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Becky

Han pasado dos años de aquel hecho, ahora tengo dieciocho, vivo en un apartamento junto a Irin porque tiene miedo de que me termine haciendo daño.

Me dijeron que el dolor disminuiría con el tiempo, pero eso no ocurrió, siento como si hubiera sido ayer cuando perdí a mi mejor amiga.

Me siento vacía, no entiendo por qué sigo aquí, mi lugar es a su lado, o al menos eso creo.

Cierro los ojos pero rápidamente los abro al notar que alguien entra por la puerta del apartamento.

Irin me observa con una sonrisa, sabe que me siento mal, pero intenta animarme.

—Oye, no puedes quedarte ahí por siempre —Dice, ruedo los ojos y los vuelvo a cerrar—. Es en serio.

—¿Quién lo dice? —Pregunto aún con los ojos cerrados.

—Yo lo digo, levántate que iremos a la fiesta de cumpleaños de Heidi—Es lo último que dice antes desaparecer para ir a su habitación.

Me levanto del sillón con un suspiro de frustración y me quedo mirando la televisión unos segundos.

No quiero ir, pero sé que Irin sí lo quiere hacer, y no le parece bien dejarme sola por un tiempo.

Camino hacia mi habitación y observo el armario, para luego obviamente abrirlo, y mi corazón se acelera al encontrar aquella camisa blanca que usaba esa noche.

Los recuerdos van y vienen, la sangre de la herida de Sam aparece por unos segundos en mis recuerdos. Cierro los ojos esperando a que todo aquello se vaya, y cuando lo hace simplemente siento una lágrima caer por mi mejilla.

Recuerdo que Irin me dijo que debía tirar aquella camisa blanca, pero no lo hice, la lavé una y otra vez para sacar los manchones de sangre, y cuando lo logré, simplemente había hecho que los demás dejen de verlos, porque yo la miraba, y allí estaban, no se iban por nada.

Opto por un vaquero de jean, y una camisa negra, junto a unos zapatos del mismo color.

Me cambio en el baño de mi habitación, y al salir, noto a Irin ya cambiada sentada en la cama. Me sonríe, seguro piensa que ya estoy mejorando, pero yo no lo creo.

Debo ir al psicólogo dos veces a la semana, recuerdo que las primeras sesiones no decía absolutamente nada, cada vez que el señor me preguntaba yo simplemente lo ignoraba, o le respondía con otra pregunta a cerca de su vida.

«—Rebecca, mira... es tu elección hablar, si tú no lo haces no podré ayudarte, no podrás ayudarte —Dijo, niego con la cabeza conteniendo las lágrimas por unos segundos hasta que no pude más.

—No hay forma de hacerlo, nadie puede ayudarme —Susurro ocultando mi rostro con las palmas de mis manos, y siento como las lágrimas caen por mis párpados»

—Bec —Dice Irin llamando mi atención, no me di cuesta del momento en el cuál se levantó y caminó hacia la puerta de la habitación.

—¿Sí?

—Vamos —Es lo último que dice antes de desaparecer por el pasillo, suspiro y voy tras de ella.

Conocí a Heidi un año después de que Sam se haya ido, ella era una alumna nueva en el instituto, pero me costó mucho crear una amistad con ella, bueno, creo que a ella le costó más crear una amistad conmigo.

Al salir del hotel, caminamos hacia el estacionamiento para luego subirnos al auto de Irin. En el asiento del copiloto simplemente me dispongo a mirar por la ventana en silencio, viendo como el día se encuentra un tanto nuboso, en cualquier momento lloverá.

Nos mantenemos en silencio, y no es incómodo, a decir verdad le agradezco eso a Irin, no quiero hablar de nada, simplemente quiero quedarme allí mirando por aquella ventana, viendo como pequeñas gotas de lluvia comienzan a caer del cielo.

Al llegar Irin estaciona su auto en el estacionamiento que hay abajo del hotel, y comenzamos a caminar hacia las escaleras, para luego entrar al ascensor y presionar el botón que nos lleva a el piso en el cual se encuentra Heidi.

Escuchamos la música, y a decir verdad no está alta, pero espero que los vecinos no se quejen, no quiero terminar en la cárcel.

Golpeamos la puerta del apartamento, y casi al minuto nos abre Heidi, quien se encuentra vestida con un vestido negro.

—¡Hola! —Nos saluda con amabilidad, le sonrío y veo como Irin le tiende una cajita envuelta con papel de regalo—. Oh, gracias, pasen.

—Feliz cumpleaños —Es lo único que digo antes de entrar, y ver como muchas personas se encuentran en aquel apartamento, ya sea bailando, bebiendo o riendo.

No me lleva mucho tiempo perder a Irin de vista, ya que la chica se pierde entre la multitud, al igual que Heidi. Lo bueno, es que logro divisar a Heng a lo lejos, camino hacia él y le sonrío.

—Hola —Él parece sorprendido de que esté allí, pero rápidamente puedo notar felicidad, al parecer también cree que estoy mejorando.

Muchos creen que lo hago, que cada día me levanto y estoy un poco mejor, pero no, yo siento que sigo igual, sigo igual a aquella noche.

—Hola, Becky —Me sonríe, y me da un beso en la mejilla—. ¿Cómo estás?

—Bien —Miento—. Hace tiempo que no concurro a fiestas.

—Lo sé —Es lo que dice.

Se crea un silencio un tanto incómodo entre nosotros dos y decide irse con la excusa de buscar a Irin

Suspiro mientras busco con mi mirada algo de comida, y al notar que no hay nada decido caminar hacia la cocina.

Allí encuentro sandwiches y sonrío, un cumpleaños no es cumpleaños sin los sandwiches, el pastel, y obvio, el cumpleañero.

Comienzo a comer mientras me siento en una de las sillas, y casi al instante me comienzo a atragantar.

La chica delante de mí me ayuda, y luego me observa por unos segundos, se da media vuelta y se pierde entre la gente.

Mi corazón se encuentra acelerado, las lágrimas quieren salir de mis ojos, y todo a mi alrededor gira.

No puede ser, debe ser ella, es completamente idéntica.

—Sam... —Susurro intentando recuperar el oxígeno que perdí.

Aún te recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora