Epílogo

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Mi llegada al castillo no fue sorpresa para Nicolás, supuso que quería ver a un rey y no se trataba de él. Dejó escapar un suspiro de diversión cuando le pregunté si me veía bien.

—¿Por qué sonríes? —arrugué la frente.

—Porque es agradable ver que tú y yo, quienes hace unos meses planeábamos una cruda venganza, estemos aquí, en planes de cortejo —el rey Nicolás se veía muy elegante, llevaba un ramo de lirios en sus manos, y yo adiviné a quién iban dirigidos.

—Solo para aclararte, aunque Karina parezca tímida, es muy perspicaz —advertí—. Te sorprenderías.

—No creo que conquistar a la hija de la duquesa Mariana sea un trabajo sencillo.

—Bueno, ganas puntos por tu originalidad y no llevarle un ramo de rosas.

—¿No son hermosas las rosas?

—Su única belleza para mí está en las espinas —aunque, en general, las flores me disgustan.

Nicolás se puso serio de repente, mirando algo detrás de mí. Seguí su mirada y me encontré con los ojos amarillos de Carlos. Estaba en un estado decadente: su cabello, que antes era del escarlata que adquiere el arrebol, ahora está todo oscuro y desaliñado; sus ojos, quienes fueron amarillos como los mismos rayos del sol, ahora están opacos y sumidos en la angustia; su piel, antes llena de vida, ahora poseía una palidez enfermiza.

Mi pecho se sintió incómodo. Pude sentir cómo Sol estaba preocupada por el estado de su querido Carlos.

—Sol… —mantuvo sus ojos en los míos.

Me volví hacia Nicolás, quien frunció el ceño ante su hermano. Seguía odiando la presencia del pelirrojo.

—Vete Nicolás —le susurré—, no hagas esperar a Karina.

—Carlos es un usuario de magia oscura, y según Damián ha perdido el control en ocasiones. Si te lastima…

Puse mi mano en su hombro.

—Estaré bien, gritaré si necesito ayuda.

Antes de marcharse le dedicó una mirada llena de hostilidad a Carlos —cosa que él ignoró debido a su ensimismamiento—. Se aseguró de indicarle a uno de los guardias que se mantuviera pendiente de nosotros, aunque conservando una distancia prudente.

Encaré al que una vez fue mi prometido.

—Carlos…

—Lo siento.

Estupefacción es poco comparado con lo que siento. Una pizca de emoción, unida a la alegría, son los sentimientos que actualmente se me acumulan.

—Yo te amo —acarició mi mejilla con dulzura. Hablaba en serio. Sus ojos lo decían, la forma de mirarme era similar a la que empleaba Ares. La pasión, el cariño, y el deseo… Mi cuerpo se tensó tras esa intensidad en sus ojos.

Sabía que, la Sol dentro de mí ansiaba probar los labios de Carlos.

—Y yo… —me aclaré la garganta. La situación me había atontado—, yo me siento muy amada por ti.

Lo oí suspirar.

—Te perdono Carlos, entiendo por qué lo hiciste. Y… tienes mi apoyo si deseas, ahora que ya no serás rey, hacer tu sueño realidad y convertirte en escritor.

Tomó mi mano con delicadeza.

—¿Puedes ser mi musa?

Por primera vez desde que lo conocí, le dediqué una sonrisa sincera.

La Villana Merece un Final Feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora