Capítulo 42

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Nova no podía dejar de pensar no solo en lo que había sucedido entre ella y Rigel semanas atrás en el viejo garaje en el que vivía, si no que además no dejaba de rondar por su cabeza la forma en la que se entregó a su señor en medio de aquel bosque y mucho menos el haber estado juntos en la bañera esa misma mañana antes de volver a Hoffmann. Fue en esa bañera cuando descubrió que el cuerpo de su señor no era perfecto como ella imaginaba, por supuesto que era enorme y muy fuerte pero no estaba lleno de músculos bien definidos como los de Rigel, tampoco tenía una piel libre de imperfecciones puesto que estaba llena de manchas rojas que parecían trazar el mapa de una extraña tierra.

—Son de nacimiento — le había dicho el beta al notar su mirada.

No dijo nada y se preguntó si en esas zonas la piel tendría una textura diferente a la del resto del cuerpo. No tardó en descubrir que era igual de suave cuando Demian pareció adivinarle el pensamiento y tomó su pequeña mano para ponerla sobre la mancha que tenía sobre el pecho.

—Me recuerdan a algo — fue lo que pudo decir en un hilo de voz y encontrándose con esos penetrantes ojos color miel.

—¿A qué?

—Al lobo de un cuento…

El rostro de Nova enrojeció por completo cuando recordó el inocente, pero apasionante, beso que recibió en los labios después de haber pronunciado esas palabras. Sacudió un poco la cabeza para despejar la mente y abrió la puerta del garaje, quedando totalmente desconcertada al encontrarse con Rigel, quien no tardó en dejarse caer de rodillas a sus pies y aferrarse a sus piernas con fuerza.

—Lo siento — susurró el joven — Siento haberme molestado el otro día, pero no podía aceptar el hecho de que prefirieras quedarte en este pueblo a ser libre a mi lado.

La omega no respondió y su equipaje terminó cayendo de golpe a su lado. Al tener a ese lobo así, tan angustiado y frágil, se le estrujó el corazón y un enorme sentimiento la invadió, ahora por eso, y de su incapacidad de controlar sus instintos de hembra en celo, no podía quitarse de la cabeza la idea de que se estaba convirtiendo, si no es que ya lo era, en aquello en lo que tanto la etiquetaban las otras lobas del pueblo: en una ramera; la única diferencia entre ella y el resto de los omega que solo buscan sacar algún beneficio de fornicar con un licántropo de rango superior era que ella si sentía algo tanto por Rigel como por el señor Demian.

Sin embargo, no podía simplemente quedarse con ambos, parte de la naturaleza de los licántropos era la de elegir una sola pareja para toda la vida, y ellos no estarían dispuestos a compartirla. Era seguro que pelearían a muerte para ganarse el derecho de vincularse con ella y eso era algo que no deseaba que pasara. Le dolería en lo más profundo del alma perder a uno de ellos.

—En cuanto supe que te habías ido, corrí detrás de ti — continuó hablando en trigueño, sin poder apartarse de ella — Sentí que moría cuando perdí tu rastro y no tuve otra opción más que venir aquí y esperar a que volvieras.

De nuevo ese sentimiento haciendo a su corazón estremecer.

—¿De verdad? — cuestionó en voz baja, mientras se le inundaban los ojos de lágrimas sin razón aparente.

—Por los dioses que así es — levantó la cabeza buscando su mirada — Te amo, Nova, y deseo con todo mi ser enlazarme a ti para siempre.

Enlazarse… Oh, ahora lo recordaba, su señor la había mordido aquella noche estando él en su forma lobuna. Y entonces las lágrimas terminaron por bajar por sus mejillas, y no era porque Demian se había enlazado a ella si no porque al ser ella una licántropo defectuosa no podría enlazarse a ninguno de ellos. ¿Por qué la vida se empeñaba en hacerla tan miserable?

—¿Por qué lloras, mi pequeña omega?

En ese momento Rigel ya se había puesto en pie y sujetaba entre sus manos el delicado rostro de la lobita de largo cabello azabache adornado con un bonito mechón blanco.

—No es nada — retrocedió y se limpió las lágrimas — Es solo que… jamás imaginé que alguien se fijaría en alguien como yo.

Rigel rio con cariño y le besó la frente.

—Mi dulce doncella de cabellos de plata, te amo. Te amo tanto como el primer día que te vi pasar a mi lado hace mucho tiempo atrás, cuando el bosque aún era joven.

Ella le miró directo a los ojos confusa.

—No lo recuerdas, ¿cierto?

—¿Recordar qué?

El chico suspiró con pesar y le regaló la mejor de sus sonrisas para después envolverla en un cálido abrazo.

«Mi amada diosa luna — pensó — en cuánto aparte del camino a aquel que se interpone entre nosotros lo recordarás todo y entonces podremos estar juntos para siempre.»

Sin embargo, lo que Rigel no sabía era que pronto el horror de su pasado estaba por alcanzarlo y que tendría que pagar por todas las desgracias que ha dejado a su paso desde el día en que nació y que su amada omega de aroma tan dulce sufriría más que nadie en el mundo, y todo por culpa de la sed de venganza, traición y ambición que la vieja leyenda del lobo que cayó del cielo trae tras de sí.





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