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Becky

Nunca me olvides.

Esas fueron las últimas palabras que dijo Sam, y en este momento, se repiten una y otra vez en mi cabeza.

Sé que es injusto que le oculte la verdad a Sarocha, pero aún no me siento preparada para hablar con alguien a cerca de esa noche.

Aún recuerdo todo a la perfección, y duele, duele demasiado.

Me encierro en uno de los cubículos y siento las lágrimas caer por mis mejillas.

Cierro los ojos tratando de parar todo, pero los recuerdos de aquella noche se repiten una y otra vez sin cesar.

Abro los ojos cuando siento que alguien toca mi hombro ligeramente, levanto la cabeza aún con las lágrimas en los ojos y allí la veo.

La mujer delante de mí se encuentra llorando, con lágrimas en sus mejillas que al igual que las mías, no tenían intención de pararse.

Su cabello castaño se encuentra suelto, y es un poco más alta de estatura que yo.

—Oh —Dice abrazándome, siento las lágrimas caer con más fuerza—. Tranquila, ya pasó.

–– Ella se fue —Recuerdo entre lágrimas—. Se fue por salvarme.

La mujer delante de mí también llora, y trata de consolarme aunque ella también se encuentre rota. Nunca la ví, pero por su apariencia logro darme cuenta que se parece a la madre de Sam.

—Era mi sobrina —Dice entre lágrimas—. Ella era un ángel, y como todo ángel debió regresar a su hogar.

Eso solo hizo que rompiera más en llanto, y deseara haber sido yo la que se haya ido.

Comienzo a quedarme sin aire, y la señora parece percatarse de aquello porque se separa velozmente de mí.

Mi corazón late rápido, mis manos sudan, y cada vez siento más como si me estuvieran asfixiando.

—¡Ayuda! No puede respirar —Escucho que dice la mujer, aunque su voz se escucha lejana.

Varios médicos se acercan a mí para auxiliarme, pero no logro divisar bien sus rostros ya que los colores se tornan oscuros.

Mis párpados se vuelven cada vez más pesados, y hago un esfuerzo para no cerrarlos por completo.

—BecBec, amor... —Escucho una voz detrás de la puerta del cubículo—. ¿Estás bien?

Limpio las lágrimas lo más rápido que puedo y salgo encontrándome a Freen completamente preocupada. A pesar de no saber cuál es el problema, ella simplemente me abraza, en un intento de que todo lo malo se vaya.

Pero no se va, y al parecer nunca lo hará.

Siempre me sentiré culpable de la muerte de Sam, fue mi idea el haber salido de la fiesta aquella noche.

—¿Qué te sucede? —Pregunta preocupada cuando las lágrimas ya cesaron y me encuentro lavando mi rostro.

—No quiero hablar de eso, no me siento preparada —Admito viendo mi reflejo en el espejo, mis ojos se encuentran verdaderamente rojos.

Freen simplemente camina hacia mí y me abraza nuevamente.

—Está bien, Becca, no hay problema. Cuando te sientas preparada para hablar yo estaré ahí, siempre estaré a tu lado —Dice sonriendo, asiento mientras oculto mi rostro en su cuello—. Estaré cuando necesites hablar con alguien, nunca me olvides.

Lo útlimo simplemente hace que mi corazón se parta rápidamente en dos, y el recuerdo de Samanun diciéndome aquello se repita.

Aunque ya no lloro, porque sé que Sarocha está a mi lado dándome fuerzas.

Salimos el baño cuando ya me encuentro mejor y caminamos hacia el lugar en donde Freen dejó las dos bandejas, junto a uno de los empleados del lugar para que a nadie se le ocurra comerse lo que tenían.

La castaña le agradece al empleado por cuidar y nos sentamos en el mismo lugar que antes para terminar de comer.

Mi tailandesa se sienta a mi lado, a diferencia de la vez anterior que estaba delante de mí, y no deja de mirarme.

—Eres linda hasta cuando lloras —Admite, y eso me saca una sonrisa—. Te amo, Becbec.

—Yo también te amo, Sar —Admito antes de darle un beso en los labios, para luego morderlo levemente.

Al separarnos, ella me sonríe y todos esos pensamientos simplemente desaparecen por un momento, logrando que solamente me concentre en ella.

—Tenías ketchup en el labio —Digo logrando que ría, y eso me hace sonreír aún más.

Es increíble como Freen me hace olvidar por un momento todos los momentos malos del pasado para solamente pensar en el presente.

Al terminar de comer, dejamos las bandejas en donde se debe y caminamos nuevamente hacia el estacionamiento.

Subirnos al vehículo y ella habla.

—¿Te molesta si te llevo a tu casa? —Pregunta—. Es que mañana temprano iré a ver a mi madre, y pasaré la noche ordenando las cosas. Tal vez me quede uno o dos días por allá.

—Sí, no hay problema —Respondo sonriendo.

En el camino hacia el hotel en el cual me hospedo lo único que hacemos es hablar sobre las clases y escuchar música.

—Recuerda que las clases privadas de Tailandes aún siguen en pié —Dice Freen cuando me estoy bajando de su vehículo.

—Sí, bebé, lo sé —Respondo riendo.

Me acerco a mi novia y le doy un beso antes de darme la media vuelta y caminar hacia la entrada del hotel.

Al subirme al ascensor presiono el botón del piso en el cual está mi apartamento y veo las puertas del mismo cerrarse.

Suspiro, mi vida está llena de problemas, de esos que permanecen y no parecen irse nunca.

«Ella era un ángel, y como todo ángel debió regresar a su hogar»

Sí que lo era. Samanun era y siempre será un ángel, solo que me duele recordarla.

Duele recordarla por el hecho de cómo terminó todo. Ella no eligió irse, le arrebataron la vida.

Las puertas del ascensor se abren y camino hacia mi apartamento, para luego abrir la puerta con mi llave.

—¿Irin? —Digo viendo a la chica llorando y con una botella de alcohol cerca suyo.

Está sentada en el sillón, con la mirada perdida, al notar mi presencia ella solamente me sonríe.

—La extraño —Admite llorando—. S-salí con Noey, y la dejé plantada porque quería estar sola. La extraño mucho, Rebecca, la fecha se está acercando y no puedo simplemente actuar como si nada ocurriera.

—Oh —Digo dejando las llaves encima del escritorio.

—Extraño a Sam —Agrega llorando—. Y no puedo dejar de sentirme culpable por su muerte.

Entonces entendí que no soy la única que se siente así.

Aún te recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora