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Becky

Pasar todo el día sin ver a Freen es, literalmente, bastante extraño.

Creo que me acostumbré a tenerla cerca.

Irin a vuelto a hablar con Noey, y la chica le dijo que aún no se sentía preparada para contarle lo que le había sucedido. Por mi parte, tanto Irin como yo nos pedimos perdón mutuamente por la noche anterior.

Las clases sin Sarocha resultaron aburridas, miré muchas veces su banco como esperando que milagrosamente apareciera, pero eso no pasó.

Sarocha Chankimha ¿Qué me hiciste? ¿Por qué pienso en ti absolutamente todo el día?

Oh, lo recuerdo, porque te amo.

Me encontré muchas veces a Heidi en los pasillos, pero ninguna de las dos nos dijimos alguna palabra, básicamente actuamos como si la otra no existiera.

Me concentro en Irin, nos encontramos ella, Noey y yo jugando a las cartas. Puedo notar que Irin me sonríe, y alzo el ceño sin entender.

—Ups —Dice antes de tirar el comodín y lograr que deba agarrar cinco cartas del maso, la miro mal y comienza a reír.

—No le veo nada de gracioso —Digo y noto que me toca un comodín—. O tal vez sí.

No demoro en tirarlo, y ganarme una mirada de parte de Noey. Comienzo a reír y ella se mantiene pensando mientras agarra las cartas.

Irin ganará la partida, o eso creo.

Noey deja de pensar y tira una carta, logrando que Irin no pueda tirar. Puedo ver como mi mejor amiga la mira mal, tanto que parece que en cualquier momento dejará las cartas y la golpeará.

Tiro yo una carta cambiando, y Noey vuelve a hacer aquello.

—¡Eso es trampa! —Dice Irin mirándola mal, comienzo a reír al igual que Noey.

—No lo es, ¿No sabes perder? —Pregunta.

—La partida no ha terminado —Agrega Irin.

El juego continua, y Noey tira la carta para que Irin deba agarrar dos cartas del maso, pero la chica tira otro dos, yo también lo hago, y cuando parece que Noey deberá agarrar seis cartas del maso, la chica tira otro dos.

—¿Qué? ¡No! —Grita Irin furiosa, mi risa se escucha por toda la sala de mi apartamento. Podría jurar que la chica está a punto de arrancarse el cabello de la frustración.

—Lo siento, bebé —Dice Noey, Irin la mira mal y continuo riendo.

Al final la partida la terminó ganando Noey, y comenzaron a discutir ella y Irin, ya que la chica la acusaba de hacer trampa. Igualmente, como todas sus discusiones, no se gritaron ni nada, simplemente se tomaron con humor todo.

Me concentro en mi teléfono mientras me recuesto en el sillón, Noey está sentada en el otro, y Irin se encuentra en la cocina buscando algo para comer.

—¿Sabes qué le sucede? —Me susurra Noey, niego con la cabeza aunque sé a qué se refiere—. Pero si ni siquiera te dije...

—No puedo decírtelo yo, Noey. Debes esperar a que ella te lo explique —Digo, la chica a mi lado asiente y continuo en mi teléfono.

"Hola, bebé" le mandé a Freen, sin embargo, la castaña no se ha dignado a contestarme.

Debe estar ocupada -pienso-. recuerdo que me dijo que su madre le gusta que ella esté desconectada y la ayude en la jardinería, así que seguramente debe estar haciendo eso.

Aunque... ¿Nunca sintieron que algo mal está a punto de pasar pero no saben qué? Porque así me siento ahora mismo.

Irin vuelve de la cocina con la pizza ya cortada, es obvio que no la hicimos nosotras, pero existe el delivery y eso siempre nos salva.

—Esto de comer pizza cada vez que hay visita es genial —Dice Irin con una sonrisa, asiento y mira que estoy ocupando todo el sillón—. Muévete si no quieres que me siente encima de tus piernas.

Niego con la cabeza y dejo las piernas de un lado para que Irin se pueda sentar. Comenzamos a comer y escucho atenta a las chicas hablar sobre lo que tenían pensado hacer para el día siguiente.

A la noche se irán a una cita que Noey tiene planeada, ya que la anterior salió mal. Mientras yo por mi parte simplemente me quedaría en la casa, ya que no tengo a mi tailandesa conmigo.

De verdad la extraño, y no ha pasado ni siquiera un día.

Me levanto y camino hacia el balcón del apartamento, sintiendo un poco el viento golpearme. La luna brilla bastante en el cielo, junto a las estrellas.

Recuerdo cuando con Samanun nos quedábamos mirando el cielo, era bastante lindo, simplemente nos manteníamos en silencio, sin decir ninguna palabra, pero ese momento sin duda alguna es uno de mis mejores recuerdos.

Sam, aún te recuerdo, como recuerdo aquella vez que me confesaste que estabas rota.

Siento que alguien se acerca a mí por lo cual miro hacia atrás, Noey me sonríe y se pone a mi lado, mirando la luna.

— Irin fue a hacer un par de compras —Avisa, asiento con la cabeza sin dejar de mirar el cielo.

—Es lindo ¿no? Mirar las estrellas por la noche, es como si todas estuvieran unidas para un mismo objetivo, brillar —Digo sonriendo, recordando aquellas palabras de Sam.

—Eso mismo me dijo Sarocha una vez, según tengo entendido esa frase se la dijo Sam —Dice, asiento con la cabeza sonriendo.

—Sam nunca se irá de nuestras vidas, muchas veces me entristece recordarla, pero me doy cuenta que yo quiero seguir haciéndolo. Ella fue y siempre será alguien importante en mi vida, aunque ya no esté presente —Digo, Noey asiente.

—Sarocha siente lo mismo que tú, tal vez por eso quiere saber que pasó en la muerte de su prima —Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo al escuchar aquello.

—¿Q-qué? —Pregunto mirándola.

—Sí, Sarocha fue a la casa de su madre, la tía de Sam, porque le contarán qué sucedió en la muerte de la chica —Admite Noey, la miro con los ojos completamente abiertos y asiento.

—De-debo irme —Digo sin más, y camino por el pasillo en silencio, saliendo del apartamento, dejando a Noey allí completamente sola.

«No me olvides» se repite una y otra vez en mi cabeza, sin parar. «Ella era un ángel, y como todo ángel debió regresar a su hogar» comienzo a escuchar en mi mente.

Todo gira a mi alrededor, y no noto el momento en el cual las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas. No suelto ningún sollozo, simplemente camino como puedo, agarrándome de las paredes a mi lado.

Llego al ascensor y apreto el botón, esperando que el mismo se abra. Al hacerlo, entro y siento todo girar.

«Sin duda alguna eres una de mis personas favoritas» recuerdo el momento en el cual me dijo aquello, unos días antes de irse.

Aprieto el botón para ir al primer piso y la puerta del ascensor se cierra. Me recuesto en el suelo del mismo comenzando a sollozar y llorar aún más fuerte.

«Si un día debo partir, y tú estás aquí aún, quiero que seas feliz» Se repite una y otra vez en mi mente.

Te extraño, Sam, tu muerte fue hace casi tres años, y sigue teniendo un gran peso en mi vida.

Mi teléfono vibra y siento miedo de ver el mensaje, con las manos temblorosas enciendo la pantalla y me aparece un mensaje de posiblemente mi futura exnovia.

"Lo sé, Rebecca".

Aún te recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora