Capítulo 6

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Ann ha hecho que hable con ella durante una hora, sin moverme ni estresarme, se ha convertido en una de las pocas personas con las que quiero pasar tiempo, y realmente me gusta

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Ann ha hecho que hable con ella durante una hora, sin moverme ni estresarme, se ha convertido en una de las pocas personas con las que quiero pasar tiempo, y realmente me gusta.

No me quiere explicar por qué lloraba, pero se lo tendré que sacar en algún momento. Su llanto y sus gritos llegaron hasta mi piso, y si alguien le está haciendo daño o lo está intentando, lo voy a eliminar de la historia y el mundo.

— Cuéntamelo, Ann, o tendré que descubrirlo a mi manera.— Sus ojos chinitos se abren todo lo que pueden y se le arruga la nariz.

— ¿De qué manera?— Oh, no me esperaba eso. Mi polla salta en mis pantalones y no es momento.

— ¿Eres una pervertida?— Suela un grito ahogado y no me resisto más y me río.

— No, claro que no, solo quería saber cuál era tu manera, sacas las cosas de contexto porque sabes que me da vergüenza. Deja de hacer eso.— Me dice con un intento de enfado.

— Haré que me lo cuentes, solo espera.— Le guiño un ojo y ella me da una sonrisa tímida. — Ya que nos conocemos mejor, no puedo volver a Chicago con una herida de bala y cojeando, me harán muchas preguntas.

— ¿Y qué harás?— Mmm, si ella supiera todo lo que he maquinado en mi cabeza, se iría corriendo como ayer y esta vez me pegaría un tiro en la cabeza.

— Me cuidarás tú, durante 15 días, luego me iré.— Sus carnosos labios se abren en forma de O y luego suspira.

— Está bien, nadie puede saber de esto, lo digo muy en serio.— Me pide.

— Trato hecho.

— Ah, y te mudas a la habitación de invitados.— Dice levantándose y escondiendo la sonrisa.

— Lo haré, solo debes hacer una cosa antes, toma mis llaves, sube a mi departamento y cógeme ropa limpia.— Le tiendo las llaves y las toma.

— ¿Y jabones?— Pregunta seria.

— No, me gustan los tuyos.— Se ríe mientras sale de la habitación y respiro fuerte.

He conseguido lo que quería, a ver cómo me lo monto para que me cuente todo lo que no he podido sonsacar en estos dos meses.

Me levanto al baño y me aseo cuando escucho que ya ha vuelto, salgo y me la encuentro con una bolsa de ropa y un par de muletas que miro de reojo.

— ¿Qué?— Pregunta mirándome. — Las deberás de usar.

— No, pareceré un lisiado y ni de broma me voy a poner a saltar con eso.— Bufa rendida.

— ¿Y qué vas a hacer? ¿Usarme a mí de bastón?.— Me aguanto la risa y me muerdo el labio.

— Eso mismo haré.— Me manda una mirada furiosa y deja la bolsa en el suelo junto con las muletas.

— Entonces, vamos, te voy a enseñar la habitación.

Se acerca a mí con su estatura y realmente es un buen bastón.

Vamos a la habitación de al lado y es más simple que la suya, no hay color rosa ni brillo, vaya mierda.

— Bueno, te dejo descansar, voy a cocinar algo para que comamos y después tengo trabajo que hacer.— Oh, no. Cómo la comida sea igual que la sopa de ayer, posiblemente la vomite.

— No te esfuerces, podemos pedir algo.— Me mira con ojos dudosos.

— No te gustó mi sopa, ¿verdad?— Su expresión se entristece y quiero arrancarme la lengua.

— No, estaba genial, solo no quiero que te molestes.

— ¿Sabes? Puedes ser honesto, las chicas nunca me dejan cocinar, supongo que no les gusta mi comida y me evitan con cualquier excusa.— Las voy a matar a todas.

— Estaba buena, a mí me gustó, si no les gusta tu cocina, ellas se lo pierden.— Me sonríe y es todo lo que quiero que haga.

Antes muerto que hacerla sentir mal porque se le dé fatal hacer algo, porque realmente estaba horrible, pero eso jamás se lo diré.

— Entonces, te haré una de mis especialidades.— Madre de Dios, si ayer hizo algo tan simple, imagínate algo especial. Estoy rezando para que se le queme y pidamos a domicilio.

— ¿Puedo quedarme en el sofá mientras cocinas?— Me mira y asiente.

Bajamos juntos al primer piso y me quedo en el sofá, y ella se mueve a la cocina.

Saca mil ingredientes y otros mil cacharros para usar, la miro moverse hasta que me quedo dormido.

Antes de abrir los ojos, lo huelo, el olor a quemado y le doy una gran sonrisa a Dios, escuchó mi deseo.

Abro los ojos y tiene las manos en la cadera, mirando el desastre que ha hecho en la cocina.

— ¿Ahora, podemos pedir comida?— Se sobresalta con mi voz y levanta un dedo pulgar hacia mí.

— Deja de asustarme, me dará un infarto como sigas haciendo eso.

Va a por su teléfono y me mira.

— Los antibióticos han hecho su efecto, te dejaron KO.— Asiento y me doy cuenta de que tengo una manta encima de mí.

Una pequeña sensación florece en el interior de mi estómago, no sé qué es, pero es como si te hicieran caricias suaves por las costillas.

— ¿Qué te apetece comer?

— Sorpréndeme.— Sonríe y procede a llamar.

Habla en chino y me quedo mirando a la pequeña mujer que tengo enfrente.

Cuando cuelga, se acerca a mí y me toca la frente.

— Nada de fiebre, genial. Me voy a dar una ducha, mientras llega la comida.

— Puedes ayudarme a ducharme antes, será rápido.— Se muerde el labio y cierro mis puños para evitar no agarrarla.

— Sí, claro, vamos.

Subimos y entramos a otro baño. Me quito la camiseta y esta vez no se gira ni hace ningún gesto dramático, me mira descaradamente hasta que voy a bajarme los pantalones.

— ¡No! Espera, no llevas nada, no puedo.— Buen dato.

— Puedo taparme con la camiseta, las partes que no quieres mirar, pero entonces, tendrás que bañarme entero.— Sus ojos se van a salir de sus cuencas y finalmente asiente.

Se gira y me bajo los pantalones y aplasto mi polla con la camiseta.

— Ya puedes girarte.— Se vuelve hacia mí y entra conmigo en la ducha.

— Vas a mojar tu ropa.— Le aviso.

— No importa.— Con tal de no quitarse nada conmigo, cualquier cosa, veamos hasta cuánto duras con este juego.

Abre el agua y grita un poco cuando cae encima de los dos.

Coge el champú y se pone de puntillas para lavarme el pelo, se pega a mi cuerpo y la mano que tengo agarrando la camiseta roza su pelvis y abdomen constantemente.

Evita mis ojos a toda costa y disfruto de como me masajea la cabeza mientras su calor me invade.

Trago fuerte viendo cómo está toda empapada y rezo a todos los Dioses para que mi paciencia sea un punto fuerte en mí.

Termina con mi cabeza y coge una esponja y unta en ella gel corporal. Me la pasa con cuidado y ternura por los hombros, brazos y sigue por mi pecho hasta llegar a mi cintura. Se moja los labios con la lengua y cuento hasta 10 para no hacer nada de lo que me vaya a arrepentir.

Se acerca más a mí como un imán y la tensión que tenemos es tanta que siento que es magnético. Levanta sus pestañas y sus pupilas están tan dilatadas que me cuesta diferenciar su iris. Agacho mi cabeza y ella posa sus delicadas manos sobre mi pecho. Cuando creo que no hay marcha atrás y que me va a besar, se aparta de golpe y sale de la ducha, no me dirige ni una palabra y cierra la puerta tras ella.

Mi mandíbula hace tic-tac, mientras tiro la camiseta contra el suelo y salgo de la ducha.

Me seco y cojo unas gasas y me curo la herida de la pierna, me visto y salgo.

Está envuelta en una toalla que le queda demasiado grande, espero que me mire, pero no lo hace. Me pasa por al lado, entra al baño y cierra la puerta. Escucho como el agua corre por la ducha y me siento en la cama pacientemente.

Le pasa algo, no sé qué es, pero lo presiento.

Cuando sale de baño, me mira y sonríe tímidamente.

— ¿Estás bien?

— Sí, lo siento, las situaciones con mucha tensión me hacen salir corriendo.— Asiento.

Empieza a sonar su móvil y lo toma, mira la pantalla y veo su reacción, le tiemblan las manos y su pecho sube y baja.

— Hola, padre.— Me quedo en un silencio total y espero.

"¿Mañana? Padre, sabes que me incomodan estas cosas, ¿no puedes acompañarme? Ya sé que soy mayor, pero no lo conozco. Está bien, allí estaré." Es todo lo que dice y cuelga.

— ¿Ha pasado algo?— Le pregunto.

— No, solo tengo una reunión importante mañana, así que te las tendrás que apañar solo.

Voy a preguntarle más, pero suena el timbre y se va a recoger nuestra comida.

Me quedo pensando en sus palabras, pidiéndole a su padre que la acompañe, ¿Con quién se va a reunir y por qué le incomoda?

Vuelve a subir y me ayuda a bajar las escaleras.

Ha pedido muchísimas cosas, me siento con ella en la mesa y comemos en silencio.

Cuando terminamos, recoge y me trae un vaso de agua con antibióticos. Me los tomo y espero a ver qué vamos a hacer ahora.

— Tengo que trabajar, estaré en el laboratorio.— Señala una puerta que hay cerca de la cocina y asiento.

— Sí necesitas algo, grita y te oiré.

— Está bien, ves a hacer tus cosas, me tumbaré un rato en el sofá.

Cuando se va, tomo mi móvil y pido que me preparen lo que necesito para mañana.

Quiero saber de qué trata esa reunión y porque le temblaban las manos por hablar con su padre.

Srta.ColtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora