Capítulo 49

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Después de la cirugía de Mauser, una pesada realidad se cierne sobre mí, y la urgencia de tomar cartas en este conflicto se convierte en mi prioridad

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Después de la cirugía de Mauser, una pesada realidad se cierne sobre mí, y la urgencia de tomar cartas en este conflicto se convierte en mi prioridad. La mirada de terror de M reflejaba lo que todos deben estar pensando; es hora de terminar con esto. Mis amigas, siempre leales, se están adentrando en una guerra que no les incumbe, arrastradas por mi amor por Dario. Sé que son mis aliadas y que, cuando creamos The 7, fue también para apoyarnos en estas situaciones haciendo que nuestros lazos sean más fuertes que nunca. Pero no puedo permitir que se expongan a un peligro que únicamente me pertenece a mí.

Probablemente no sean las mujeres más buenas del mundo, pero son las únicas que conozco. Cada una tiene aspiraciones y sueños por los que luchan para alcanzar, que merecen vivir sin la sombra de mis problemas sobre ellas. 

Si alguien me preguntara sobre la lealtad que me tienen estas asesinas,  solo tendría que pensar en Millan embarazada de su niña, empuñando un rifle francotirador; en Gatling, cruzando fronteras prohibidas para ella, arrastrando consigo al rey y a los príncipes de la Yakuza; en Mauser postrada en está mesa, recién operada después de luchar por su vida; en Benelli, que regresa a Asia sabiendo que su cabeza vale más que un pequeño país; y en M, desafiando abiertamente al Cartel mexicano al entrar en esta guerra. Les hablaría de mi mejor amiga, de la rusa desquiciada que ayudó a Dario a matar a los que iban a ser los herederos de La Tríada, arriesgando las relaciones entre los chinos y la Bratva. Incluso mencionaría a la desertora de The 7, apareciendo después de casi ocho años sin saber nada de ella. Entre todas las personas despiadadas, las elegí a ellas para ser mi familia.

La linea entre proteger a mis amigas o luchar por estar con el capo de Chicago cada día se difumina mas. Me siento como en una encrucijada, un punto de no retorno cuando trata de Dario; si no es con él, no será con nadie.

La idea de perder al amor de mi vida o a una de mis amigas, de ver cómo la luz de sus ojos se apaga por mi culpa, me aterra. Con una determinación renovada, decido que es el momento de demostrar porqué soy una Quin.

Me lavo la cara en el baño, sintiendo el agua fresca resbale por mi piel como si cada gota pudiera arrastrar mis problemas. Respiro profundamente, contando lentamente hasta diez, dejando que el aire llene mis pulmones despejando mi mente. Al salir, cierro la puerta detrás de mí, y me encuentro con Dario, que está apoyado contra la pared, mirando al techo con una expresión en blanco, como si no estuviéramos en el mayor conflicto de nuestras vidas. Solo la personalidad de este hombre podría portar esa elegancia y tranquilidad en una situación como está. 

—Necesitas descansar. —le digo, acercándome a él, sintiendo cómo la preocupación se asienta en mi pecho. —Tienes unas ojeras tan marcadas que parece que no hayas comido ni dormido en días. Estás horrible. —añado, dándole un pequeño empujón con el hombro.

Al fin, su mirada abandona el techo y gira su rostro hacia mí, y con una sonrisa me acaricia suavemente la mejilla con el dorso de la mano.

—Así que, ¿mi novia me está diciendo que estoy feo? —dice, su voz cargada de diversión, mientras que el destello de sus ojos me provoca dos infartos por minuto.

Srta.ColtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora