No estaba en mis planes pedirles a las sirvientas que me ayudaran con el vestido, estoy muy mayorcita para eso. Una de las cosas que más odiaba de ser una dama aristocrática, era que tenía que dejar que otros me vistieran. Pude ajustar el corsé por mí misma, aunque evidentemente, no lo apreté lo requerido por la sociedad. Iré a cenar con Ares y quiero lucir hermosa, como yo misma, no como este mundo quiere que luzca una dama.
Lilian me permitió usar sus vestidos, solo tomaré uno, no quiero abusar de su confianza. Había un único vestido en el guardarropa de ella que siempre había querido usar, pero, como Sol, nunca tuve esa oportunidad. Me coloqué la prenda y me sorprendió lo bien que se acentuaba a mi cuerpo. El vestido era rojo, en esta sociedad, solo las mujeres casadas o solteronas pueden usar el color de la pasión. Las mangas caían sobre mis hombros y se extendían hasta mis muñecas, el escote poseía incrustado varios rubíes, del color de los ojos de Ares. La falda era larga y tenía adornos florales.
Dejé mi cabellera suelta, cosa que podía hacer siendo Sol, puesto que ella tenía el cabello sedoso y nada rebelde, pero, como Melissa, sería un poco incorrecto, mi cabello rizado puede suponer un problema para otros. Me di cuenta de que me creció más que antes, ahora me daba por el trasero. Saqué los tacones rojos de Lilian y me los puse, caminar con tacones puede suponer un problema para las jóvenes damas de la aristocracia, pero no para Melissa Crane.
Respecto al maquillaje, hice lo que solo Lilian Hayden sería capaz de hacer.
Tomé el labial rojo.
¿Ya dije que el rojo era mal visto por la sociedad hipócrita? Bueno, imagínense a una señorita usando un labial rojo —normalmente usado por las prostitutas en los burdeles o las cortesanas—. Pinté mis labios y sonreí.
—Soy hermosa —con toda la honestidad, lo creí.
Y ni esta sociedad ni sus integrantes me harán dudar de eso.
Bajé al primer piso y me encontré con Damián Hayden. Me escrutó de arriba abajo y enarcó una ceja.
—Señorita Crane, no ensucie el nombre de nuestra familia.
Le esbocé una sonrisa.
—Excelencia, usted tiene mucho que aprender. De donde yo vengo, las mujeres se ponen hermosas para sí mismas, no para los hombres. Y, en mi caso, siempre me ha encantado romper las expectativas de todos, quiero que varios nobles me insulten para devolverles educadamente el insulto.
La idea pareció divertirle.
—Pues humíllelos bien.
Hice una reverencia.
—Y disculpe si la ofendí.
—Esta noche ya tengo a quien dirigir mi cólera, así que por hoy lo perdonaré.
Caminé hasta la entrada.
—Por cierto, se ve preciosa.
(…)
El carruaje me dejó en la residencia de Ares. Una elegante propiedad carente de decoración original, supongo que el rey no planeaba quedarse ahí demasiado tiempo. Aprovecharé esta noche al máximo.
—Señorita Crane —el mayordomo inclinó la cabeza—. El rey la espera en el comedor.
Creo que es hora de molestar un poco a Ares.
—En realidad estoy de paso, no creo poder quedarme a cenar, solo quería saludarlo, pero si está tan ocupado que ni siquiera puede recibir a su invitada, lo entiendo, me marcharé.
El mayordomo palideció.
—E-Espere, él ya estará de camino hacia aquí.
En dos minutos, tenía a Ares escaneándome de pies a cabeza, haciendo un esfuerzo descomunal por centrarse en mis ojos.
ESTÁS LEYENDO
La Villana Merece un Final Feliz.
Fantastik¡A la basura el amor y los sentimientos! Si me traicionan no tengo por qué perdonar a nadie. ¿Qué soy? ¿Un Dios que perdonará todos los pecados? Un día desperté en el cuerpo de la villana de la última novela que leí. Soy la hija de un duque, tengo b...