Capítulo 39

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Los Intermedios dieron captura a un anciano licántropo de origen polaco que olía igual a los habitantes de aquel pueblo abandonado y que encontraron caminando por las calles de Breslavia acechando a una joven pareja. El viejo no puso resistencia y se dejó llevar hasta una solitaria calle donde fue arrojado a los pies de Kellen, que no demoró en sujetarlo del cuello de su abrigo y hacerle mirar una vieja fotografía en donde el rostro de un niño había sido encerrado en un círculo rojo.

—¿Lo conoces? — preguntó en un tono casi amenazante.

El anciano pareció horrorizarse y rápidamente negó con la cabeza y desvió la mirada hacia otra parte despertando la furia de Kellen que bruscamente lo sacudió y nuevamente lo hacía mirar la fotografía.

—¡Habla! — gruñó — Y más vale que me digas la verdad.

—Wilk, który spadł z nieba — respondió con algo de temor en la voz.

Kellen volteó a ver a Robert y este simplemente se alzó de hombros. Masculló algo entre dientes y lanzó al anciano licántropo contra el suelo.

—Matenlo — ordenó con frialdad — No nos sirve.

Esas palabras parecieron hacer efecto en el anciano porque rápidamente se enganchó al pantalón de Robert y lo miró suplicante.

—Nie, nie proszę! — gritó — ¡No, no por favor!

—¡Suéltame! — rugió Robert dándole una fuerte sacudida.

—Se los pido, tengan piedad de este viejo.

Su alemán era burdo pero entendible.

—Entonces dinos lo que queremos saber — exigió Kellen.

El viejo lobo soltó a Robert y se lo pensó un momento.

—Lo mejor es que hablen con la Beta, ella les dirá — trabajosamente se puso en pie y empezó a andar — Vengan.

Los hermanos se miraron mutuamente por escasos segundos y luego con un leve gesto pidieron a los Intermedios que los siguieran, pero guardando distancia y manteniéndose alerta.

El anciano los condujo por varias calles hasta una casa ubicada en un callejón. Tocó tres veces la puerta, susurró algo a quien sea que estuviera del otro lado y finalmente se volvió hacia los hermanos.

—Solamente ustedes — dijo — los demás deben esperar aquí.

Kellen asintió en silencio y la puerta se abrió permitiéndoles el paso. El lugar era viejo y lúgubre, olía a humedad y el piso crujía debajo de ellos. Los licántropos en el interior eran machos en su mayoría y, tal y como había señalado el Intermedio la otra noche, no eran más de veinte. Todos parecían a la defensiva y sus brillantes ojos se mantenían fijos sobre ellos.

—¿Quiénes son? — preguntó una mujer que venía de otra habitación y tomaba asiento en una enorme silla al fondo.

Tenía el rostro cubierto con un fino velo y vestía un largo vestido que no dejaba a la vista nada de piel más que sus delgadas manos de largas uñas esmaltadas de rojo.

—Vienen conmigo, señora — respondió el anciano — Estos caballeros desean saber sobre Rigel Kölher.

La mujer levantó la cabeza hacia los extraños y con una seña pidió al anciano que se hiciera a un lado para que los dejara acercarse.

—¿Por qué ese chico es de su interés? — preguntó.

—Apareció una noche a las afueras de nuestro pueblo y fue capturado — respondió Kellen sin entrar en detalles.

La mujer se enderezó en su silla mientras el resto de los licántropos murmuraban entre ellos.

—¿Ustedes creen en la reencarnación? — preguntó la Beta con ligereza.

—¿A qué viene eso?

—Solo es una pregunta.

—No lo sé — respondió luego de pensárselo unos segundos — En algunas culturas se dice que todos tuvimos vidas pasadas que ahora no podemos recordar.

La mujer asintió.

—Ahora les pregunto, ¿Los dioses pueden venir a la tierra para vivir como mortales?

—Que absurdo, los dioses siempre serán dioses — replicó Kellen con fastidio.

—Así es, pero ¿qué pasa si uno desea una vida un poco más… normal?

—Una parte de él se fragmenta — respondió Robert — y tomará un lugar en la tierra para vivir la vida que desea. Solo los dioses pueden vivir una doble vida.

—Y la memoria de la parte que habita en la tierra se borrará — agregó la Beta — Sin embargo, corre el riesgo de recordar quién es.

Kellen no pudo evitar soltar una pequeña risa burlona e intervenir.

—Disculpe, señora, pero ¿esto qué tiene que ver con Kölher?

Ella sonrió bajo su velo.

—Al igual que un dios, él recordará quién fue en otra vida — se encogió de hombros — Quizá ya lo hizo.

—No puede estar hablando en serio. ¿Por qué creería en ese disparate?

—Porque yo lo vi.

Los Betas se miraron entre ellos confundidos y ella se retiró el velo y dejó ver las quemaduras que abarcaban la mitad de su cara, la ceguera de un ojo y el débil brillo rojizo del otro.

—Un profeta — musitó Robert.

—Alguna vez lo fui, pero ese monstruo me arrebató mi don y destruyó nuestro hogar.

—¿Qué fue lo que pasó? — quiso saber Kellen — ¿Quién o qué es Rigel Kölher?

La profeta dirigió la mirada hacia algún punto lejano del salón, como si las respuestas estuvieran escritas en el aire.

—Cuenta la leyenda que un lobo de la diosa luna se enamoró — susurró — Ella su amor correspondió aunque atada al dios sol estaba…

—Y loco de celos el sol en una bola de fuego al lobo convirtió — continuó Robert, también en un susurro — Llena de dolor, la luna llevó al lobo al cielo y en una estrella lo escondió. Agonizante, el lobo prometió que cuando sus heridas sanaran volvería y que de ser necesario se enfrentaría al sol para poder estar con ella y vivir su historia de amor.

—Y la luna prometió que en la tierra lo esperaría — prosiguió la mujer.

—Entonces el lobo preguntó: “¿Cómo te reconoceré?”

—“Mi aroma será único en el mundo” respondió la luna.

—“¿Cómo sabrás que soy yo?” volvió a preguntar él.

—“Tus ojos brillarán como las estrellas y en tu cuerpo llevarás las marcas que el sol te dejó”.

Kellen se sintió incómodo ante lo extraño de la situación e inmediatamente tiró del brazo de su hermano para hacerlo reaccionar. Lo reprendió con un gruñido y luego lanzó a la Beta una dura mirada.

—Ya basta — exclamó molesto — No estará diciendo que esta leyenda es real, ¿o sí?

Ella sonrió.



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Wilk, który spadł z nieba: El lobo que cayó del cielo








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