El Alfa de Hoffmann no pareció sorprendido cuando el extraño chico de piel trigueña y ojos de distinto color se presentó ante él. Estaba completamente seguro de que tarde o temprano lo tendría enfrente.
—Me gustaría hablar con usted — dijo Rigel.
—Acompáñame — indicó el Alfa, encaminándose a la salida.
El joven lobo dudó un momento, pero accedió sin decir una sola palabra, no quería molestar más al Alfa y que terminará por echarlo de su pueblo.
Fueron en completo silencio hasta un angosto sendero en lo más profundo del bosque. El lugar era bastante silencioso a pesar de que los animales rondaban por ahí, era como si quisieran evitar ser detectados, como si conocieran la verdadera naturaleza de los dos hombres que caminaban por ahí.
—¿Qué es lo que querías decirme? — preguntó Memphis.
—Quiero pedirle que me deje formar parte de su manada.
—¿Por qué? Cuando te lo propuse no parecías tener ningún tipo de interés. ¿Qué te hizo cambiar?
—Una mujer.
Memphis se detuvo en seco, gruñó muy bajo, algo molesto, sabía que el chico hablaba de Nova, pero se mantuvo tranquilo, y se giró a verlo.
—Es por ella que quiero quedarme — continuó Rigel — Estoy decidido a enlazarla sin importar que sea una omega.
—No puedes. No con ella
—¿Por qué no?
—Es distinta a todos nosotros.
—Eso ya lo sé — gruñó — Sé que es incapaz de cambiar de forma como los demás, pero la quiero a pesar de eso.
—En la manada hay muchas hembras que son una mejor opción, elige a cualquiera de ellas, incluso te dejo elegir entre las de mayor rango, pero olvídate de la omega.
Rigel gruñó aún más, atreviéndose a mostrar los colmillos, dejando claro que no sentía temor del Alfa.
—No quiero a otra, la quiero a ella — casi gritó — y una vez que la enlace la voy a proteger de todos aquí, que lo único que han sabido hacer es tratarla como basura. ¿Qué clase de líder es usted que permite que traten a alguien de ese modo?
—No hables de lo que no sabes, niño. Yo he cuidado de ella desde el día en que nació.
—Pues no lo parece. Usted no tiene idea de todo lo que ha sufrido.
—Suficiente — gruñó de vuelta — Si no renuncias a ella entonces tendrás que irte de mi pueblo y nunca volver.
Rigel apretó los dientes con cierta rabia, estaba decidido a quedarse pero no deseaba renunciar a su encantadora lobita con olor a frutos silvestres y largo cabello azabache adornado con un bonito mechón blanco.
—Ella no te necesita — agregó Memphis — está segura dentro de la casa en la que trabaja.
El joven volvió a mostrar los colmillos, más molesto que antes, no le agradaba que Nova estuviera tan cerca de ese hombre; el hombre que en otra vida la apartó para siempre de su lado.
—No — dijo con voz firme — No voy a renunciar a ella. La amo y no voy a permitir que ni usted, ni ese hombre me la quiten.
—Entonces no me dejas más alternativa.
La expresión sombría y el tono de voz gélido del Alfa confundió un poco a Rigel, que esperaba una especie de enfrentamiento, aún así sintió cierta hostilidad en el ambiente. Algo malo estaba por pasar, y de no ser porque se estaba dejando llevar por el enojo se hubiera dado cuenta antes, ahora era demasiado tarde y una bala de plata salió proyectada de alguna parte y terminó por atravesar su pantorrilla izquierda haciéndolo quejarse de dolor, pero no se dejó derribar.
Los ojos de distinto color del joven lobo miraron al Alfa con desconcierto, lo habían tomado por sorpresa y esto lo hizo sentir vulnerable, había pasado tanto tiempo desde la última vez que lo habían acorralado de ese modo. Tenía que escapar, y torpemente dio media vuelta y trató de correr a pesar del dolor. Sin embargo, otra bala terminó por impactarse contra la misma pierna llevándolo directo contra el suelo mientras el Alfa solo miraba con esos ojos brillando como el oro.
Robert Klein había batallando mucho consigo mismo para al fin tomar la decisión de no querer formar parte de los planes de su hermano Patrick, al cual solo lo movía el deseo de poder y los celos irracionales hacia su pequeña hermana. Estaba convencido de que Patrick nunca llegaría a ser tan grande como su padre y los Alfas antes que él, por lo que no dudó en acudir ante el Alfa para desenmascarar a su hermano, pero al no encontrarlo decidió que lo mejor sería hablar con su madre. Estaba cerca de confesar todo cuando alguien llamó a la puerta principal con desesperación distrayendo a la Alfa, quien frunció el ceño ante tal alboroto.
Alcanzaron a escuchar a uno de los sirvientes abriendo la puerta, luego su suave voz seguida de la voz de un hombre y poco después se escuchó un gruñido furioso y el cómo aventaban la puerta para poder entrar, alertando a la Alfa y poniendo nervioso a Robert, pero la situación se calmó cuando ante ellos apareció el profeta del pueblo casi sin aliento y con los ojos destellando en rojo.
—Ulfric, ¿qué sucede? — preguntó la Alfa, confundida.
—Anna, ¿dónde está mi hermano?
—Salió a atender algo importante.
Ulfric gruñó molesto.
—¡Maldición! — exclamó.
—Ulfric, tranquilízate.
El profeta la miró por un instante, luego miró a Robert y de nuevo la miró a ella.
—Anna… es Memphis.
—¿Qué pasa con él?
—Él… él… — se le hizo un nudo en la garganta.
No pudo responder y estaba casi seguro de que su rostro reflejaba la peor de las angustias mientras Anna estaba cerca de perder la paciencia al tiempo que Robert bajaba la mirada.
—Ulfric, ¿qué está pasando? — volvió a insistir la Alfa.
El mencionado apenas si abrió la boca para contestar cuando Anna se llevó una mano sobre la marca de su lazo y se tambaleó en su lugar, y hubiera caído al piso de no ser porque Robert alcanzó a sostenerla.
—Memphis… — susurró Anna mientras su rostro se contorsionaba en un gesto horrible de dolor.
ESTÁS LEYENDO
Omega
WerewolfCuando Nova descubrió que era incapaz de cambiar de forma como los otros licántropos, inmediatamente fue rechazada por su familia y se le asignó el rango más bajo de la manada, ser una Omega, convirtiéndose en la sirviente de un solitario hombre que...