Capítulo 15

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Me levanto entre sábanas de seda negras, suaves y que huelen muy rico

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Me levanto entre sábanas de seda negras, suaves y que huelen muy rico. Dejo de pensar en cualquier tontería cuando mi costado me pincha de dolor, y es entonces, cuando me acuerdo de todo.

Miro la habitación en la que estoy y no dudo de que es la de Dario. Todo meticulosamente ordenado, todos los muebles de color negro, el techo es de cristal y tiene una persiana movible. No hay fotos, ni color. Su olor está impregnado en todos lados y su almohada no es menos, así que acaricio mi mejilla contra ella sin descaro ninguno.

Se escucha un ruido en la puerta que hay al lado y me pongo a la defensiva hasta que sale Dario.

Tiene la barba más larga, el agua gotea de su pelo, sus ojos verdes parecen de un gato y os juro que cualquier mujer que quiera tener hijos, desearía que Dario les diese ese gen, son impresionantes. No lleva camiseta y tan solo se pasea con unos pantalones de chándal oscuros.

Tiene un pecho fuerte y elevado, la tabla de 8 que tiene marcada es para rayar el queso. Intento no babear viendo sus hombros firmes y fuertes, pero pierdo la batalla cuando veo el vello que tiene en el final de su V, sus caderas acentuadas y delgadas es todo para parpadear y volver a mirar a sus ojos.

—¿Cómo te sientes?— caliente, pero no le digo eso, obviamente.

—Bien, me siento algo cansada, pero estoy bien— digo intentando recordar que me han disparado y que sigo respirando probablemente por él.

Se acerca a mí y pienso que se va a sentar como lo hacíamos en mi casa, cerca y en la cama, pero toma una de las sillas que tiene y se acomoda en ella abriendo sus grandiosas y largas piernas.

—Has dormido 12 h seguidas, te había sedado, pero no despertaste incluso después de su efecto y te he dejado descansar. No has tenido fiebre, así que de momento estás bien, aunque debes tomar antibióticos— dice con su voz grave y yo asiento a todo sin apenas filtrar la información que me está dando de mi propia salud.

—Gracias—digo y no dejo sus ojos, no me atrevo. Empiezo a ponerme nerviosa y mi nariz pica, él mira hacia dónde me rasco y veo un atisbo de sonrisa, pero nunca aparece.—Necesitaría un teléfono y avisar a alguna de las chicas.

Uno de los lados de sus labios, se eleva y sus cejas se fruncen.

—¿No creerás que te irás tan fácilmente no? Me debes muchas respuestas— no muevo ni un músculo y trago seco. Se levanta y se acerca tanto a mí que siento su calor, pero tan solo lo hace para tomar una botella de agua de la mesita.

Abre la botella y me la posa en los labios, me fijo en como su mano ocupa casi toda la botella de 1 litro y empiezo a beber. Se me escapan algunas gotas por la barbilla y él las limpia con su mano, como si lo hiciese cada día. Vuelve a su sitio y yo sigo cada uno de sus pasos.

—¿Qué hacías con Chris Anderson?— no le debo explicaciones, pero sé que no me dejará ir.—Contesta.— me dicta y yo me miro la muñeca buscando el objeto que necesito para salir de aquí.—Tu reloj THE7 está enterrado en otra ciudad, por si tus amigas se ponen intensas y te buscan, llorarán mientras desentierran ese chisme a 3 metros bajo tierra, pensando que van a encontrar tu cuerpo. Ah, y tu móvil le hace compañía. Estás sola.— toda esta información me pega en la cara y un pequeño escalofrío pasa por mi nuca, pensando que estoy sola y que nadie sabe dónde me encuentro.

Srta.ColtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora