Apenas puedo respirar teniendo a Darío pegado a mi cuerpo y el cristal en mi cara.
Siento como baja a mi oído y me doy cuenta de que tengo las bragas empapadas por esta situación.
— Debes estar loca, si crees que te dejaría hacer un trío.— Su voz siniestra y el aire caliente que saca por la boca, hace que se me erice hasta los pelos de la nuca.
— No eres mi dueño y lo que yo quiera experimentar no es de tu incumbencia.— Su risa retumba contra mi espalda y se filtra en mi sistema cuando sé que no es una risa honesta.
— Inténtalo y verás como sus cabezas rodarán por tu departamento una y otra vez, hasta que la culpa te consuma y no desees ningún otro trío.— Su polla se pega a mi culo y tengo que ponerme de puntillas para poder sentirla mejor, y eso hace que él suspire contra mi cuerpo.
La última vez que sentí el miembro de Darío no estaba tan apretado, ahora que soy consciente de su tamaño, se me seca la boca. Parece una tercera pierna.
Oh, Dios mío, dime que no he dicho eso.
Siento su lengua pasar por mi cuello y cierro los ojos ante la sensación tan buena.
— Abre los ojos, Ann.— Mi nombre pasa por su voz ronca y siento que todo me da vueltas.
Hago lo que me pide y veo como la mujer es penetrada por sus dos entradas y gimo ante el porno en vivo que tengo delante y la lengua húmeda y caliente de Darío recorriendo mi piel.
— Así es como me espiaste, te gustó verme partirle el culo a aquella mujer.— Su voz cada vez es más grave.
— No sabía que eras tú.— Apenas puedo sacar las palabras de mi boca ya que su mano viaja por mi abdomen y sube a mis pechos.
— Y ahora que lo sabes, ¿te hubiese gustado estar en su lugar?— Se me seca la boca ante la hipótesis de su pregunta.
Toma uno de mis pechos con un suave apretón y un gemido sale apretado desde el fondo de mi garganta.
— Dime, ¿te hubiese gustado ser tú?— Saca su mano de mi pecho, me baja la camiseta y mis tetas sienten el frío del cristal cuando me empuja más hacia delante.
— No, yo no soy así.
Huele mi pelo y vuelve a mi cuello, pasando su lengua asesina por mi pulso.
— Estoy seguro de que no eres sí, pero también soy consciente de que tienes mi polla entre tus calientes nalgas y te estás dejando aplastar contra un cristal que puede romperse en cualquier momento de lo duros que están tus pezones.
Sus palabras caen encima de mí como un balde de agua fría y lo empujo.
Salgo de su agarre y me subo la camiseta.
— Te dije que te alejaras de mí.— Sus ojos brillan de diversión y lujuria.
— Y yo te dije que volvería.
ESTÁS LEYENDO
Srta.Colt
RomanceTodos los derechos reservados en el Registro de la Propiedad Intelectual ©. Libro II de la serie THE 7. La princesa de Las Tríadas, una mujer imposible para el Capo de Chicago. Un miembro imprescindible de THE7 que se tambalea con la aparición de D...