Capítulo 20

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¿Lleva unos calcetines de instituto? Dios cuide de mi lengua y no me haga decir nada de lo que tengo en mente viéndola con eso puesto y la camiseta que apenas le tapa algo

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¿Lleva unos calcetines de instituto? Dios cuide de mi lengua y no me haga decir nada de lo que tengo en mente viéndola con eso puesto y la camiseta que apenas le tapa algo.

—¿Qué quieres? No son horas para hablar— ¿qué quiero? Uf, que pregunta... Quiero todo de ella, incluso esa mirada disfrazada de enfado.

—Hablar, obviamente— se adelanta andando, como si no pudiese alcanzarla con un paso.

La sigo como una pantera y cuando va a tocar el suelo sucio, la agarro de la cintura con un brazo y la elevo, ella ahoga un grito y me fulmina con la mirada.

—Es para que no te ensucies esos calcetines tan...

—¿Tan qué? ¿A caso no son bonitos?— pienso bien lo que voy a decir para no incomodarla.

—Diría sexis, pero seguramente tú no te los has puesto con esa intención— ¿O sí?

La acomodo en el capó de uno de los coches que tiene Gianna en la parte trasera de las casas y me pongo delante de ella, notando claramente como sus pies cuelgan.

—¿Y por qué crees que no me los he puesto con esa intención? ¿Piensas que no puedo considerarme sexy?— me mantiene la mirada como una leona, y si se cree que yo voy a apartar la mía, lo lleva muy mal.

—Entonces...— le aparto el mechón de los ojos y me acomodo entre sus piernas, que ella inconscientemente abre para mí.— Te los has puesto para mí.

Su cara se llena de manchas rojas y el rubor empieza a florecer en su piel. ¿Nerviosa, tímida o avergonzada?

—No, no te creas mucho Dario, no hago nada por ningún hombre— dejo que sus palabras fluyan bien por mi cabeza y le agarro fuerte una de las rodillas.

—Así que ningún hombre— su pecho empieza a acelerar y su mirada está pegada a la rodilla que tengo en mi mano, su piel suave se blanquea todavía más por el agarre de mis dedos y disfruto de la tensión de sus músculos.—No me gusta que me metas en ese saco, creo que lo hemos dejado bastante claro en otras ocasiones, lo que provoca en mí que hables de otros hombres, sabiendo que a veces tengo nuevas emociones que aparecen por este tema.

Sus cejas se fruncen y su nariz se arruga como siempre.

—No volveremos a hacer nada, Dario. Yo también te lo he dejado muy claro en muchas ocasiones— intenta apartar mi mano de su pierna, pero me niego y le cojo también la otra.

—No te muevas y quédate totalmente quieta— sus ojos se abren con sorpresa y después pasan a algo diferente... ¿Miedo o excitación?

Sus manos tocan las mías y mis ojos vuelan a esas pequeñas caricias. Cuando me doy cuenta, está sonriendo.

—A veces quiero entenderte, pero nunca llego a hacerlo del todo— dice con voz suave y cariñosa, como la que usa con los niños o sus amigas cuando está feliz, y de alguna manera me hace sentir especial al pertenecer a ese grupo de personas que reciben eso de ella.—En ocasiones, entras en un parón mental y parece que respondas a mí, pero no estoy segura de ello.

Srta.ColtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora