Capítulo 50

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Mateo

—Creo que se ha desmayado—Digo todavía sentado al lado de ella.

—Sí... Después de pasar por una tormenta, juzgo que es lo normal—Dice Ryan, analizándola.

La lluvia ahora es más suave, parece que parará pronto. 

—Hay que llevarla ya, antes de que algo pase—Dice Jade secándose las lágrimas.

—Sí...—Asiente Axel.

—Pero antes...—Dice Ryan quitándose su chaqueta—Hay que taparla...—Y coloca su chaqueta en África. Yo sonrío.

—¿Ves como eres un buen líder?—Digo a lo que él sonríe.

Yo y Axel nos turnamos para ir cargándola en brazos mientras avanzamos hacia la cueva, con cuidado.

 Al llegar, veo como Max está sentado en las rocas esperándonos, al mirarnos corre hacia nosotros. Mira a África y antes de que pregunte, Ryan se adelante:

—Ahora te lo contamos, dentro—Él asiente. Al subir las rocas, entro a la cueva, y dejo con cuidado a África en el sofá.

Ada y Daisy se acercan. Ryan les cuenta a los 3 lo que ha pasado. 

—Madre mía, la de cosas que le pasan a África—Dice Ada. Y es cierto. 

2 HORAS MÁS TARDE

Ya ha oscurecido, y la lluvia se ha detenido. Todos están a lo suyo. Ada está con Ryan y Daisy ordenando sus cosas en un rincón de la cueva, mientras que Axel, Jade y Max están fuera de la cueva (se supone para dar vueltas). Y Sombra está mi lado jugando conmigo a la espera de que cierta chica despierte. 

Sinceramente, me estoy comenzando a preocupar, está inconsciente desde hace mucho. Todavía sigue empapada. Y la sangre ya se ha secado. 

Antes quitamos el zapato para ver su tobillo, y me dolió hasta a mí ver su herida, el pie estaba muy hinchado y rojo, Axel se lo vendo con el botiquín que cogimos del avión.

Pasados unos 15 minutos, veo como comienza a moverse, me pongo de pie automáticamente. Veo como poco a poco abre sus ojos. De golpe, se levanta con los ojos abiertos como platos. Pero expresión cambia a una de dolor. Creo que le sigue doliendo. Pero a pesar de todo, me mira, parece sorprendía.

—¡Mateo!—Chilla—Pensé... Pero ¿Cómo?... Yo no... ¿Lo qué?—Sonrío, la ayudo a sentarse bien. 

—Tranquila...

—Pero yo pensé que me había mue...—Va a decir algo, pero la interrumpo.

—Ni se te ocurra decirlo...—Le advierto.

—Vale... Pero ¿Cómo?—Yo sonrío

—Te salvamos. No te voy a mentir que me asusté mucho al verte en este estado

—Pero a mí me estaba costando mucho respirar y el dolor era insoportable, todo eso...

—África, los milagros existen—Ella sonríe.

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