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Heidi

Las lágrimas caen por mis mejillas, y mi pecho duele, mucho. Las veo a ambas mirarme sin entender absolutamente nada, por lo cual me alejo de ambas y camino hacia el televisor.

Entre los CD, hay uno que me lo sé de memoria, es el vídeo que miro todas las noches antes de dormir, para recordar por qué lo hice, para recordarla a ella, su voz.

Pongo el CD en el DVD, y apenas entra en el televisor aparece la imagen de Sam, pausada. Veo a Rebecca mirar la pantalla en silencio, al igual que Sarocha, les señalo a ambas que se sienten y lo hacen, quitando las lágrimas de sus mejillas con las yemas de sus dedos.

—Hola —Es lo primero que se escucha, Sam sonríe—. Sé que sonará extraño, y a la vez un tanto cliché, pero si estás escuchando esto es porque ya no me encuentro a tu lado.

Conozco a la perfección aquellas palabras, yo misma estuve a su lado cuando grabó aquél vídeo de despedida.

—¿Qué hago aquí? Vengo a contarles el porqué de mi ida —Agrega la chica—. Espero que no te moleste que llore en este vídeo, porque seguramente lo haré. Bueno...

Escucho a Rebecca suspirar mientras mira el vídeo, las lágrimas caen por su mejilla pero en silencio, la chica no dice absolutamente nada. Mi mirada va hacia el televisor nuevamente y siento mi corazón romperse por una vez más, nunca superaré aquello.

Nunca superaré tu muerte, Samanun.

—Hace aproximadamente un mes me diagnosticaron una enfermedad al corazón —Dice, y me doy cuenta que tanto Armstrong como Chankimha dejaron de respirar por un momento—. Gracias a dicha enfermedad debo tomar medicamentos, pero lamentablemente es incurable. Hablé con muchos doctores, preguntando si se podía hacer algo, pero me lo negaron.

—No puede ser cierto esto —Dice la castaña rompiendo en llanto, veo como la pelinegra la abraza aún mirando al televisor.

—Me dieron aproximadamente unos tres meses de vida, pero ese tiempo cada vez se va acortando más. Cada vez me voy sintiendo más rota —Lo último lo dice en forma de susurro, las lágrimas comienzan por su mejilla, para luego desaparecer al caer en la cama donde estaba grabando aquel vídeo—. Estoy rota, mi corazón está roto.

Las lágrimas vuelven a salir de mis ojos, mientras un recuerdo lentamente va apareciendo. Me siento mal, muy mal.

Me siento culpable, aunque ella me haya pedido que lo haga.

Entro a la casa de Sam junto a ella, reímos una y otra vez por el vídeo que me mostró en el teléfono.

—Amo tu risa —Admite, por lo cual siento mi corazón acelerarse.

—Gracias —Respondo tratando de parecer lo suficientemente fuerte.

Sam me pidió que seamos amigas, y debo respetar aquello, pero duele. Cada vez que me mira, sonríe o incluso habla, duele mucho.

—¿Estás bien? —Pregunta, asiento sacando una sonrisa.

—Sí, estoy bien, be... Sam —Digo, siento mis mejillas arder, pero luego me calmo cuando Sam me regala una sonrisa.

—Iré a la cocina a buscar algo, puedes ir al cuarto, si quieres —Dice, asiento.

Subo las escaleras de la casa, y camino por el pasillo hasta llegar a su habitación, antes de entrar escucho que Sam me llama desde la planta baja, pero no le presto atención, seguramente me hará la clásica broma de hacerme bajar para decirme "¿Qué? Yo no te llamé"

Es una idiota, una idiota linda, una que me gusta, mucho.

Ya en la habitación, encuentro papeles encima de la pequeña cómoda de madera, por lo cual alzo el ceño. Cuando los tengo entre manos, noto que son del Hospital.

Mi corazón late rápidos al leer aquello, enfermedad terminal.

