerrando la puerta a sus espaldas. No pasó mucho tiempo cuando Nova salió con el cabello suelto, cayendo como cascada hasta su cintura, y vistiendo un overol corto de mezclilla azul combinado con una playera a rayas de manga larga. Tenía un aspecto casi infantil que la hacía ver como la criatura más tierna que hubiera pisado la tierra.

Ya estando en el pueblo, no faltaron las miradas curiosas y los murmullos de la gente que los veía caminar tranquilos por la calle mientras comían un helado y mantenían una animada conversación. Nadie entendía cómo el extraño chico de aspecto rebelde y extraños ojos gustaba de la compañía de esa Omega sin lobo, incluso su diferencia de tamaño era exageradamente ridícula puesto que a la chica le faltaban varios centímetros para llegar a los hombros del joven. Sin embargo, a Nova ya no le importaba lo que pensaran los demás, junto a Rigel se sentía segura y sabía que él la protegería de aquel que se atreviera a hacerle daño.

Terminaron en el bosque, recostados sobre un montón de hojas secas y la fina hierba. Ambos tenían la mirada fija en el cielo ahora cubierto de estrellas mientras la luna brillaba esplendorosa en el centro. Era una noche hermosa.

-Mira - habló Rigel, señalando un punto en el cielo - Ahí está el cinturón de Orión. ¿Ves las dos estrellas que están debajo?

-Sí. Aunque creo que la de la derecha es más brillante.

-Esa es Rigel.

Nova giró la cabeza para verlo, dándose cuenta que él ya la miraba. Ese chico olía tan bien que provocaba en sus instintos una inquietud y una atracción que le era difícil de explicar. Nunca antes se había sentido así, pero le agradaba poder experimentarlo con ese lobo.

-¿Tus padres te pusieron ese nombre por la estrella? - preguntó en voz baja.

El chico suspiró con pesadez, volviendo su mirada al cielo y emitió un gruñido apenas perceptible.

-¿Estás enojada conmigo? - preguntó en lugar de responder a su pregunta.

Nova frunció el ceño confusa por su evasiva, pero no quiso insistir, no deseaba causarle alguna molestia.

-No entiendo - dijo al fin.

-Hablo de lo que pasó entre nosotros aquella vez - pareció acongojado - Lamento si te hice sentir incómoda, a veces yo... suelo ser muy impetuoso y me dejo llevar fácilmente por mis instintos, así que...

-No - casi gritó, interrumpiendolo, y él la miró expectante - No estoy enojada, yo... yo dejé que pasara y... - se sonrojó - y... creo que... me agradó.

-¿Entonces estamos bien?

-Ajá.

Rigel se sintió aliviado y el silencio se adueñó del ambiente. Ambos volvieron su vista al cielo y en algún punto sus manos se entrelazaron creando entre ellos una conexión que removió los instintos más primitivos del joven lobo. Sabía a qué se debía, y ahora, con las estrellas como testigo, estaba seguro de que Nova era la hembra a la que estaba destinado a enlazarse.

-¿Crees que en realidad cumplan deseos? - preguntó Nova, mirando las estrellas; sacándolo de sus pensamientos.

-No lo sé.

-Mamá decía que sí, solo debes escoger alguna y pedir tu deseo desde el corazón y los ojos cerrados.

-Eso solamente lo creen los niños - dijo en tono burlón - como esa tontería de que Santa Claus existe y les lleva regalos en navidad.

La lobita soltó la carcajada y Rigel solo pudo sonreír, le gustaba verla feliz, sobre todo si él había sido el causante de esa emoción. Se incorporó y se colocó encima de ella, apoyándose sobre los codos para no aplastarla, y sus ojos se cruzaron con los de su linda Omega que tenía las mejillas encendidas.

-Me gustan tus ojos - murmuró la lobita - Uno es azul como el cielo y el otro es verde como las hojas de los árboles.

-Y tú eres preciosa.

Sonrió de forma juguetona al ver cómo ella bajaba la mirada apenada. Esa Omega era para él, lo sentía en cada fibra de su ser y no se detendría hasta hincarle los caninos en su cuello. ¿Sentiría ella lo mismo por él? Debía averiguarlo. Gruñó bajo y se inclinó a besarla en los labios, siendo correspondido con fervor.




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