Capítulo 44

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La tensión es un cuchillo afilado desde la llegada de Cero, o Alina, como prefirieran llamarla

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La tensión es un cuchillo afilado desde la llegada de Cero, o Alina, como prefirieran llamarla. He estudiado lo suficiente la mente humana para entender lo que es: una mujer que sufre de carencias emocionales profundas. Pero no como yo. Ella las reconoce, todas y cada una de ellas, pero decide no vivirlas, no sentirlas. Esa es su elección. Un vacío calculado.

Antes de que pudiera entender por completo lo que Alessandro me estaba pidiendo con la mirada—detener a Ryu—la casa entera se sacudió con una ola expansiva de calor, sofocante y violenta. Nos están atacando.

Reacciono por puro instinto. Atrapo a Ann antes de que caiga al suelo, la aplasto contra mi pecho, protegiendo su cabeza con mi otra mano. Todo sucede a cámara lenta, como si el mundo se desmoronara en una fracción de segundo. Veo a Cero lanzarse sobre Millan, cubriéndola con su propio cuerpo, abarcando también a Aless.

Luca y Benelli caen juntos al suelo, enredados. Mauro se mantiene en pie junto a Gatling, cuya mirada desesperada recorre el lugar en busca de sus tres hermanos.  Mauser, M16 y Ak no tardan en incorporarse, listas para el combate, armándose hasta los dientes. Y Kosta, enloquecido de la excitación, les sigue de cerca, disfrutando del caos que se avecina.

Aprieto los dientes, la frustración ardiendo en mi interior por el tiempo perdido con las dos gatas peleando. La rabia burbujea en mi pecho y escupo las palabras con desprecio.

—¿Entonces, empezamos?—gruño. Ya no hay vuelta atrás. Hay que salir allí y darles la guerra que están buscando.

Uno por uno comienzan a armarse con todo lo que Gatling y Mauro habían preparado con precisión militar antes en el sótano. Cada movimiento tiene un propósito y cada arma un destino. Kosta, con su eterna sonrisa, rompe el silencio.

—¿Quién va a liderar esto?—pregunta con una chispa de emoción en los ojos, como si todo esto fuese un jodido juego de niños.

Ak, siempre con esa confianza irrompible, se ajusta el pasamontañas, cubriendo su rostro con una calma inquebrantable.

—Colt. Ella es la líder de esto, estamos aniquilando a su gente, que ella decida cómo—dice sin titubeos, mirando a su amiga. Ak, posiblemente la mente más sensata de esta habitación llena de furia y venganza, sabe que Ann es quien debe tomar las riendas. Ella conoce su historia con yo, sabe que se lo merece.

Nadie pone objeción a esto, por lo que Ann toma aire, su mirada oscura como una tormenta inminente. Hay algo en sus ojos que deja claro que esto no es un simple enfrentamiento, es personal. Muy personal.

—No soy exigente—empieza, su voz firme, aunque un leve temblor en sus manos que solo yo noto, traiciona sus palabras—Id en grupos de tres o cuatro, ellos trabajan de tres en tres. Matad hasta que no quede nadie. Mi padres es mío, lo quiero vivo. Mi tío y mi hermano son todo vuestros.

Mientras habla, sus manos siguen luchando por abrocharse el chaleco antibalas. Está concentrada, pero sus dedos tiemblan más que antes por la mención de su padre. Sin decir una palabra, me acerco, le quito el chaleco de las manos y lo cierro por ella. Me inclino a su oído, manteniendo la voz baja para que solo ella pueda escuchar.

Srta.ColtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora