Abrí mis ojos, lo primero que observé fue un techo desconocido. Recordé lo que había pasado, mi llegada al castillo… la muerte de Emily… Jennox… Me senté rápidamente, mi cabeza dolía y palpitaba. Me hallaba en una habitación, demasiado lujosa y grande como para ser la de una persona cualquiera. La persona que estaba sentada en el sofá me lo confirmó: estaba en los aposentos de Jennox.
Chequeé mi ropa. Me habían quitado el vestido prestado por una de las criadas, ahora llevaba un delgado camisón, muy sensual para mi gusto. Afuera casi había anochecido, he de suponer que llevo horas desmayada. El golpe en la cabeza fue atendido correctamente, pero no por un mago, sino por un médico normal.
Jennox se puso de pie y acercó su figura a mí. Decidí sostenerle la mirada, aunque recibiera mil golpes por hacerlo. Me negaba a ceder ante él. Eso era lo que buscaba y no era lo que le daría.
—¿Te gusta el vestido?
—¿El que me pusiste para intentar quitármelo? No —respondí sin miedo.
Jennox sacudió la cabeza.
—No te conviene responderme así.
—No te conviene intentar asustarme. No lo lograrás.
Hace unos instantes perdí el miedo hacia ti. Lo único que podría asustarme sería que mataras a alguien importante para mí, y no conoces quiénes son.
Jennox esbozó su macabra sonrisa y tomó un mechón de mi cabello para llevarlo a su nariz. Lo apartó casi al instante y me agarró de la cara con brusquedad.
—No creas que no te mataré si me hablas así.
Sonreí con suficiencia.
—No me matarás —aseguré.
Enarcó una ceja.
—¿Qué te hace pensarlo?
La razón por la que no has ordenado usar la piedra portal para atacar el reino del sol, y en lugar de eso has pedido que eliminen a Sol. Cuando Jennox tiene un objetivo, se apega a él e ignora los beneficios que pueda causarle lo demás. Es como un niño.
—Porque si me matas ahora, significa que aceptas no poder doblegarme.
Mi cabeza volvió a palpitar con la sonora bofetada que me propinó.
—No te hagas la inteligente, te mataré.
—¿Es lo único que dirás? —seguí sonriendo—. Patético.
Su mandíbula se tensó y noté las venas que marcaron su frente.
Estaba jugando con fuego, lo sabía; pero la cuestión es que en este momento no me importa quemarme.
Un acto casi suicida, lo sé, pero no permitiré que Jennox salga victorioso.
—Tienes razón, existen mejores maneras de hacer sufrir a alguien —miró mi cuerpo con deseo.
Esperaba que no notara que mis manos empezaron a temblar.
—Me das asco —solté, asustada por lo que haría, no por él—; pero te advierto que, ni siquiera con tus sucios juegos podrás someterme, Jennox.
Chasqueó la lengua.
Retrocedí cuando vi su intención de acercarse más.
Y entonces abrieron la puerta.
Le agradecí con el alma a la persona que apareció. No sabía quién era, puede que un enemigo más, pero mi corazón solo pudo latir con alivio al saber que, por la manera de entrar, la noticia era tan urgente que necesitaría la presencia del rey.
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La Villana Merece un Final Feliz.
Fantasi¡A la basura el amor y los sentimientos! Si me traicionan no tengo por qué perdonar a nadie. ¿Qué soy? ¿Un Dios que perdonará todos los pecados? Un día desperté en el cuerpo de la villana de la última novela que leí. Soy la hija de un duque, tengo b...