Rigel se levantó con los primeros rayos del sol entrando por la diminuta y única ventana del garage. Soltó un bostezo al tiempo que estiraba todo el cuerpo para desperezarse y luego se levantó. Por un momento no supo dónde se encontraba, pero al notar la presencia de la joven de piel nívea que dormía a su lado lo recordó, y entonces sonrió.
Acaba de poseer a esa tierna lobita de triste mirar y sonrisa tímida. La impregnó de su aroma y besó hasta la más pequeña de las cicatrices que cubrían su piel de sabor tan dulce y, aunque no mordió el cuello de la joven para enlazarla y volverla completamente suya, de algún modo ya se sentía vinculado a ella. Estaba dispuesto a proteger y defender a esa Omega de cualquier cosa o persona aunque se le fuera la vida en ello, pero no estaba muy seguro de querer sacrificar su libertad para permanecer a lado de ella en un pueblo que nada tenía que ver con él. Decidió no tener que pensar en eso y salió de la cama para vestirse.
Volvió a mirar a la pequeña Nova que ya se había girado boca arriba y dejaba a la vista sus pequeños pechos, la cobija solo la cubría de la cintura para abajo, y divisó una pequeña marca rojiza debajo del seno izquierdo que él mismo causó usando la boca durante su arranque de pasión. Se sentó al borde de la cama y se inclinó a besar dicha marca y cuando se alejó se encontró con que Nova ya lo miraba.
—Buenos días — dijo el lobo en voz baja y con una ligera sonrisa en el rostro — ¿Dormiste bien después del ajetreo de anoche?
Un ligero rubor se apoderó de las mejillas de la joven loba que se sentaba y sujetaba la cobija contra su pecho para cubrir su desnudez. Rigel reprimió una risita burlona al notar la vergüenza de la Omega y el deseo por montarla de nuevo se apoderó de su cuerpo, gruñó muy bajito, como un ronroneo, y lentamente acercó su rostro al de ella.
—Deberías irte — musitó Nova.
—¿Por qué he de hacerlo? — sonrió con picardía — Yo quisiera quedarme a jugar un poco más.
Esas palabras hicieron a Nova temblar y de nuevo se sintió como una presa indefensa a punto de ser devorada.
—Ve… vete… — tartamudeó — Podría… haber… problemas si… alguien te ve…
—Me gustan los problemas — susurró, arrastrando las palabras.
No tuvo oportunidad de refutar nada cuando Rigel se apresuró a rozarle el cuello con la punta de sus afilados caninos, lo que la hizo gimotear sin aliento. Le encantaba todo lo que ese chico la hacía sentir, pero luchó contra sí misma para no caer en sus provocaciones.
—Detente… — suplicó jadeante.
El lobo no la escuchó y gruñó de deseo al percibir el excitante aroma que venía de ella. La recostó nuevamente sobre el colchón, retiró la cobija y procedió a chupar cada uno de los rosados pezones hasta ponerlos duros mientras ella gemía y se retorcía en espasmos de placer.
Nova intentó pedirle nuevamente que se detuviera, pero le resultó imposible pronunciar palabra y el instinto terminó por traicionarla en el momento en que la lengua de Rigel se paseó por sus pechos, sus costillas y su vientre, deteniéndose en su ombligo, el cual fue besado con ternura y ella en automático abrió las piernas para él. Rigel la miró hambriento y fue directo a morder y besar el interior de aquellos muslos, acercándose despacio hasta su premio.
Las caderas de la lobita se movieron con desesperación en busca del macho, lo quería tener en su palpitante intimidad cuánto antes, y gritó triunfante cuando por fin lo sintió saborear con la lengua su dulce néctar.
—Nova… — jadeó el trigueño — por favor… huye conmigo…
La lobita abrió los ojos con sorpresa y todo el placer que sentía se vino abajo. Se incorporó alejándose de Rigel y volvió a cubrirse con las sábanas.
—¿Qué dijiste? — preguntó consternada.
—Que huyas conmigo — se lamió los labios y sonrió — Vámonos de este maldito pueblo.
Los ojos negros de Nova se desviaron hacia alguna parte. Jamás pensó en abandonar la manada; dejar la vida a la que estaba tan acostumbrada, dejar a su señor, a quien le debía la vida, y a su familia, a la que amaba a pesar de todo. ¿Podría dejarlos atrás?
—No — dijo decidida — Esta es mi manada, todo lo que hay aquí es parte de mí y no pienso dejarlo por un chico que apenas conozco. Hoffmann es mi hogar.
Rigel no pudo evitar sentirse herido. Se había dejado capturar para estar con ella, la salvó de tres hombres que la estaban golpeando sin piedad alguna, la trató con cariño y cuidado, y hasta estuvo cerca de dejar atrás su libertad sometiéndose a un ritual que lo haría ser parte de esa manada. ¿Y para qué? Para que al final ella lo rechazará.
—¿Tu hogar? — preguntó, poniéndose de pie — ¿Llamas a este pueblo tu hogar cuando lo único que han hecho es hacerte daño?
—No tiene nada que ver con eso.
—¿Entonces? — exclamó exaltado — ¿Qué te hace querer quedarte aquí?
Nova dio un respingo ante su tono de voz, sintió pena y miedo de ese chico que la miraba irritado y desesperado a la vez.
—Por… mi familia — musitó.
—¿Familia? ¿Qué familia, Nova? — gruñó — Ellos te dieron la espalda y les daría gusto no saber más de ti. ¡Le harías un favor a todos si desaparecieras!
—Lo… lo sé — admitió con tristeza.
—¡¿Y entonces por qué te aferras a ellos?!
—No lo entenderías.
—¡Entonces explícame! — exigió.
Se acercó demasiado al rostro de ella y la miró directo a los ojos, expectante, pero no obtuvo respuesta. Gruñó lleno de rabia y frustración y se encaminó a la salida.
—Nova, yo… — exhaló un suspiro de decepción — Yo en verdad quería que fueras mi compañera.
Salió del garage y Nova soltó a llorar desconsolada.
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Omega
Loup-garouCuando Nova descubrió que era incapaz de cambiar de forma como los otros licántropos, inmediatamente fue rechazada por su familia y se le asignó el rango más bajo de la manada, ser una Omega, convirtiéndose en la sirviente de un solitario hombre que...