Capítulo 28

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—¿Y esto?

La voz grave de su señor la hizo reaccionar y rápido se restregó el rostro con la manga del uniforme y empezó a reunir los pedazos de vidrio que había a su alrededor.

—Fue mi culpa, lo siento — respondió en un hilo de voz.

El hombre llevó una rodilla al suelo para tomarla del mentón y alzar su rostro, descubriendo el rastro de sus lágrimas y un pequeño corte sobre su pómulo izquierdo acompañado de un moretón.

—Esta no es la primera vez que te encuentro así. ¿Qué pasó?

No pudo contenerse y dejó que las lágrimas volvieran a bajar por sus mejillas.

—Alina y las otras… — dijo con tristeza — me golpearon con… el adorno de la mesa y luego dijeron que… yo era un monstruo al que nadie quería y…

No pudo continuar y terminó por soltar en un silencioso llanto mientras él solo se limitó a acariciar su cabeza en un intento de consolarla. Al día siguiente, sus compañeras tuvieron que ocuparse de los quehaceres ellas solas, parecía que por simple capricho del señor, pero ella sabía que era un castigo por lo que le habían hecho.

Nova abrió los ojos y se dio cuenta que solo había soñado con un viejo recuerdo; algo que pasó en sus primeros días en la casa Richter y dónde el señor, a su manera, le había mostrado algo de amabilidad. Le dolía un poco la cabeza y lo último que recordaba era a Alina tirando de su cabello, y no tenía idea de cómo había terminado en esa cómoda cama, la cual era cálida y, tanto las sábanas como el resto del lugar, despedía un aroma fresco y muy acogedor, era como estar en la tranquilidad del bosque en un día soleado.

Se giró sobre su lado izquierdo y vio unas lindas cortinas azules cubriendo una ventana; todo le pareció muy confuso, esa habitación apenas iluminada por una tenue luz le resultaba conocida, sentía que había estado ahí muchas veces sin embargo no lograba reconocerla, aunque era bastante claro que no se trataba del viejo garage. Sin mucho esfuerzo consiguió sentarse, retiró las cobijas que la cubrían y se ruborizó al percatarse que solo traía puesta una camiseta de tirantes y sus bragas, pero no había razón para avergonzarse porque no había nadie mirando, así que echó un vistazo a todas las marcas de rasguños y golpes que Alina le había dejado, levantó su camiseta y se vio envuelta en vendajes, era donde la rubia le había clavado los colmillos. Ni sus propios hermanos se habían atrevido a hacerle tanto daño.

Un suave gruñido llegó a sus oídos y dirigió la mirada hacia donde había venido el gruñido y lo que encontró casi la dejó sin aliento, no estaba sola como creía: Demian Richter dormía plácidamente sentado en un pequeño sofá ubicado casi en el rincón donde la luz de la lámpara apenas si alcanzaba a iluminar, algunos mechones azabaches caían delicadamente sobre su rostro y su respiración era lenta y profunda. Ahora Nova podía entender por qué ese lugar le había parecido tan familiar: era la habitación de su señor.

«Será mejor que salga de aquí» pensó. Se levantó de la enorme cama y, por suerte, sobre la mesita que estaba a un costado estaba doblado su uniforme y encima de este reposaba su collar de plata. Sintió un enorme alivio por no haberlo perdido, lo levantó con cuidado y se lo colgó en el cuello, luego tomó su sencillo vestido negro y gimió molesta al ver el mal estado en el que se encontraba.

—Es bueno que hayas despertado, mi pequeña luna.

Esa voz la hizo dar media vuelta y sus bonitos ojitos negros se cruzaron con los intensos y brillantes ojos color miel de su señor que ya se había levantado del sofá.

—¿Te sientes mejor? — preguntó Demian, casi en un susurro.

—Ah… yo… eso creo — se encogió de hombros como si quisiera esconderse — Amm… ¿Qué pasó con…?

—No volverá a molestarte — respondió tajante y su mirada se tornó sombría — Yo mismo me encargué de eso.

La lobita sintió escalofríos y en el momento en que bajó la mirada su rostro se tornó en un rojo intenso al darse cuenta que seguía en ropa interior mientras los ojos ámbar de Demian la recorrían de arriba a abajo. Rápidamente se puso el vestido por la cabeza y comenzó a retroceder despacio al tiempo que el Beta avanzaba hacia ella, pero pronto sus delgadas piernas chocaron con la mesita de noche y terminó acorralada, poniéndose demasiado nerviosa.

—Cre… creo… que… — se sintió como una tonta al no poder articular bien las palabras — debería… ir… irme.

Demian encarnó las cejas.

—No creo que sea buena idea — dijo — Mejor vuelve a la cama y yo me encargaré de que comas algo.

—No… no es necesario. Ya… ya no quiero… causarle más molestias.

El ojimiel estiró la mano y le pasó un mechón de cabello detrás de la oreja, haciendo a Nova temblar de la cabeza a los pies.

—No eres ninguna molestia, mi luna.

Nova alzó la vista y se quedó perdida en esos intimidantes ojos que destellaban en bellos matices de naranja y amarillo. El aroma a madera de ese macho despertó algo en sus instintos, y sin saber qué la impulsaba exactamente se levantó sobre la punta de sus pies y unió sus labios con los de su señor.

Cuando se separaron, Demian la miraba ligeramente sorprendido y sin saber qué decir. Esa muchachita jamás había mostrado esa clase de comportamiento, además su aroma se había vuelto más fuerte, excitante y cautivador; quedó fascinado.

La lobita lo escuchó gruñir y supo que era por ella, nunca nadie había gruñido por ella antes y eso la hizo estremecer. Le gustaba ese lobo, podía sentirlo en lo más profundo de su ser, pero no iba a decírselo aunque en esos ojos color miel podía ver que él ya lo sabía.



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