CAPÍTULO 56: CACERÍA.

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PJ sintió el cambio de temperatura y comenzó a despertar sintiéndose muy cansada aún.

El día era caluroso, el sol radiante se alzaba en el cielo indicándole que el acostumbrado ambiente frío del amanecer se había ido mucho tiempo atrás.

Salió de la cama con pesadez; después de semejante noche, había tenido muchas pesadillas y un sueño intranquilo.

Aunque sorprendentemente, no recordaba cómo había llegado a su cama después de la visita de Dane.

Recordando la conversación que tenía pendiente con sus padres, bajó apresurada al comedor y se sorprendió al ver que el reloj marcaba a las nueve de la mañana.

Se había despertado muy tarde, a esa hora sus padres ya se encontraban en el trabajo.

Decepcionada por no haberse despertado a tiempo para hablar con ellos, decidió regresar a su habitación para arreglarse.

Notificó al Consejo de la empresa que llegaría un poco tarde, antes de comenzar a asearse.

Puesto que ya era demasiado tarde, pensó en desayunar en la empresa, ya que si se quedaba a desayunar en casa se le haría mucho más tarde.

Avergonzada porque iba a llegar tarde, decidió apresurarse y ponerse una vestimenta cómoda que no le llevara tanto tiempo.

Justo cuando estaba terminando de desenredarse el cabello, escuchó el timbre de la puerta. Frunció el ceño.

¿Quién podía estar llamando a esa hora?

Se desenredó mechón de cabello un par de veces más, pensando que eran vendedores o algo así, y luego escuchó cómo volvían a tocar el timbre.

Se dijo que debía ser algo importante si tocaban con tanta insistencia.

Bajó lista para llamar un taxi y se fijó por la mirilla de la puerta.

Con asombro, vio a Fred del otro lado.

Abrió la puerta rápidamente, pensando en que algo podía haber pasado con la empresa.

—¿Fred?—Lo saludó, demostrándole que estaba asombrada de verlo ahí.

—Hola, PJ... Parece que se te pegaron las sábanas.—comentó con desdén y PJ asumió que no le causaba mucha gracia ir a su casa.

—¿Qué haces aquí?—pregunto ella esperando no sonar muy grosera.

—No vine por gusto, eso sí que es seguro...—respondió Fred de mal humor y ella sintió cómo la irritación la abordaba gracias al tono que había usado. —Dane me envió a recogerte. Dijo que de seguro se te había hecho tarde, no quería que tomaras un taxi.—agregó.

PJ se alegró al escuchar eso... Dane estaba enamorándola cada vez más con sus detalles.

—¡Oh, muchas gracias! —dijo ella y rápidamente cerró la puerta de entrada de la casa

Lo mejor era que se apresuraran si no quería llegar aún más tarde de lo que ya estaba.

PJ subió al auto en el asiento de copiloto, pensando que sería incómodo sentarse atrás mientras Fred manejaba; estaba segura de que tratarlo como un chofer sólo lo haría enojar aún más de lo que ella estaba al tener que irla buscar.

Ella estaba segura de que algo se le estaba escapando; de lo contrario no existía razón para que Fred actuará con ella de esa manera.

¿Acaso ella le había hecho algo malo sin darse cuenta?

Fred subió detrás del volante y emprendieron su marcha hacia la empresa.

PJ se sintió un poco preocupada por la hora, cuando lo vio detenerse en dos tiendas que estaban considerablemente lejos de la dirección en la que se suponía que debían ir.

Pensó en preguntarle la razón de esto, pero de nuevo el sentimiento de que Fred no la soportaba hizo que se contuviera.

Él regresó al auto y comenzó a manejar de nuevo.

La trigueña notó que se comenzaron a desplazar en dirección contraria a la empresa de nuevo y eso fue suficiente para que se se preocupara.

Una alarma se encendió en su mente e hizo que se armara de valor y mirara a Fred con seriedad.

—¿Hacia dónde vamos?—preguntó.

—Estoy recogiendo algunos paquetes de Dane.—dijo Fred sin quitar su mirada de la carretera.

—¿Paquetes de Dane? —repitió ella sin entender.

—Sí. Dijo que los necesitaba en la oficina... También me pidió que me apresurara porque tiene muchas cosas qué hacer.—agregó Fred haciendo que PJ se diera cuenta de que algo en sus palabras no encajaba.

—¿Él no te dijo qué tipo de cosas tiene que hacer?—preguntó ella y Fred la miró de soslayo.

—Lo que sea que Dane tenga que hacer debes preguntárselo a él, no a mí.—respondió el pelirrojo tajante y PJ notó cierto nerviosismo en su expresión.

—¿Qué está sucediendo, Fred? ¿Por qué aceptaste venirme a buscar cuando claramente sientes una aversión hacia mi que es imposible de ocultar?—presionó, luchando con sus nervios para que su voz no delatara su nerviosismo.

—¿Aversión hacia ti?—repitió él riéndose.—Parece que alguien no tiene ni una pizca de problemas de autoestima... No eres el ombligo del mundo, tesoro.—le dijo al tiempo que estacionaba el auto.

Curiosa, observó a través de su ventana la zona en la que se encontraban.

Era bastante solitario, además de que parecía ser a las afueras de la ciudad porque habían muy pocos edificios.

Lamentablemente, mientras ella evaluaba el lugar con la mirada, Fred sacó un frasco con cloroformo y lo usó en una cantidad abundante para humedecer un pañuelo.

—Este lugar parece...—comenzó a decir ella pensativa, pero no pudo terminar de hablar porque su acompañante la sujetó desde atrás; aplicando fuerza en su cuello con una mano mientras con la otra presionaba el pañuelo contra su nariz y boca.

Ella comenzó a luchar, incluso antes de que su cerebro lograra procesar la traición de Fred.

Sus piernas y brazos se sacudieron con fuerzas y, como pudo, rasguñó la piel de los brazos de Fred hasta hacerle sangrar.

Se sacudió e intentó gritar contra el paño, sin pensar en que eso sólo disminuía su tiempo despierta.

Luchó por zafarse de la agarre de Fred arañando sus manos con fuerza, pero lo único que consiguió fue uno que otro movimiento de parte de él... Por alguna extraña razón que PJ desconocía, Fred ni siquiera parecía estar experimentando el dolor que ella le estaba infringiendo.

Se mantuvo así por al menos tres minutos, hasta que de pronto comenzó a sentir cómo su cerebro dejaba de enviar las señales a su cuerpo.

Sus miembros se sentían pesados, lo que hizo que fuera imposible para ella coordinar. Poco a poco sus movimientos dejaron de ser erráticos y se convirtieron en débiles intentos de defensa... Que, a su vez, en cuestión de segundos dieron paso a la inconciencia de la trigueña.

Después de haberse asegurado de la inconciencia de la trigueña, Fred la sacó del asiento de copiloto y la ubicó en el asiento trasero; asegurándose de sujetarla muy bien para que no se pudiera escapar o lastimarlo.

La mayoría del tiempo odiaba encargarse de las tareas estúpidas, pero se consoló diciéndose que todo valía la pena si al final él tenía sus ratos para jugar con la presa... Como todo buen depredador.

Le dio una mirada desquiciada a PJ al tiempo que sonrió abiertamente.

Se preguntó qué tanto le gustaba correr a PJ, y si estaba dispuesta a correr por su vida... Porque él adoraba una buena cacería.

AMOR INESPERADO (FATE I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora