Capítulo 7

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Los licántropos de rango Intermedio son, por mucho, mayoría en la manada y pueden desempeñar diferentes tareas dentro de ella, ya que no poseen un rol definido. Algunos de ellos tenían la tarea de vigilar y proteger el territorio, formando grupos liderados por un Beta, y en los últimos días han estado siguiendo el rastro de un intruso que ha estado merodeando muy cerca del pueblo, queriendo infiltrarse. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos, no han sido capaces de capturarlo todavía, pero esta vez pensaban perseguirlo hasta llevarlo al lugar donde habían colocado trampas para cazar osos, con la esperanza de hacerlo caer en ellas y así por fin tenerlo entre sus garras. El Beta que lideraba el grupo de esa noche, levantó la cabeza olfateando el aire, intentando conocer la ubicación del extraño, gruñó una vez que lo detectó y no demoró en echar correr hacia esa dirección seguido de los demás híbridos.

El intruso comenzó su escape en cuanto se percató de su presencia y aunque esta vez iba a dejar que lo capturarán, no se los iba a dejar tan fácil, primero iba a divertirse un poco con ellos. Rápidamente logró desviarse por otro camino en cuanto dos hembras le cerraron el paso, siendo interceptado más adelante por otro lobo que trató de arrojarse sobre él, pero consiguió apartarlo de un golpe, lanzándolo hacia un lado, desconcertandose al verlo ser atrapado por una trampa. El Beta gruñó con rabia al ver esto, ahora las probabilidades de hacerlo caer en una de las trampas se habían reducido, y rápidamente ordenó que todos se dispersaran por el bosque para aumentar las posibilidades de atraparlo, pues no pensaba fracasar otra vez.

De nuevo el forastero se burlaba de ellos, zigzagueaba por el bosque a toda velocidad evadiendo con mucha facilidad las trampas, le resultaba muy divertido y satisfactorio ver cómo estas terminaban atrapando a los Intermedios, haciéndolos chillar de dolor, incluso se imaginó estar bañando en sangre danzando alegremente sobre sus maltrechos cuerpos. Ese momento de alucine fue suficiente para que fuera embestido por sorpresa por un lobo que salió de entre las sombras, siendo arrojado hacia una trampa que aprisionó con fuerza una de sus patas traseras, chilló y se retorció en un dolor tan punzante que no fue capaz de seguir manteniendo su forma híbrida por más tiempo y volvió a ser humano.

—Al fin te atrapé — gruñó el Beta.

Levantó la mirada hacia el hombre que había dicho aquello, gruñó molesto, y luego lo vio tomar su forma híbrida solo para ser sujetado con fuerza del cabello y ser llevado a rastras rumbo al pueblo, aun con la trampa en su pierna. Con ese horrible dolor atormentándolo y la pérdida de sangre, no fue capaz de notar cuando lo llevaron al interior de una enorme casa y lo arrojaban delante del lobo Alfa, cuyo rostro estaba lleno de cicatrices, dándole un toque intimidante.

—¿Por qué estás aquí? — preguntó, mirándolo fijamente a la cara — No me gustan los extraños en mi territorio.

—Solo voy de pasada... — respondió entre dientes debido al dolor — No pretendo hacer daño...

—¡¿Qué razón hay para creerte cuando llevas merodeando los alrededores por días?! — gruñó.

—Ay, por favor, Memphis — intervino una mujer que entraba en la sala — Si quisiera hacer algo, ¿no crees que ya lo hubiera hecho?

—No te metas, Anna — replicó, mirándola con el ceño fruncido.

—Oh, cállate — lo ignoró y se dirigió al herido — Niño, eres realmente sorprendente, lograste evadir a nuestros Intermedios varias veces, y estoy segura de que le diste una buena pelea hoy.

—Eso creo...

—¡Debes irte! — interrumpió el Alfa.

—Deja que se quede, Memphis — se veía tan tranquila, era claro que no le temía a ese hombre — Al menos hasta que sus heridas sanen. Después, si él quiere, que se vaya.

El Alfa gruñó molesto, pero dejaría que se hiciera lo que su pareja decidiera, después de todo, si el extraño decidía quedarse una vez que haya sanado, tener a alguien con sus habilidades sería beneficioso para su manada.

—Esta bien, puede quedarse.

Con esto dicho, su esposa lo tomó del brazo y juntos salieron de la sala, dejando solo al intruso, quien, aún con la grotesca herida sangrando y punzando en su pierna, esbozaba una sonrisa juguetona ya que de alguna manera consiguió entrar al pueblo y todo para poder encontrarse con esa lobita de delicado aroma.

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