Capítulo 16

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Las ganas que tengo de comerme a Ann no son ni medio normales, pero no la voy a tocar hasta que ella me lo pida

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Las ganas que tengo de comerme a Ann no son ni medio normales, pero no la voy a tocar hasta que ella me lo pida.

—Traeré algo para que comas y tomes tus medicinas, no intentes escapar, no saldrás de aquí hasta que termine de curarte y me cuentes todo sobre esas cicatrices— en sus ojos brilla algo como la decepción, pero ignoro el hecho de leerla, porque no se me da bien y procedo a abrir la puerta, pero antes de cerrarla, la escucho hablar alto y claro.

—Fue mi madrastra, ella es la que me hacía esto— retrocedo y vuelvo a cerrar la puerta.

No me mira, pero su vergüenza hace que quiera arrancarle lo que sea, que lleve encima de sus responsabilidades para que entienda, que las cicatrices no son importantes, lo importante es que entienda, que nadie debe hacerle daño y salir impune de ello. Mierda. Es una maldita THE7, y juraría que es el pilar más importante de esa organización, sin ella, probablemente las chicas hubiesen muerto hace tiempo. Y por si nos quedamos cortos, es la única princesa de La Tríada, la única mujer de sangre pura del primer rango de esa mafia. Debería entender, que nadie, absolutamente nadie puede tocarla.

—¿Por qué?— se tapa con la manta y me da la espalda, sus hombros tiemblan y sé que está llorando.

La dejo sola y salgo en busca de comida y de un móvil que no puedan localizar. He leído mucho sobre dar un poco de espacio a las personas cuando se sienten vulnerables, aquí puede ser todo lo que quiera, aquí puede llorar y gritar. Puede desahogarse sin preocuparse de lo que la gente pueda opinar. Porque jodidamente, nadie va a juzgarla.

Como no quiero que nadie de mis hombres le cocine, me pongo manos a la obra y preparo nuestra cena. Hago pasta a la boloñesa y preparo un jugo de arándanos. Organizo la mesa y tomo sus medicinas.

Subo las escaleras y abro la puerta, está sentada con las piernas por fuera de la cama, es tan pequeña que sus pies cuelgan, me guardo esa imagen en mi cabeza.

—Vamos a cenar— me mira y sus preciosos ojos están rojos, y siendo china con los ojos hinchados apenas se le ven las pupilas. Si fuese otro momento, me burlaría de ella.

—¿Puedes darme un cepillo de dientes y puedo ducharme?

—Claro

Me acerco a ella y le ofrezco mi mano, que mira un par de segundos hasta que la toma. Sus dedos se clavan en mi piel y siento que la electricidad nos recorre a ambos.

La ayudo a levantarse y la llevo al baño. Le doy un cepillo, un par de toallas y espero que me eche.

—Puedo quedarme, si lo necesitas— me mira a los ojos y por Dios, me pondría de rodillas ahora mismo si me lo pidiese.

—No, estoy bien, no tardaré más de 10 minutos

Salgo de la ducha y la espero contando cada segundo.

Cuando voy a abrir la puerta porque han pasado los 10 minutos, ella sale con una toalla en el pelo y es la primera vez que su flequillo no está y es mucho más hermosa con la cara despejada.

Srta.ColtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora