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Becky

¿Nunca les ha pasado que estando junto a alguien no pueden pensar en otra cosa que no sea ella?

Es como si solamente viviéramos el momento, y no pensáramos en todo lo demás que nos rodea.

Eso me pasa con Sarocha.

Siento que cuando estoy junto a ella los problemas desaparecen, pero cuando me encuentro sola, vuelven.

—Dime, Armstrong, me encuentro verdaderamente sorprendida y al mismo tiempo feliz de que pudiste hablar con alguien a cerca de la muerte de tu mejor amiga ¿cómo te sientes ahora? —Dice la psicóloga, asiento con la cabeza y suspiro.

—Me siento... liberada. No le voy a mentir, el sentimiento de culpa sigue rondando, pero por primera vez en mucho tiempo estoy sintiendo que estoy mejorando. Sé que me costará, mucho a decir verdad, pero creo que por fin estoy viendo una luz en la oscuridad —Respondo, la psicóloga me sonríe y anota algo en aquella libreta que siempre trae.

—Rebecca, te contaré lo que me alegra, y no te mentiré respecto a algo —Escucho atenta y asiento—. Me alegra que por fin sientas aquello, y que puedas ver aquella luz. Las personas que viven depresión suelen ver aquella oscuridad siempre, hasta que obviamente sienten que todo está mejorando. A algunas les cuesta más que a otras, eso es cierto.

»Hace un año tuve un paciente que de un día al otro dejó de venir, me preocupé mucho por dicho paciente. Porque... como sabes, las personas que sufren depresión tienen más posibilidades de querer acabar con su vida. Entonces fui a visitarla, y cuando la encontré ella me dijo que se sentía mejor, por lo cual no vendría más aquí.

»No le creí, porque una sesión atrás aquella chica no paraba de llorar. Igualmente la dejé en paz. Hace poco, dicha chica volvió completamente destrozada, con el mismo problema que antes, sentía que el mundo a su alrededor estaba de cabeza, y no podía vivir así.

»Muchas personas que viven depresión suelen dejar estas sesiones, o simplemente no hablan aquí. Buscan ayuda afuera, pero cuando sienten que aquella ayuda termina, vuelven, o simplemente sienten que no pueden aguantar más.

—Entiendo —Digo asintiendo.

—A lo que quiero llegar, Armstrong. Es que aproveches esa ayuda que se te está dando, que comiences a darte cuenta que no es la única, porque estoy seguro que todas las personas que te rodean quieren verte bien. Por ejemplo, Irin —Admite la psicóloga, y recuerdo todas aquellas veces en las cuales mi mejor amiga quiso animarme—. Muchas veces las personas que viven depresión sienten que están solos, y que no puede confiar en nadie para contarles cómo se sienten. Por eso, Rebecca, te pido que comiences a ver la vida desde otra perspectiva, te costará, sí, pero no es algo imposible. Quiero que comiences a prestarle más atención a aquellas cosas buenas, y no tanto a las malas.

—Está bien —Respondo, y veo la hora—. Oh, creo que ya es hora de irme.

—Nos vemos en nuestra próxima sesión, señorita —Dice, asiento con la cabeza y salgo de aquel lugar.

A lo lejos, del otro lado de la calle, puedo ver a una chica pelinegra sonriéndome, le devuelvo aquella sonrisa sintiendo alegría de volverla a ver.

Es domingo, y Freen había asegurado que sería la primera persona que vería al salir del psicólogo.

Camino hacia ella cruzando la calle, y al estar cerca la abrazo.

—Hola, bebé, ¿me extrañaste? —Pregunta, niego con la cabeza, aunque en verdad sí lo hice.

—Freenky, solo han pasado menos de dos horas desde la última vez que nos vimos —Recuerdo, logrando que ría.

—Tienes una fascinación por arruinar momentos —Dice aún con aquella sonrisa en su rostro que tanto me gusta.

—Estaba bromeando, obvio que te extrañé, bebé —Respondo sonriendo, mi tailandesa acerca su boca a la mía y las une en un beso bastante dulce.

Caminamos junto a Freen hacia su vehículo, y pienso que iríamos a su casa, pero al notar que la castaña cambia de ruta, alzo el ceño.

Sarocha frena en una cafetería logrando que ría, es el lugar en el cual comenzó nuestra primera cita.

—Vamos —Dice saliendo del auto, asiento y también lo hago.

Caminamos a la cafetería y a penas ingresamos puedo notar a Saint atendiendo a algunos clientes.

Nos sentamos en uno de los lugares vacíos y el chico se nos acerca.

—Vaya, que rápido volvieron —Dice, asentimos con la cabeza—. Díganle a la pandita que aún me debe dinero de la otra vez.

—¿Pandita? —Pregunto, Freen también alza el ceño.

Siento unos brazos rodearme y me asusto, escucho la risa de Irin y luego la de Noey

—¡Hola! —Dice Irin sonriendo, mientras se sienta junto a Sarocha, y Noey a mi lado.

—Tú —Dice Saint señalándola, miro a Irin en busca de una explicación.

—Hola, pandita —Agrego mirándola, Noey abre la boca sorprendida.

—Dijiste que no fuiste tú —Admite la chica mirando a Irin, y mi mejor amiga no hace más que esconderse debajo de la mesa, pero Sarocha la levanta antes que lo haga.

—¿Qué hiciste, Irin? —Pregunto.

—Digamos que tal vez llené el casillero de Heidi la otra vez con insultos, bueno, en realidad no fui yo, fue Saint, pero se entiende —Admite mi mejor amiga.

—¿Qué? —Pregunto confundida.

—Te golpeó —Recuerda, y puedo notar como Freen abre los ojos completamente sorprendida.

—¿¡Que hizo qué!? —Pregunta exaltada, Saint comienza a reír y todas las miradas van hacia el.

—Lo siento, pero esto es mejor que exponiendo infieles —Admite entre risas—. ¿Acaso todos se ocultan cosas aquí?

—Yo no —Dice Noey.

—Yo tampoco —Agrega Freen

—Bueno, como sea —Dice intentando terminar su risa el chico—. Irin, me debes dinero.

—Yo te lo pago, pero hasta aquí terminó tu venganza contra Heidi —Dice la pelicorto mientras saca dinero y se lo entrega a Saint.

—Un placer negociar con ustedes. Ahora, ¿Qué van a pedir? —Pregunta.

Todas comenzamos a decir nuestras ordenes, y el chico las anota en una pequeña libreta antes de irse detrás del mostrador.

Le cuento a Freen el incidente con Heidi, y le explico que aquello ya quedó en el pasado. Mi novia asiente recobrando la tranquilidad, y luego todos comenzamos a escuchar a Irin.

—Necesitaba vengarme de lo que hizo Heidi, así que solicité la ayuda de la primera persona que ví que hace ese tipo de trabajos, Saint. ¿Como lo sé? El chico ya había hecho un trabajo parecido a un amigo mío. El llenaría el casillero de la chica de insultos, y luego yo le pagaría. Como aquel día ninguno de nosotros fue al instituto, no tendrían sospechas de que fui yo o alguno de ustedes —Admite, asentimos y luego suspiro.

—Fue muy inmaduro —Digo, Irin asiente riendo.

—Pero fue divertido —Admite.

Comenzamos a hablar sobre las clases, los profesores que odiamos, y las materias más preferidas de cada uno. Irin comienza a toser mientras toma café y todos comenzamos a reírnos mientras Noey ayuda a la chica.

Definitivamente tomaré el consejo del psicólogo, le prestaré más atención a las cosas buenas que a las malas.

Aún te recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora