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Hoy es el cumpleaños de mis sobrinos favoritos del mundo, mis trillizos cumplen 3 años. Voy cargada hasta los dientes de regalos y ojalá Millan me dejase gastar más dinero en ellos, les compraría un parque de atracciones por lo guapos y traviesos que son.
Pasamos todo el día jugando, comiendo y viendo películas. Incluso tomamos pistolas de Paintball y hacemos equipos, y los niños se dividen entre nosotras.
Cuando acaban durmiendo encima de nosotras, los subimos a sus camas y seguimos la fiesta abajo, con más vino y alcohol que parecemos unas universitarias.
Al día siguiente, incluso con una resaca de muerte. Preparo agua con limón y un par de pastillas para cada una de mis amigas.
— Eres la mejor, lo sabes, ¿verdad?— Dice AK acomodando su cabeza en mis piernas en el sofá.
— Te quiero.— Le digo y sonríe, mientras le acaricio el pelo más bonito de nosotras.
— Tengo que llevar a Gat a casa, ¿vas a venir?
— No, me voy con M, mi mexicana me dejará por el norte de las Américas, tengo una reunión allí.
— Soy tu rusa favorita, ¿verdad?— Como si tuviera otra.
— Obviamente, y la única mira qué bien.— Se carcajea y yo la sigo.
Cuando llego a Chicago, me acuerdo perfectamente de quién es este terreno, pero rápidamente M me saca de ese pensamiento.
— ¿Estás segura de que no quieres que te acompañe? Puedo acomodar mi agenda.
— Estoy bien, gracias cariño, te avisaré antes de irme para que tomemos una chela.— Le digo la palabra que me enseñó ayer borrachas, para decir "cerveza". M se ríe fuerte y me abraza.
— Tomarás las mejores chelas en México, cuídate.
Volviendo al dueño de esta tierra, hace poco le envié una carta a Aless para que retirase a Dario de mi ciudad. Mis hermanos han estado más de lo normal en mi urbanización y sospecho que han visto a Dario la última vez que estuvo en Hong Kong, tengo entendido que no vino a verme, ya que estuvo muy a gustito quedando con la hija del máximo jefe del ejército chino, la chica que operó por aquel fatal accidente que sucedió en Sicilia.
Fue pura coincidencia verlos, estaban cenando en uno de los restaurantes de Inari y yo tenía que pasarme por allí a darle su regalo de cumpleaños.
Me quedé en shock cuando los vi juntos, Dario estaba más guapo que antes y la chica no dejaba de mirarlo con ojos de cachorrillo perdido. Los celos que sentí en aquel momento no tienen nombre, porque le deseé 1000 diarreas a ella y otras 1500 a él.
Nunca antes había visto a Dario con otra mujer, a excepción de la vez que lo pillé haciéndolo con aquella chica. Mi mente no asumía que él podría tener citas y que podría fijarse en otras chicas, como lo hizo conmigo, me dolió. Cualquier mujer con sentido común y un poco de vista, se comería a Dario antes del postre y lo tendría para desayunar, e incluso así, no se saciaría del italiano más bello de La Cosa Nostra.
Me quedé allí espiándolo hasta que vi que se fueron en coches separados y mi corazón se relajó en mi pecho. Y tan solo pasó una noche en su departamento, encima del mío. Literalmente, escuché como se duchaba, como abría y cerraba las puertas, pero no se pasó a saludarme ni nada por el estilo, y siendo sincera sentí pena por como acabó nuestra última conversación y lo último que le dije. Me arrepiento mucho, pero quizá es lo que él necesitaba para irse y hacer su vida.
A pesar de todo, lo echo de menos, dos años han sido mucho tiempo, pensé que volvería en algún momento, pero no lo hizo y yo tampoco tuve el valor de buscarlo.
Hoy tengo una reunión con un inversor que tiene unos terrenos bastante interesantes aquí, en los que tengo pensados abrir una farmacéutica de medicamentos de alto coste y brindar trabajo para los jóvenes que terminan sus grados universitarios especializados en la medicina, la ciencia o incluso la tecnología, y no saben qué hacer con los préstamos estudiantiles. Les doy una buena oferta para pagar sus deudas a cambio de sus mentes.
Aparte de la empresa y fábrica de fármacos, tengo pensado realizar un laboratorio de investigación, dando oportunidad a nuevos proyectos de las mentes más privilegiadas de América, me haré cargo de las becas, las matriculaciones y residencias para másteres y doctorados.
He quedado directamente con el inversor, su abogado y algunos ingenieros que he contratado para que me aconsejen.
Tomo el coche alquilado y voy al lugar.
Cuando llego, ya están todos allí tomándose una taza de café mientras charlas sobre los terrenos.
— Señorita Ann. Es un placer conocerla.— Estrecho la mano a Chris, el inversor de unos 60 años.
— El placer es mío.
Me presenta al resto de equipo y procedemos a trabajar un par de horas hasta que creo que ya me ha convencido el lugar.
— Entonces, ¿qué le parece el plan que le he ofrecido?— Me pregunta Chris.
— Mejor de lo que esperaba, creo que es un gran proyecto.
— Lo es, y por favor, no dudes en seguir contactando conmigo cuando estés en Chicago, incluso si no se trata de terrenos, llámame si necesitas ayuda con el tema de los becados. Conozco a muchos directores y universidades que pueden ayudarte a montar todo el tema estudiantil.
— Agradezco su ayuda, la tomaré cuando la necesite.
Firmamos los contratos y una de las ingenieras abre una botella de Champán y procede a sacar las copas, pero antes de empezar la celebración llega un coche con las ventanas tintadas.
Miro a Chris y él hace lo mismo.
— ¿Esperabas a alguien más?— Le pregunto, mientras aprieto mis muslos para asegurarme que mi pistola sigue entre mis piernas.
— No.— Dice con cara de pocos amigos.
Es un terreno privado y apartado, dudo que alguien cualquiera sepa de esta reunión y de lo que se está haciendo aquí.
— Creo que es momento de irnos.
Aviso a todos y empiezan a recoger las cosas, cuando la ventanilla se baja y un par de pistolas se asoman, y empiezan a disparar a diestro y siniestro.
Tiro al suelo al joven que ha venido a ayudar a su padre ingeniero, que está más que muerto en el suelo.
— Papá, no, por favor.— Grita el joven, mientras yo lo arrastro conmigo y disparo al coche.
Se me escapa de la mano y cuando me levanto de nuevo para retenerlo entre mis piernas y hacerle una llave, la sangre salta a mi cara. Le han pegado un tiro a la cabeza y el siguiente va a mi abdomen.
Chillo de dolor y la sangre fluye por mi cuerpo mientras veo el coche desaparecer. Mi reloj está en el coche y aunque les diera el aviso, nadie llegaría a tiempo antes de que me desangre.
Apenas puedo moverme, cuando noto mi bolso en el suelo a mi lado. Me arrastro hasta él y lo abro sacando el móvil.
Pienso en M, es la más cercana ahora mismo para que venga a buscarme, pero incluso desde México es mucho tiempo. Siento los primeros síntomas de la pérdida de sangre, el mareo y la boca seca.
Llamo a la única persona que puede no solo encontrarme, si no también operarme.
*** En la línea de tiempo, estamos en el año que Aless encuentra a Gianna y los niños.