¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Miro a Dario, y en ese instante, una avalancha de pensamientos me invade. Cada sacrificio que hemos hecho, cada batalla interna que he librado por estar a su lado, pesa sobre mí como una carga invisible. ¿Es egoísmo lo que siento por haber desatado toda esta guerra? Tal vez. Pero si lo es, sé con certeza que es el único acto egoísta que he cometido en toda mi vida. Aun así, lo haría todo de nuevo porque no me arrepiento lo más mínimo. Sacrificaría cada parte de mí, cada última célula de lo que soy, si eso significa que puedo volver a encontrar refugio en sus brazos, sentirme protegida bajo su calor. Amada, a su manera única, aunque él no lo entienda del todo.
Dario me ama, incluso si nunca lo ha dicho en palabras, incluso si piensa que él no puede sentir el amor, incluso si mil psiquiatras me lo negaran con cientos de informes, no hay manera de que cambien lo que siento en sus gestos, en cada mirada fugaz que me dedica. Y ese amor es más de lo que jamás podría haber imaginado, más profundo de lo que cualquier sueño me hubiera permitido tener. Y yo... Yo lo amo de una forma que nunca creí posible. Un amor que consume, que me arrastra, pero que también me da fuerzas para seguir adelante, sin importar lo que venga.
Apago cualquier pensamiento que pueda distraerme mientras nos dirigimos hacia la portón de hierro. A nuestro alrededor, todos están en sus posiciones, listos para lo que está por venir. El aire está cargado de tensión, de expectativas. Miro a Millan, nuestra francotiradora.
—Millan, ¿estás lista? —pregunto, consciente de que su respuesta marcará el inicio de lo inevitable.
—¿Y cuándo no?—responde con diversión—. Los hombres de Mauro están en posición. Solo esperan tu señal.
Un escalofrío me recorre la espalda, una mezcla de adrenalina y miedo. A mi derecha está Dario, el amor de mi vida, y a mi izquierda, Ak, mi mejor amiga y la persona en la que más confío. Estas dos personas son mi ancla, mi única razón. Con ellos a mi lado, no hay duda.
—Disparad a matar y volved a casa —digo, mi voz tensa pero decidida, un eco de lo que todos sentimos.
Sé que saldremos de esta, lo presiento, solo no quiero que nadie salga herido.
El caos irrumpe de repente. Los disparos rasgan el aire, seguidos de gritos desgarradores. Abrimos el portón y la escena estalla en un torbellino de fuego, humo y el penetrante olor a pólvora al que todos estamos acostumbrados. No hay tiempo para pensar, solo actuar. Mis movimientos son instintivos, precisos. Derribo a cuatro hombres en cuestión de minutos, pero mi mente sigue enfocada en un solo objetivo: mi padre. Necesito encontrarlo, verlo con mis propios ojos.
Con Dario protegiendo mi espalda y Ak disparando sin tregua, avanzo hacia adelante. Los disparos de Millan zumban sobre nuestras cabezas, rápidos y letales como avispas enfurecidas. Las explosiones sacuden el suelo a mi alrededor, señales de que Cero está haciendo lo suyo apartada del resto. Gatling, como una fuerza imparable, está luchando cuerpo a cuerpo, su fuerza visible entre el humo. Al mismo tiempo, el equipo de Ryu y Alessandro cubre a Mauro, que avanza con una determinación inquebrantable con sus hombres haciendo una matanza letal, mientras Kosta, se une a ellos con dos pistolas, una en cada mano y disparando sin parar. Más allá, Benelli y su equipo desmantelan a un grupo numeroso con precisión implacable.
Entonces lo veo. El coche de mi padre está apartado, con las luces apagadas, pero siento su presencia. Su mirada fría y calculadora me sigue desde la oscuridad, observando mientras todo el mundo lucha a su alrededor. Está ahí, demasiado enfermo para unirse a la batalla, pero presente, como un rey caído, incapaz de sostener su propio reino.
—Gatling, te necesito junto a Ben. Se acercan más coches por el oeste—avisa Millan por el comunicador.