—Hei... —Dice Sam detrás de mí, en la puerta, giro hacia ella.

—¿Cuándo tenías pensado decírmelo? —Pregunto, ella baja la mirada.

—Lo siento, yo... —Dice, pero antes de que pudiera continuar ya me encuentro abrazándola.

Lloro como nunca lo he hecho, me duele demasiado todo. No es justo, ¿Por qué ella? No se lo merece, siempre ha sido buena, siempre ha estado para todos.

—Estoy rota —Suelta, y mi mirada va hacia la suya—. Necesito que te alejes de mí, te dolerá más cuando deba partir.

—No, bebé, no digas eso —Pido entre lágrimas, Samanun se separa de mí y se sienta en la cama, sus ojos se encuentran llorosos.

—Cada vez me queda menos tiempo, y cada vez me siento más mal. Me levanto con dolores, mi corazón duele mucho. Paso la mayoría del tiempo dentro del Hospital, y lo odio —Dice entre lágrimas, me acerco y me pongo en cuclillas en el suelo, para que su mirada se encuentre con la mía—. Quiero morir ya, estoy rota, no tengo arreglo, Heidi. No quiero pasar en un Hospital siempre, no quiero sufrir más.

Y aquellas palabras me marcaron, mucho, lo suficiente para cumplir lo que me pidió.

—No tengo idea de quién esté del otro lado de la pantalla —Dice Sam en el vídeo que se muestra en el televisor—. Pero... si eres Laura, tía, gracias por todo, siempre estuviste desde el primer momento. Si eres mamá, me queda decirte que lo lamento, lamento no haber sido lo suficientemente fuerte para quedarme un poco más en este mundo.

»Si eres Heidi, y estás repitiendo esto porque sientes que ya no estoy, déjame recordarte que sí lo hago. Siempre estaré junto a tí, eres de lo mejor que ha estado en mi vida. Te amo mucho.

»Si eres Sarocha, prima... gracias por haberme enseñado tantas pero tantas cosas en esta vida, gracias por haberme acompañado un millón de veces a aquella montaña alejada de la ciudad. Pero sobre todo, gracias por haber estado en mi vida, por haberme hecho feliz, alegrado muchas veces en las cuales estaba triste, por haberme mimado muchas veces. ¿Lo recuerdas, Freen? Cuando peleábamos en aquella fuente, en el medio del acuario, robabas las monedas, o muchas veces lo hacía yo solamente para echarte la culpa luego. Te amo mucho, prima. Recuérdalo siempre.

Oigo como Sarocha suelta un sollozo y oculta su rostro con ambas manos. Y miro a Rebecca, quien se encuentra mirando el vídeo en silencio.

»Si eres tú la persona que está viendo esto, Becca, quiero decirte que sin duda alguna me mostraste la felicidad. Quiero pedirte que nunca me olvides, pero cuando me recuerdes que no lo hagas con tristeza, hazlo con felicidad ¿sí? Gracias por haberme enseñado que el amor es sin duda de lo mejor en este mundo, por haberme demostrado que nuestra amistad es la mejor que pudo haber ocurrido. Becky, quiero pedirte que seas feliz con alguien que te haga sentir así. Y recuerda, mira las estrellas, porque entre ellas estaré yo.

El vídeo termina con Samanun sacándose las lágrimas de su mejilla con la yema de sus dedos y luego sonriendo.

La sala entera queda en silencio, y veo a Rebecca, quien es la primera en levantarme.

—Me quiero ir a casa —Dice con la voz quebrada, ni siquiera me mira.

—Yo te llevo, bebé —Responde Sarocha, también con su voz en aquel estado.

Las veo salir del apartamento y siento la necesidad de llorar, y lo hago, como ya lo he hecho muchas veces.

No aguanto más, necesito verla.

Sam, donde quieras que estés, muy pronto estaré contigo.

Aún te recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora