Capítulo 41

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Veo a mi chica descender las escaleras con la barbilla en alto, liderando a su equipo con la confianza de una verdadera asesina

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Veo a mi chica descender las escaleras con la barbilla en alto, liderando a su equipo con la confianza de una verdadera asesina. Una oleada de orgullo me invade, y siento cómo la sangre se agolpa en mi ingle, lo suficiente como para que me acomode el miembro antes de que alguien note lo duro que estoy solo con verla.

Ann presenta su plan con una voz firme, cada palabra destilando seguridad, mientras sus amigas asienten en un silencio que habla más que mil palabras. Luca le pasa su teléfono, y observo a Benelli inclinarse sobre él, conectándolo a un ordenador con destreza.

—Solo me dejará localizarla si ella lo permite— murmura Benelli, absorta en la pantalla que brilla entre sus piernas.

La curiosidad me consume. ¿Quién es la verdadera 0? ¿Por qué las chicas parecen llenas de furia hacia ella? Y, lo más desconcertante, ¿por qué es un jodido fantasma?

—Dame las armas que tienes. Necesito asegurarme de que están listas para ser usadas. No puedo arriesgarme a fallar a mis hombres— ordena Mauro a Gatling.

Ella se levanta con determinación y comienza a descender hacia un sótano, sin darle una mirada ni esperar a que él la siga.

El zumbido de mi móvil interrumpe mis pensamientos, pero decido ignorarlo. Vibra nuevamente, y Ann se vuelve hacia mí, frunciendo el ceño con desdén. Su mirada me empuja a sacar el teléfono y ver que hay una llamada sin número.

—Parece que vuestra amiga ha decidido hacerse presente en mi teléfono— anuncio, mientras atiendo la llamada y la pongo en altavoz.

¿Cómo demonios tiene esta mujer todos nuestros contactos?

Pásame a Ann, no tengo tiempo para jugar con italianos ahora mismo— ordena 0 desde el otro lado, su voz implacable.

Ann toma el móvil, el aire a su alrededor se vuelve denso con la tensión de la conversación.

—Cero, te necesito— dice, y su tono no suena a súplica, sino a un reclamo.

Mi princesa pide, y yo acato. ¿Es eso lo que deseas?— responde 0, su tono arrogante.

—Me lo debes, después de todo— replica Ann, sin mirar a sus amigas, que observan con dudas en los ojos.

No te debo nada a ti ni a las otras zorras. Os lo devolví el día que me marché. Si no, os habría asesinado con mis propias manos.

—Menuda hija de puta— suena Ak desde el otro lado de la mesa, riendo.

—Entonces, ¿cuál es el precio por tus servicios?— pregunta Ann, una chispa de desafío en su voz.

Oh, veo que tus cuentas bancarias son interesantes. Si quisiera vuestro dinero, lo transferiría sola y os dejaría a cero. Ofréceme algo más generoso
—responde cero, su voz llena de determinación.

Srta.ColtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora