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Becky

Estoy rota.

Eso es lo que suelo decirme cada vez que me siento mal. Aquellas simples palabras salieron de la boca de Sam, casi tres años atrás.

Recuerdo cuando me lo dijo, no había entendido el por qué, y aún no logro entenderlo. Sin duda alguna aquellas palabras me marcaron, tanto que suelo recordarlas en los momentos tristes.

Irin me intenta animar, pero se le vuelve imposible, la chica ha intentando sacarme una sonrisa en todo el día, aunque no tuvo resultado alguno.

La chica me mira con una mueca, pero la intenta disimular sonriendo después de unos minutos.

—Le avisaré a Noey que no puedo salir con ella hoy —Dice sacando su teléfono, a lo cual niego con la cabeza.

—No, debes ir. Yo estaré bien —Aseguro ocultando mi rostro en la almohada del sillón. Me encuentro acostada ahí, y no tengo intenciones de ir a mi habitación.

—Becky, hoy no fuiste a estudiar, pasaste todo el día en el sillón llorando, definitivamente no estás bien —Dice, y puedo notar que sus ojos están cristalizados, pero no deja que ningúna lágrima salgan de los mismos.

Se está conteniendo, por mí. Seguro piensa que debe ser fuerte, pero yo lo único que siento en este momento, es que no importa cuánta fuerza me den las personas a mi alrededor, nunca lograré levantarme y sonreír nuevamente.

—Si estoy bien —Digo con la voz rota, siento que todo está así, roto.

Irin se mantiene en silencio y luego decide por fin irse del apartamento, me pareció extraño que haya confiado en mi palabra, pero al menos me alegra de cierta manera que saldrá con Noey y la chica la hará sonreír.

Irin merece ser feliz.

Mantengo mi rostro oculto en la almohada sintiendo las lágrimas salir de mis ojos libremente. No he podido escribirle a Freen, me siento mal al pensar que ella sabe la verdad, y no creo tener el valor suficiente para enfrentarla.

Escucho que alguien golpea la puerta por lo cual me levanto lentamente del sillón y camino hacia la misma con la misma velocidad.

—¿Quién es? —Pregunto sin obtener respuestas.

Alzo el ceño y decido abrir lentamente.

Mi mirada se encuentra con la suya y siento mi corazón acelerarse. Sarocha me mira, y no logro divisar ningún tipo de emoción en su rostro, no sé si se encuentra triste o feliz.

—¿Puedo pasar? —Pregunta de manera neutral, asiento suspirando y me muevo a un lado, dejando que entre.

Irin sabía que ella vendría, por eso me dejó sola -Pienso-. Debí suponerlo.

—¿Qué necesitas? —Pregunto sintiendo mi voz quebrada mientras cierro la puerta.

—Hablar —Es lo único que dice.

Siento una tensión entre ambas, y duele. Ninguna de las dos sonríe, ninguna de las dos tiene intención de hacerlo, siento que ambas estamos igual de rotas.

—¿Cómo...? —Pregunto, ella suspira sentándose en el sillón.

—Mamá me lo contó —Explica mientras pone ambas manos en su rostro—. Le mostré una foto tuya, y te reconoció.

Asiento con la cabeza mirando al suelo, cabizbaja, ya que no puedo tener contacto visual con ella por mucho tiempo, me rompería en llanto ahí mismo.

—Rebecca, tú... —Susurra levantándose y acercándose a mí lentamente, pero apenas me doy cuenta de aquello me muevo lejos.

—Lo siento, ¿sí? —Digo ya sintiendo las lágrimas caer por mis mejillas—. Todo es mi culpa.

—Bec, no fue... —Dice, pero no puedo aguantar esto, no puedo escuchar a más personas decir aquello.

—¡Sí lo fue! —Grito llorando, recortando mi espalda en la pared—. T-tú no lo entiendes, no estabas allí. F-fue mi idea salir de la fiesta, Sam no quería, pero la convencí.

Las lágrimas caen por mis mejillas recordando todo aquello, y no me doy cuenta el momento en el cual me siento en el suelo aún con la espalda recostada en la pared.

—Y-yo me siento culpable por su muerte. Todos tratan que eso no sea así pero simplemente lo siento. Todos los días me levanto recordando que Sam murió en mis brazos, y que su asesino nunca fue encontrado —Digo llorando, Sarocha se sienta a mi lado, pero sigo sin mirarla a los ojos.

—Becky, bebé... —Intenta, pero niego con la cabeza.

—No me digas bebé, fue mi culpa que tu prima haya muerto —Digo, y sé que mis palabras fueron los suficientemente fuertes, porque escucho como Sarocha comienza a sollozar.

—Bebé, mírame —Pide con la voz quebrada.

—No puedo, Sar —Digo llorando, aún con la vista en el suelo.

—Por favor —Pide levantando mi rostro con un dedo en mi barbilla lentamente, logrando que nuestras miradas se crucen—. Bebé, no fue tu culpa.

—Sí lo fue —Respondo con la voz quebrada.

—No, no lo fue. Tú no sabías lo que pasaría al salir de aquella fiesta, nadie puede saber el futuro. No sabes que si te hubieras quedado allí algo parecido podría haber pasado luego, porque nadie sabe el futuro. Bebé, no fue tu culpa —Dice mientras sonríe débilmente—. Yo no estoy enojada contigo, sí, me enojó algo, que fue el hecho de que seguramente te sentiste culpable por aquello, cuando no fue tu culpa. Yo te amo, bebé.

No logro notar el momento en el cual los labios de Freen se unen con los míos, y aunque ambas sigamos llorando, eso nos hace sentir mejor.

Siempre viví con miedo de hablar sobre la muerte de Sam, aunque sabía que muchas personas estaban conscientes de lo que había vivido, nunca les pude decir alguna que otra palabra sobre lo sucedido aquella noche.

Pero con Freen sí, logré contarle lo que había vivido, tal vez no tanto, pero al menos logré hablar del tema. Y eso me da un poco de esperanza, de que tal vez estoy progresando, lentamente.

Tal vez me estoy armando nuevamente con la ayuda de Freen.

Entre besos y más lágrimas terminamos en mi cama abrazadas, tal vez seguimos llorando por lo ocurrido dos años atrás, pero sabemos que si estamos así, juntas, todo irá mejor.

—Yo también te amo, Sar —Susurro antes de cerrar los ojos y notar como la castaña entrelaza su mano con la mía.

Aún te recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora