Capítulo 37

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El cuerpo de Ann es elegante y fino

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El cuerpo de Ann es elegante y fino. El color de su piel es tan blanco que siento que brilla por si solo, y añadiendo su suavidad parece irreal. Su cabello negro hace un contraste chocante con su palidez. Sus clavículas son tan finas que parecen de una princesa de la realeza, junto con su cuello largo que deja ver claramente su pulso. Todo en ella es tentador.

Sus ojos siguen brillando, incluso ahora más, cuando baja su mirada por mis abdominales y llega a mis bóxers. Noto como mueve una de sus manos, pero luego la mantiene quieta cerrando el puño.

Dejo caer mi mano de su boca y la coloco en su cuello mientras le acaricio con el pulgar.

—¿Miedo o curiosidad?—eso la saca del trance en el que está, y mira lo mismo que veo yo: su mano resistiéndose.

—Excitación—su respuesta me golpe de una manera inesperada como ha hecho todo el tiempo que llevamos en este cuarto.

—Entonces, no te cortes ni te resistas, tócame si eso es lo que deseas—sus ojos vuelven a los míos.

—¿Y tú deseas que te toque?—pregunta casi inocente, casi, porque su jodida mirada dice de todo menos inocencia.
Y Dios... Solo ella podría preguntarme algo así, estando desnuda delante de mí.

—Llevo años deseándolo. Deseo que me toques y que me dejes tocarte, follarte hasta que te duela el coño, deseo tanto, pero tanto sentirte a mi alrededor...—Tomo un momento para coger aire— Se me hace boca agua cuando pienso en que pueda comerte sin que nadie nos interrumpa—bajo mi boca a su oído y le susurro—Deseo que te corras gritando mi nombre y que después de ello, lo único que puedas lamentar es lo mucho que tenemos que recuperar en este tiempo en el que te has resistido a mí. Estoy ansioso por conocer cada centímetro de ti...—no logro terminar mis palabras, porque su mano está encima de mis bóxers, acariciándome con la cara más inocente que he visto jamás.

Parece un ángel pecando en medio del infierno con el mismísimo demonio.

Trago duro mientras ella sigue tocándome encima de la tela.

—Eres grande—dice casi avergonzada. Y yo gruño cuando agarra fuerte mi glande.

Mis venas arden de deseo, estoy tan excitado que si sigue tocándome con esa carita y con su voz suave, podría correrme aquí mismo, como un jodido adolescente.

Alarga su otra mano y empieza a tocar mi V, arrastrando sus dedos hasta el elástico de mis bóxers y empieza a bajarlos lentamente. Frunce sus delgadas cejas, y yo no dudo en bajar la mirada para ver en qué está concentrada.

—¿Cuánto te mide?—hago el mayor esfuerzo de la historia para no soltar una carcajada.

Le aparto el pelo que le cae por la cara y se lo paso detrás de sus pequeñas orejas.

Me salgo de mis bóxers y los aparto con el pie. Sus ojos están que se salen de sus cuencas y sus labios secos me hacen querer mojarlos.

—Lo sabrás cuando la tengas dentro.

Srta.ColtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora