23

1.7K 195 5
                                    


Freen

—Un rato más y las dejamos solas —Susurro en el oído de Rebecca, ella suelta una risita nerviosa y sonriendo asiente.

Pasaron unos minutos para que Bec dejara de tomar su café, y dejara la taza en donde se debe. De manera "disimulada" nos alejamos de las chicas, y comenzamos a caminar juntas por los pasillos del instituto.

—¿Cuantos minutos nos quedan? —Pregunta la ojimiel sonriendo.

—Unos seis —Digo mirando la hora de mi teléfono.

—Oh, ¿en serio? —Hace puchero y me hace reír, se ve verdaderamente tierna.

—Sí, Becbec. Tenemos que regresar a clases, te guste o no —Digo, ella ríe—. Además, tendrás mi hermosa compañía.

—Narcisista —Escucho que me llama mientras ríe.

No sé por qué, pero simplemente la abrazo por la espalda y sonrío, al comienzo se encuentra tensa, pero luego va aflojando.

—Bien que quieres a esta narcisista —Le susurro al oído y ella ríe.

Le dejo un beso en la mejilla y continuamos caminando a la par por el pasillo, hasta que vemos a Heidi interponerse en nuestro camino.

—Oh, veo que no demoraron en ponerse en pareja —Dice con una sonrisa para nada agradable—. Que rápido te olvidas de las personas, Sarocha.

—Un abrazo no significa que ya estemos juntas. ¿Qué quieres, Heidi? —Pregunta Becky, su sonrisa había desaparecido, y su voz se encontraba seria.

—Quiero felicitarlas, hacen una linda pareja —Dice aún con aquella sonrisa, aunque en su mirada solo hay odio.

—Gracias —Bec no dice nada más y me guía lejos de Heidi, aun completamente seria.

Caminamos hacia el salón en silencio, y no me gusta verla así, enojada. Por lo cual para calmarla le doy la mano, aun manteniendo el abrazo.

—Es una idiota —Dice Becky, suspiro.

—¿Viste sus estados, cierto? —Pregunto.

—Todos y cada uno —Admite aún seria.

Estoy seguro que los estados de Heidi, además de ser completamente extraños por el tema de las fotos, tenían muchos insultos hacia la ojiambar, y eso que no los ví.

—Becca, no te enojes, cuando te enojas... no diré que te pones fea porque mentiría, pero eres muy seca —Admito, ella niega con la cabeza.

—Seca ¿Cómo? —Pregunta.

—Hablas super seria, y no me gusta verte así, Bec —Admito dándole muchos besos en la mejilla, aunque verdaderamente lo que quiero es besarla en los labios.

—Está bien, Sar, intentaré desenojarme —Admite caminando más rápido hacia el salón.

Y allí tenía mi misión del día, cambiar el estado de humor de Becky, hacerla olvidar de alguna manera lo que había pasado.

Al entrar a la clase de Tailandes, la profesora comienza a hablar, y puedo notar que a Becky se le complica, por las muecas que hace mientras ella habla.

—Si quieres te puedo dar clases particulares —Le susurro en su oído, ríe bajo y noto que su mejilla se pone colorada.

Eso me gusta.

—Sar, me desconcentras —Susurra, niego con la cabeza y miro que la profesora está ocupada hablando con una compañera del lado contrario al cual estamos nosotras para responder.

—Pero, Bec, tú no entiendes esta materia —Le recuerdo.

—Con más razón debo prestar atención —Responde.

—La propuesta de clases privadas aún sigue en pié —Susurro, ella asiente.

—Si me sigue yendo mal en la materia te pediré ayuda, ¿contenta? —Pregunta mirándome, asiento.

—Perfecto.

La clase de Tai continua y en un momento hacen que Bec pase al pizarrón. La castaña suspira nerviosa y se levanta de su asiento, pero antes de que se vaya le dejo un papelito bastante chico encima de su cuaderno.

Becky parece no notarlo hasta el momento en el cual llega a ser el centro de atención, y su mirada baja hacia el papel.

Sonríe nerviosamente y comienza a escribir lo que dice en el pizarrón. La profesora apenas termina le pregunta a todos si se encuentra bien, asienten, y puedo notar que Irin me mira con una sonrisa.

Al parecer la chica fue la única, además de Bec, que se dio cuenta de lo que hice.

La inglesa llega a mi lado, y luego la profesora me hace pararme para ir al centro del salón. Allí me hace preguntas refiriéndose al tema que estábamos dando, y no demoro en responder.

—Okay, puedes sentarte —Dice la maestra, asiento y vuelvo a mi lugar.

—Eres realmente buena —Susurra Bec a penas llego, río.

—Es un don.

—Gracias por la ayuda —Dice.

—No fue nada.

El resto de la clase nos la pasamos susurrando entre nosotras cómo se miraban Irin y Noey, era obvio que nos habíamos perdido de algo, ya que no había más tensión entre ambas, y pasaban sonriendo.

Al tocar el segundo timbre del día, caminamos por el pasillo nuevamente nosotras dos, ya que Irin y Noey habían desaparecido.

—¿En los baños? —Pregunto, y noto como las mejillas de Becky enrojecen.

—Purifica tu alma —Pide haciendo referencia al meme, y comienzo a reír.

—Definitivamente nunca me cansaré de hablar contigo —Admito, y ella ríe.

—Yo tampoco, Sar.

Lo siguiente que sucede es lo que cambiaría rotundamente aquel día.

La primera bomba caería, y afectaría a ambas.

—Oh, es Heng —Dice Bec cuando escucha su teléfono sonar, me acerco a ella y no se niega.

—¿Qué quiere? —Pregunto, ella suspira.

—Solo quiere que mire el último estado de Heidi—Admite, niego con la cabeza y agarro el teléfono de mi Nong.

—Lo veré yo, solo para saber si es apto para tí —Admito riendo, Becky asiente y mira hacia otro lado del pasillo.

Entro al sector de estados, y allí sonrisa desaparece velozmente.

Lo primero que veo es a Heidi besando a una chica, uno que conozco muy bien. Y luego, la frase "Aún te recuerdo" debajo.

Siento mi corazón acelerarse, y comienzo a cambiar de estados, encontrándome las fotos que Noey me había contado que la chica había subido.

Ahora entiendo todo, entiendo por qué me tenía bloqueada.

Comienzo a caminar a paso rápido por el pasillo, con Rebecca llamándome, yendo detrás de mí.

Todo cobraba sentido, el hecho de que me tenía bloqueada de aquellos estados, de la foto que Bec había dicho aquella vez en la cafetería diciendo que Heidi me extrañaba.

Pero sobre todo, cobraba sentido el hecho de haberle dicho a la chica «Felicidades Armstrong, lograste separarla de mí, otra vez».

Heidi no se estaba refiriendo a mí.

Al verla, ella se encontraba cerrando su casillero, y su mirada se encuentra con la mía.

—¿Qué quieres, Sarocha? —Pregunta.

—Heidi, ¿me puedes explicar por qué conocías a Sam y nunca me lo contaste? —Pregunto mientras muestro el teléfono de la inglesa que resalta aquel estado.

Y la bomba estalló.

Aún te recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora