Capítulo 66

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Mateo

Un millón de emociones embargan en mí. Volver a casa. 

Todos estamos en silencio, hasta que escucho llorar a Ada y a África. Seguro que ellas, y es más, seguro que ellos están esperando a su familia. Seguro que le han echado mucho de menos. 

Y me percato en este instante que yo no tengo a nadie. No tengo una familia a la que ir corriendo y darle un abrazo. 

Ignoro mis sentimientos, e intento clamar a África. 

—Cálmate África—No sé por qué sonrío.

—Mateo—Dice ella sollozando

—Dime

—Has cumplido tu promesa—Vuelvo a sonreír. Es cierto. Como si Axel nos hubiera escuchado, viene corriendo hacia nosotros y se nos cae encima con los brazos abiertos para darnos un abrazo.

—Sí, amigo, has cumplido tu promesa—Dice él. Y todos se unen a nuestro abrazo; Jade, Max, Daisy, Ada y Ryan. 

Un abrazo. 

Un gran abrazo. 

Todas las personas que hay en la sala, no paran de mirarnos, algo que no es raro porque nuestras caras están por todo el aeropuerto. Intentamos no ser intimidado, aunque cuesta un poco. 

Todavía nos queda mucho tiempo. Observo la sala y me fijo en un cartel en donde pone "Free Wifi" entonces me doy cuenta de que aquí sí podemos tener señal. ¡Claro! 

—¡África, nuestros móviles! ¡Aquí si los podemos utilizar!—Creo que los demás también me han escuchado. Porque no tardan ni 3 minutos en buscar sus móviles entre las maletas y mochilas.

—¡Es cierto!—Dice ella sorprendida y con una ilusión. Ryan me pasa mi movil (ya que él lo guardó). Se me hace raro cogerlo, la verdad.

Lo enciendo (porque lo dejé apagado cuando vi que no podía utilizarlo). Al encenderse, miro el fondo de pantalla, todavía tengo la foto con mi padre. Me cuesta mucho abrirlo, porque casi se me olvida la contraseña. Tengo un 30% de batería. Voy directo a ajustes a conectarlo a wifi. 

Me quedo sin palabras al ver la cantidad de mensajes y llamadas perdidas que tengo. 

Más de la mitad de llamadas y mensajes son de mis amigos, mi grupo de amigos. Ese grupo, el cual estuvo conmigo en los peores momentos de mi vida, esos amigos que estuvieron conmigo cuando perdí a mi padre y a mi mejor amigo. Los mensajes se basan en "Mateo" "¿Mateo, donde estás?" "¿Estás bien" "Mateo, responde" "¿Mateo?  

Y más de 20 llamadas perdidas de cada uno. También tengo mensajes de algún que otro compañero de clase. Pero lo que más me sorprende es que tengo 32 llamadas perdidas de un número desconocido. 

—¿Quién es?—Pregunto sin querer en voz alta.

—¿Qué pasa?—África está a mi lado. Los demás están un poco apartados, por lo que no me han escuchado. La miro y me doy cuenta de que todavía no ha abierto su móvil. 

—¿Por qué nos has abierto todavía tu móvil?

—Porque tengo miedo, no quiero abrirlo todavía. Lo abriré, sí, pero no ahora

—Tranquilízate, no va a pasar nada, créeme

—Te creo, por eso, ahora estoy aquí con esperanzas—Sonrío, ella también hace lo mismo—Por cierto, ¿Qué has dicho antes?—Cierto.

—Ah, es que tengo muchas llamadas perdidas de un número desconocido

—¿Y no tienes algún mensaje?

—No lo he mirado

—Y bien, ¿A qué esperas?—Cierto. Sonrío y voy al contacto. Solo hay un mensaje de voz, que dura 2 minutos—¿No lo escucharas?

—Creo que sí

—Si quieres me voy, y así lo escuchas tú solo

—No. A este punto ya sabes mi vida entera, no hace falta que te alejes, igual te lo acabaré diciendo—Ella sonríe.

—¿Estás seguro?

—Que sí pesada—Antes de que replique, enciendo el mensaje de voz:

... Hola, hijo, Mateo... Se me hace muy difícil enviarte este—

Cierro automáticamente el mensaje al escuchar la voz

—¿Mateo?—Miro a África.

—No quiero escucharlo

—¿Por qué?

—Porque es de mi madre

¿Por qué? ¿Por qué vuelves ahora mamá? Después de haberme abandonado. Después de haberte ido sin pensar en mí. ¿Por qué? ¿Por qué vuelves? 



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