Capítulo 34

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Llegamos a un bar en una carretera que solo Dios debe conoce su existencia, bajamos de los coches y noto que tres guardias custodian a Gianna

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Llegamos a un bar en una carretera que solo Dios debe conoce su existencia, bajamos de los coches y noto que tres guardias custodian a Gianna.

—¿No sería mejor que te quedaras fuera de esto?— le pregunto a la mujer del Don mirando su barriga.

—Sigo siendo eficaz para luchar a larga distancia— dice con una sonrisa orgullosa.—Además, se trata de la vida de dos de mis amigas, no las abandonaré— dice seria mientras mira la puerta del bar.

—Pones en riesgo a tu hija— le digo sin más avanzando hacia delante.

Gianna me agarra del brazo para detenerme y Aless mira la mano de su mujer con sorpresa.

—Un día juré que nunca iba a dejar que consiguieras lo que más querías, sabía que era ella. Estaba herida por lo que me hiciste, pero al final, me diste algo por lo que odiarte y a la vez, respetarte— dice mirándome a los ojos.

—Puedes seguir odiándome, no me importa lo más mínimo.

—Solo quería decirte que... Que quizá, después de todo, te debo un agradecimiento por haberme marcado tú, que no hubieras dejado que mi marido lo haga, fue un resentimiento que me ahorraste con el padre de mis hijos— dice bajando la mirada.

Cojo su mano y la saco lentamente de mi brazo, bajo la mirada de sus guardias y la mirada de mi primo Aless.

—Y a pesar de hacer eso por vuestra relación, nunca apoyaste la mía. Por lo que me da igual tus sentimientos encontrados hacia mi persona.

Antes de seguir avanzando, su voz vuelve a sonar.

—Eres mi familia— me giro ante tal afirmación y la sorpresa me invade en el interior de mi estómago— Y si te hace feliz estar con mi amiga, participaré en esta guerra hasta que ella sea una De Marchetti— Gianna sentencia nuestra conversación adelantándome mientras que Aless se queda viendo a su mujer.

—Abandona el rencor, Dario. No estoy aquí porque te debamos un favor, estoy aquí como tu primo y amigo— dice Alessandro sin mirarme— No abandono a mis hombres, menos a mi familia.

Ignoro sus palabras porque de alguna forma u otra han impactado en mí y no quiero desconcentrarme.

Entramos a un bar viejo y medio lleno de motores chinos. Al final del establecimiento vemos a tres hombres trajeados, reconozco a uno inmediatamente; es el menor de los Shinoda, el niño que vino a supervisar los hombres de Gatling en la isla privada de Gianna cuando estuvimos luchando contra los albaneses. Pero eso no hace que mi atención no se desvíe a la cabeza de la Yakuza, un hombre apuesto, con una coleta atada en lo bajo de su cabeza y algunos mechones sueltos por su frente, la mirada penetrante que nos da y la sonrisa traviesa me confirma que es Ryu Shinoda.

Los saludos son cortos y las presentaciones iguales, pero Ryu no duda en besar el dorso de todas las mujeres, incluida la mano de Gianna, con Alessandro agarrándole la cintura. Una tensión que no paso inadvertida. Si Ryu se atreve a saludar a mi Ann de esa forma, le corto la maldita cabeza.

Srta.ColtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora