Capítulo 7

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Termino de trabajar y ya es muy tarde, salgo de mi laboratorio y me lo encuentro dormido en el sofá

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Termino de trabajar y ya es muy tarde, salgo de mi laboratorio y me lo encuentro dormido en el sofá. Lo tapo con la manta y lo dejo descansar allí.

Subo a mi cuarto y caigo rendida.

Por la mañana temprano, bajo a desayunar y me encuentro a Darío a pata coja haciendo cafés. Y ojalá se pusiera una camiseta para no estar babeando por su espalda.

— Buenos días.— Se gira a mirarme y sus labios se curvan en una pequeña sonrisa.

—Buenos días, Ann.— Me pasa una taza de café y la tomo dudosa, pero a la que lo pruebo, sé lo observador que debe ser Darío, el café es perfecto y a mi gusto.

— Gracias, está estupendo.

Asiente y no dice nada, es raro y está muy callado.

— ¿Cómo te sientes?— Sus ojos verdes se clavan en los míos y me intimidan.— Digo, de tu pierna, quiero saber si está bien. Puedo revisártela.— Frunce las cejas y abre un poco la boca para hablar, pero la vuelve a cerrar. Realmente, odio este tipo de actitudes y más de alguien como él.

Sigo tomando mi café y lo ignoro por completo, hasta que siento que se mueve a mi izquierda.

Se sienta en el taburete de mi lado y abre sus piernas, mientras se posiciona mirándome de frente. Trago mi café lentamente, esperando su siguiente acción y mi respiración se tambalea cuando alarga su mano y arrastra mi silla entre sus piernas.

No me ha tocado ni un pelo, pero todo mi cuerpo siente su calor y la atracción que me tiene en vela por las noches.

— ¿Realmente te preocupas por mí? No como médico, sino como una mujer ajena a su profesión. ¿O me tienes miedo y por eso sigo en tu casa?

Lo miro a los ojos y respiro el oxígeno de su espacio personal, mezclada con su olor.

Podría decirle que me atrae, podría decirle que adoro como es conmigo y lo desconectada que me siento cada vez que tenemos una conversación, pero si quiero que se vaya para que mi familia no lo cace, tendré que mentirle.

— Como profesional.— Algo en sus ojos cambia totalmente, no parece ser él.

Siento un poco de miedo y adrenalina, pero no me muevo y lo sigo penetrando con mi mirada. Se pasa la mano por la mandíbula y chasquea la lengua negando con la cabeza.

— Veremos, Colt, veremos.— Mi nombre de THE7 me sorprende más que cuando me llama Ann, esta vez llamarme de esa forma se siente como dejar caer un muro entre nosotros.

— ¿Qué veremos?— Me paso la lengua por los labios secos y rezo para que no me diga alguna cosa más para ponerme nerviosa.

Lo peor es que, se levanta y no dice nada. Escucho como sube las escaleras cojeando y no sé por qué siento una chispa de decepción por no usarme como su bastón personal.

Pasan las horas y yo ya estoy lista para salir. Subo al cuarto de Dario y toco la puerta dos veces.

— Pasa.

Abro la puerta y me lo encuentro tapado hasta arriba.

— ¿Tienes frío? Puedo traerte más mantas o subir la calefacción.

Sus ojos conectan conmigo y luego se arrastran lentamente por toda mi cara y mi cuerpo. Llega a los pies y hace el mismo recorrido hacia arriba, sin preocuparse de que esto sea incómodo.

Me miro a mí misma y la inseguridad me posee desde los pies a la cabeza.

— ¿No estoy bien? ¿Quizá agradable?— Pregunto, esperando una vez más que alguien apruebe algo de mí.

— Acércate.— La voz de Dario me saca de mi enredo mental y mis pies se arrastran hacia su persona.

Cuando estoy cerca de la cama, su mano sale de entre las mantas y abre la palma esperando que pose la mía encima.

Una vez toco su piel, me acerca a él.

— ¿Te has arreglado tanto, para esperar que un hombre te llame "agradable"?— Me paso la lengua por mis labios secos y siento la calor de su mano dispararse entre mis dedos.

— Me has mirado raro.— Digo tranquilamente.

— Soy raro, Ann. Y si no tuvieras esa reunión, te obligaría a tener una cita conmigo.— Se me escapa una risita y siento un agradable calor en mis entrañas.— Realmente estás hermosa, cualquiera que se cruce contigo esta noche, será un afortunado.— Trago duro, cuando sus palabras se introducen en mí y sus dedos me acarician suavemente el dorso de la mano.

— Gracias, Dario.— Me da una pequeña sonrisa y asiente.— Venía para saber si querías cenar, podría pedirte algo a domicilio.— Suelta lentamente mi mano y yo doy una paso atrás.

Srta.ColtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora