¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ya han pasado 3 meses desde que besé a Ann y la dejé con el cuerpo caliente en esa cama, estuve a un gramo de paciencia de volver a abrir esa puerta y follármela como se merecía después de mentirme, pero fui coherente porque necesitaba saber más sobre su prometido y su familia y eso es lo que he estado haciendo. Hasta hace una semana, que ocurrió algo fatídico, mi tío, el padre de Aless y Luca, fue asesinado.
He tenido que presentarme con la mayor rapidez en Las Vegas para ayudar a mis dos primos y la familia. La peor noticia que me dieron fue que la primera sospechosa era la mujer de Aless, nuestro Don, Gianna. A ser honesto me medio caía bien.
Todo se fue al garete cuando vimos que todas las pruebas apuntaban a ella. Gianna logró escapar dos días después con la clara ayuda de THE7 y para ser sincero, mi instinto cree que nunca pudo escapar sin que Aless no lo permitiese, la casa donde la teníamos retenida había 50 hombres custodiándola. Cuando le ofrecí mis hombres a mi primo, se negó y quiso usar sus propios soldados, y no usó los mejores, usó los de repuesto, por lo que puedo poner mi mano en el fuego que dejó que se fuera y dejó que 50 hombres muriesen por ella.
Tanto Aless como Luca están de un humor de perros, así que mi trabajo termina aquí y me vuelvo a Chicago.
Llamo a Karl, Karl Martini, mi segundo al mando y mi mejor soldado.
— Ven a la oficina.
Dos minutos después aparece con su cara arrogante y con una sonrisa de suficiencia.
— No me has llamado por el funeral de tu tío, por lo que deduzco que es la chinita de nuevo.
— Si no dejas de llamarla así, te volaré la columna vertebral para poder ver como te arrastras por el suelo donde ella pisa.
— Venga ya, cuando sea mi cuñada, la llamaré como quiera.
— Estás jugando con fuego.— Karl empieza a reírse y me dan ganas de matarlo.
— Te daré una buena noticia.— Acaricio el bisturí que siempre tengo en mi escritorio y espero pacientemente a que prosiga.— No hagas esa mierda con ese trozo de metal, no me van esos jueguitos previos, quizá a tu doctora asiática sí, pero a mí no.— Antes de que empiece a reírse, se la lanzo y se le clava justo en el cinturón de cuero donde siempre lleva enganchada la pistola debajo de la ropa.
— Mierda.— Grita el idiota.
— No vuelvas a mencionar lo que le podría gustar o no a Colt.
— Está bien, está bien.— Cuando sé que ya dejará de hacer el mono, asiento para que me dé esa noticia.— Colt ha comprado un billete de avión. Es la única de las chicas que evita usar los jets privados, así que se ha acercado a una agencia y ha comprado un billete para dentro de un mes.
— ¿A dónde?
— A Los Ángeles.
Los Ángeles... Qué lugar más curioso. Allí no tiene a ninguna de sus amigas, ni empresas ni proveedores.