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El encuentro con todas mis amigas ha sido profundo, pero ver de nuevo a Dario es un chute de adrenalina pura. Ver sus ojos llenos de preocupación, de alguna forma siento que solo me llega a mí esa información. Y como siempre, ver lo apuesto y guapo que es, alimenta mis hormonas de una forma feroz. Echaba de menos a mi Dario, al hombre que ha rasado con los herederos por mí, hace que siempre me sienta especial, incluso cuando se trata de sangre y asesinatos.
La noche avanza mientras los hermanos de Gatling asesinan con la mirada a Mauro. Lo que ellos no saben es qué Gat ha estado provocando en cada segundo a Mauro. Tienen una rivalidad intensa, una que parece ser que solo ellos dos entienden.
Mauro abandona la pelea de miradas y hace que sus hombres rodeen la mansión para que esta noche podamos descansar el grupo de las chicas, La Cosa Nostra y las cabezas más valoradas de La Yakuza. Estos últimos han estado acechando a su hermana para que abandonen el terreno de La Tríada, cosa que mi amiga ha estado negándose hasta la médula.
—Tenemos que irnos, no es discutible— dice el mediano de los hermanos de Gatling.
Ella niega con la cabeza y no aparta los ojos de Ryu, su hermano mayor y la cabeza de su mafia. Los tres la rodean, pero hasta ahora, Ryu no ha proclamado su decisión final en esto.
—Ryu, ¿podemos hablar a solas?— pregunta Gat.
—Venga, no nos dejéis fuera de esta discusión— se queja su hermano pequeño.
Ryu se acaricia la mandíbula y pasea su mirada por cada una de las chicas, pero cuando llega a mí, me repasa de los pies a la cabeza. Es muy guapo, borra eso. Es un hombre hermoso, comparado con los actores más bonitos de los Doramas. Su aura gánster va a la perfección con sus tatuajes negros y rojos que le suben por la barbilla y terminan en sus muñecas. Me intimida por unos segundos hasta que su comisura se eleva por un lado y me termina guiñando el ojo, cosa que Dario no pasa desapercibido, ya que sus manos se aprietan en mis caderas dándome un recuerdo de que está aquí. Como si pudiera siquiera, olvidarme de su presencia.
—Si matáramos a Ann Li Qing, cazamos a su prometido y acabamos con Yong, tendríamos a La Tríada a nuestros pies, sin herederos y lamentando haber matado a un Shinoda— Dice Ryu mientras clava sus ojos en mí y deja a toda la sala en silencio.
Dario me acerca a su cuerpo de una forma magnética mientras yo proceso lo que acaba de decir el jefe de La Yakuza. Quiere acabar conmigo, la única mujer que daría herederos, seguir con el único heredero de los Ming y terminar con el único heredero directo de los Qing, eso sería el final para la mafia china.
—Atrévete a acercarte a menos de dos metros de Ann y conocerás la anatomía del cuerpo humano de una forma muy divertida— dice Dario detrás de mí con una voz ronca y sin temblar ni un segundo.
Ryu sonríe y mira a Alessandro.
—¿Qué tan lejos dejarías a tu primo llegar? ¿Le darías pase libre para abrir una guerra con La Yakuza, por una mujer que no es su esposa?— pregunta Ryu provocando a cada italiano de la habitación.