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Pocos conocen la verdadera historia de Mauro, pero yo soy uno de ellos, y debería haber frenado mi locura antes de haberle pegado el primer golpe. Mauro no es una persona como yo; tiene sus sentimientos y emociones en orden, pero en un frágil equilibrio, hasta que su propia mierda del pasado lo acecha, haciendo que todo se desborde en él convirtiéndolo en un monstruo inesperado. Cualquier miembro de La Cosa Nostra que su camino se cruce con él, ha debido escuchar por lo menos una vez, que cuando aparece el aniquilador, simplemente huye.
Mientras camino junto a Ann, siguiendo a mis primos, me esfuerzo por evitar su mirada, sintiendo un nudo en el estómago; el que solo ella puede provocar en mí. Me preocupa haberla asustado desatándome de esta forma tan salvaje. La maldita duda me consume por dentro. ¿Querrá alejarse de mí e irse con su padre? El deseo de que sea mía al fin, me concome la mente segundo tras segundo. La necesidad de que me escoja por encima de todo, tiñe mi interior de puro miedo,
Miedo, miedo, miedo, miedo, miedo... De nuevo, solo ella provoca estas emociones en mí, incluso una que no me agrada tanto.
¿Qué pasaría si un día, en un momento de locura, la hiriera? Y no hablo solo de una forma emocional, también físicamente. La idea de lastimarla se cierne sobre mí como una sombra, recordándome una vez más; lo poco que la merezco.
Mi corazón parece compartir una complicada custodia de mis latidos con ella. Cada uno de ellos son tan suyo como mío. Todo empezó con la adrenalina de perseguirla, por tomarme como un desafío la vez que me ignoró en aquella primera videollamada, y el hecho de que ella me utilizó para alejar al borracho en la despedida de solteros de Aless y Gia... Mi obsesión llegó, como todo en mi vida cuando trata de Ann, arrasando como un huracán. Pero todo reto tiene un final, y el mío fue descubrir que, detrás de la imagen de una princesa de la mafia, una asesina a sueldo y una médico prodigiosa; hay una mujer fuerte; una que, cada vez que me mira a los ojos, parece una bruja que conoce mis secretos más sucios y profundos, incluso antes de que yo mismo los descubra.
Cada susurro de mi ser me recuerda que ella ha creado un ancla que sostiene mi existencia. Mi vida cobra sentido a su lado. Sin ella, no hay un futuro al que desee ir.
Obsesión, obsesión, obsesión, obsesión, obsesión... Ann De Marchetti, que bien suena. Sono un stronzo¹
Antes de llegar al despacho donde está la cabeza de dragón de La Tríada, Ann detiene al Don y su subjefe con su suave voz.
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