Mis pasos no se detienen, avanzo directo hacia él, mi padre. Cuando estoy a apenas dos metros, bajo mis armas. Espero. Los segundos se sienten eternos hasta que finalmente la puerta del coche se abre. Sale con su bastón, su traje impecable de tres piezas, pero su aspecto ha cambiado. Su rostro está más pálido, y noto cómo ha perdido peso. Mi corazón se quiebra al verlo así.
—¿Por qué hiciste esto? —su voz es firme, pero desgastada—. Sabías en qué familia habías nacido, sabías lo que se esperaba de ti. ¿Por qué dejaste que tu compromiso avanzara tanto? —Hace una pausa, apoyándose en el coche, sin un ápice de miedo de que alguien le dispare. Ese es el Cabeza de Dragón de La Tríada—. Debiste haberte ido hace mucho, antes de darle cuatro años de falsas promesas a Inari Ming.
Sus palabras caen como dagas. Mi voz apenas sale cuando respondo.
—Lo siento —murmuro, mientras las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas.
Sus ojos, fríos como el acero, me miran con desaprobación.
—Han asesinado a tus hermanos —dice en un tono gélido, y entonces, sin cambiar su expresión, su mirada se desvía hacia el hombre detrás de mí—. Fue él, ¿verdad? Él los asesino, un jodido italiano—pregunta con odio ardiendo en sus pupilas, dirigiéndose a Dario.
No puedo hablar. El nudo en mi garganta es tan grande que las palabras se ahogan antes de salir.
—El amor nunca... —mi padre interrumpe sus palabras con una tos seca, debilitada por los años—. El amor nunca fue suficiente para construir todo esto —dice señalando a sus hombres, ahora siendo saqueados por los nuestros—. ¿Cuál es el verdadero motivo?
—Te romperé el corazón —susurro, apenas audiblemente, prefiero arrancarme la lengua que contárselo, y sé que deberé decírselo.
Sus ojos, cansados pero llenos de furia, me perforan.
—Me lo rompiste el momento que cruzaste esa puerta. El instante que decidiste asesinar a los hombres que iban a estar bajo tu mando, bajo el mandato de tu matrimonio. Recuerdo cuando tu madre me dijo que estaba embarazada de ti. Ya tenía cuatro hijos, pero contigo... —hace una pausa, su voz quebrándose por un instante—. Contigo pensé que estaba siendo bendecido. Nunca imaginé que reducirías a cenizas todo lo que construí.
Su ira crece junto con su voz.
—¿Quieres irte? ¡Vete! —grita, la desesperación brotando en sus palabras—. ¿Pero por qué tuviste que matar a tus propios hermanos? ¿Quién va a luchar ahora contra Inari? Todo se ha ido al infierno, y a mí solo me quedan un par de meses de vida. No tengo tiempo para reconstruir lo que destruiste. Dímelo, Li, dime, ¿en qué fallé? No fui el mejor padre, lo sé, maldita sea. Lo sé. Pero es todo lo que aprendí, es todo lo que me enseñaron.
Y a mí solo me quedan un par de meses de vida
Y a mí solo me quedan un par de meses de vida
Y a mí solo me quedan un par de meses de vida
Su mirada se oscurece, llena de resentimiento y dolor, igual que mi corazón.
—Siempre supe que te rodeabas de ese grupo de criminales. Nunca te detuve porque, en el fondo, me sentía jodidamente orgulloso de que las noticias se llenasen de ti sin saber que esa era mi jodida hija. Me reía cuando Interpol te buscaba y tu te paseabas en su cara como una reina, una reina que nació para este trono. Pensé que si te relacionabas con hijas de otras mafias, con un destino similar al tuyo, un matrimonio arreglado, aceptarías mejor tu situación. Pero en lugar de eso... me has matado antes de tiempo. Y eso... eso es lo más cruel de todo.
***
La conversación de Colt con su padre, siento que es la más necesaria de estos capítulos.
Ya sabéis, 100 votaciones/favoritos en esta cap, para desbloquear el siguiente.