Leonardo Campbell:
¿Qué tan malo podría ser enamorarte de la persona equivocada?
La respuesta a esa pregunta siempre la tuve presente. Amar a alguien incorrecto es lo mismo que lanzarse por un precipicio: sabes que vas a caer y posiblemente morir, pero lo haces para satisfacer una curiosidad o un deseo.
Aunque, a veces quisiera ver a mi madre a los ojos y preguntarle por qué se lanzó con los brazos abiertos al precipicio que era mi padre.
Fui dotado de una gran sagacidad —modestia aparte—, por lo que era consciente que el rostro lloroso de mi madre era por culpa de su esposo. El conde Campbell era famoso por ser dueño de una lengua incontrolable que usaba para destruir a cada infeliz que tuviera como objetivo, y su familia no escapaba de sus comentarios.
—¿Quieres a papá? —pregunté aquella vez en mi estudio, con seis años, aprendiéndome las tablas de multiplicar.
—Claro.
—Pero te trata mal. ¿Por qué amarías a alguien que te trata mal?
Mamá mordió sus labios, dubitativa.
—Por nuestro apellido.
Pero esa misma noche, durante la cena, ella bajó la cabeza y huyó de la mirada del hombre que quería.
—¿Odias a mamá? —Le solté la cuestión a mi padre mientras hacíamos un descanso de mis clases de esgrima.
—Un conde no pierde el tiempo en eso.
Esa era su frase favorita.
—¿Por qué te quedarías junto a alguien que odias?
Mi padre detuvo sus pasos y giró sobre sus pies para mirar mi pequeño cuerpo. Con seis años, no había crecido lo suficiente.
—Por nuestro apellido.
Ese día decidí que odiaba el apellido Campbell.
Y supe que no me había equivocado, la primera vez que salí con mi padre a atender negocios del condado. Recién había cumplido los diez años, nos reuniríamos con un marqués de otro reino, el cual estaba interesando en vender su mina de oro.
Ese día descubrí que mi padre era un jefe tirano. Los trabajadores de las minas arriesgaban sus vidas, pero aun así, padre les pagaba una miseria. No solo eso, muchos de ellos estaban en deuda con el conde, y teniendo en cuenta lo codicioso que era, les cobraría los intereses sabiendo que jamás podrán alcanzar una suma tan grande.
Mi padre era un tirano cruel, destructor... y, para mi desgracia, asesino.
—Lord, esta es la cuarta vez que me pide prestado. Y no ha devuelto las anteriores. —añadió mi padre con la paciencia agotada.
—Ya se lo dije, deme un poco más de tiempo en lo que reúno el resto del dinero —daba excusas que claramente no convencerían al conde Campbell—. Solo unos días más.
—Leonardo —miré a mi padre—. Observa, esto es lo que debes hacer con los que no cumplen su parte del trato.
Tronó sus dedos y en un instante, al fijarme en el lord nuevamente, pude verlo bañado en sangre con una espada atravesando su corazón. El guardia que lo había matado limpió el filo de su espada con la ropa de su víctima.
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La Villana Merece un Final Feliz.
Fantasy¡A la basura el amor y los sentimientos! Si me traicionan no tengo por qué perdonar a nadie. ¿Qué soy? ¿Un Dios que perdonará todos los pecados? Un día desperté en el cuerpo de la villana de la última novela que leí. Soy la hija de un duque, tengo b...