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Las hebras doradas de Mikey se deslizaban entre mis dedos, amaba su hermoso cabello y amaba más que el omega me dejara tocarlo, agarré el peine y comencé a peinarlo.

-¿De nuevo lo vas a malcriar? - Emma soltó divertida con una bandeja en mano.

-¡Oye! - El enano hizo un puchero. - A Ken-chin le gusta peinarme, lo hace por el no por mí.

-Si claro. - Reto la rubia y dejo la bandeja en la pequeña mesa, esta contenía el postre que le compre el día de hoy y te preparado por Emma. - Aquí esta tu dulce. - Emma se veía mejor ahora que Mikey estaba volviendo a ser el mismo o eso parecía.

Lamentablemente no había podido tener una buena charla con él y eso me frustraba, entendía que el señor Sano y Emma desearan pasar tiempo con Mikey, pero necesitábamos hablar porque el omega podía estar sonriendo feliz en este momento, pero había ocasiones en los que volvía a tener esa mirada perdida.

-Gracias. - Canturreo el enano mientras la omega salia de la habitación y sin dudarlo estiro su brazo.

-Mikey. - Regañe y solté su cabello para no lastimarlo. - Quieto, te estoy peinando.

-Es tu culpa. - Respondió el sinvergüenza mientras se hundía perezosamente en la espalda del sofá. - Sabes que me muevo mucho. - Y ufano se llevó un trozo de pastel a su boca.

-¿Qué tal? - Pregunte fingiendo desinterés.

-Nee, Ken-chin, ¿Sabes?

-¿Qué cosa? - Volví a agarrar su cabello ya que estaba quieto.

-Eres horrible eligiendo postres. - Se volteo para verme de frente y le mire molesto porque nuevamente impidió que le terminara de peinar, pero eso solo hizo que las comisuras de su boca se levantaran de manera burlona.

-Que te dije. - Refunfuñe entre dientes y su melodiosa risa lleno la habitación.

-Que gruñón eres, Ken-chin. - Volvió a su misma posición y me apresure en peinarlo. - Pero no te miento, su crema tiene grumos. - Solté un largo suspiro y me dejé caer a su lado, el enano estiro la cuchara con una porción del postre. - ¿Lo puedes sentir? - Negue, no me gustaban las cosas dulces así que no lo podía entender. - Eres un idiota.

-Entonces vamos juntos a buscar uno que te guste. - Me apegue a su costado y el apoyo su cabeza en mi hombro, lo mire por el rabillo del ojo, nuevamente tenía esa expresión. - Paseemos en moto y luego vamos a comer a ese restaurante familiar que te gusta, ¿Qué dices? - El enano estaba sumido en sus pensamientos. - Mikey.

-Manjiro. - Una tercera voz lo saco de su ensoñación, el señor Sano se asomó por la puerta. - Ken también está aquí, perdón por interrumpirlos. - Dijo apenado. - Manjiro, ¿Puedes ayudarme con la clase de hoy?

-Si. - El enano se fue a cambiar y el señor Sano desapareció, suspire cansado, otra vez paso.

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-¿Qué desea ordenar? - Miré fijamente la vitrina, decidí dejar de lado los postres con crema ya que Mikey siempre decía que eran horrible.

-¿Qué me recomienda? - Me rindo, realmente soy malo en esto.

-¿Algo en especial? - La joven que me atendió se veía amable así que negué avergonzado. - ¿Qué le parece una ópera?

-¿Ópera?

-Si, es de chocolate, café y un toque de ron. - Me mostro el postre, es diferente a lo que suelo llevarle al enano, pero el alcohol. - No te preocupes por el ron, es bajo así que sabe muy bien. - Aun desconfiado acepte.

Mi lugar (Drakey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora