25- Sin ataduras.

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La magia que acabo de utilizar nos llevó a ambas —a Serafina y a mí— a un subconsciente donde nuestros pasados se entrelazarán. El mundo a mi alrededor era vacío, oscuro y solitario. Delante de mí estaba, una Serafina más joven, aparentando unos 18 años. Me miraba fijamente a los ojos, los de ella estaban cristalizados, le temblaba el labio y arrugaba su esbelto rostro.

Traté de acercarme a ella, pero cada paso que daba me hacía, en su lugar, alejarme. Vi mis brazos, no eran delgados como normalmente, mi cuerpo estaba más relleno y me noté más alta.

No estaba en el cuerpo de Sol. Estaba en mi cuerpo.

Toqué mis cabellos y esbocé una sonrisa al sentir los rizos contra la yema de mis dedos. Echaba de menos este cuerpo.

Unos finos brazos me abrazaron por la espalda. Sentí un familiar aroma a manzanas y limones, toqué la suave piel de los brazos que a mí se sujetaban, la reconocí. Sol Hayden estaba detrás de mí, abrazando mi cuerpo más alto que el suyo.

—Gracias Mely —susurró contra mi oído. Serafina había desaparecido, solo estábamos la chica y yo.

Rompí nuestro contacto y me volví para apreciar a la verdadera duquesa esmeralda. Los ojos los vi más verdosos, supongo que el alma original era más pura que la mía. Sol esbozó la más radiantes de sus sonrisas, ahí me di cuenta que ella era definitivamente el personaje más hermoso de todos. Y así mismo supe también que había sido una víctima de las malas intenciones del autor.

—Mely, eres muy amable.

Odiaba los apodos, siempre los detesté. Pero cuando ella lo decía algo en mí se emocionaba.

—No soy amable —admití—, utilicé a muchas personas para desquitarme de lo que me hicieron otros.

—Pero al final tenías razón; Emma era una desgraciada.

—Pero Carlos no, solo utilizó a la protagonista para no convertirse en rey —aclaré y ella sonrió—, y yo fui un poco dura con él.

—Carlos siempre fue un niño de mami, y tú odiabas eso, te gustan los hombres modestos y capaces, no podías soportar la sumisión de Carlos —acarició mi mejilla—. A ti te gustan más los hombres como Ares.

Me ruboricé.

—¿Qué hay de ti? ¿Sigues enfrascada con el bebé de Carlos Federico? —pregunté.

—No lo llames así, él es genial.

—Genial para dar pena ajena —opiné

Hizo un puchero demasiado tierno.

—Ahora tienes muchos pretendientes, no tienes que enfrascarte en el pelirrojo —negó con la cabeza.

—Tú tienes muchos pretendientes, yo al único que tuve siempre fue Carlos.

—Y Ares.

—Ares desistió de mí en la obra original; si está aquí ahora es porque se enamoró de ti, Mely.

No es verdad, quiere a Sol. O al menos, cree hacerlo. Y no sé qué es peor.

Creo que se percató de mi decaimiento, porque se acercó a mí y su semblante se volvió serio de repente.

—¿Quieres a Ares, Melissa? —fruncí el ceño ante su pregunta.

—Sabes muy bien la respuesta.

—Necesito que me lo digas. ¿Lo quieres?

Pestañeé repetidas veces. Y justo cuando pensé quedarme callada, mi boca tan traicionera me delató:

—Lo adoro —llevé mi mano a los labios, incrédula de mi respuesta.

La Villana Merece un Final Feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora