Ares Reinhard:
Snow seguía corriendo. Me aseguré de emplear mi capacidad de seguir rastros para ubicar a Melissa. Pude sentir su presencia. Oía los calmados latidos de su corazón, percibía la seguridad de su alma, sentía su deseo de que todo terminara de una vez.
El lobo de las nieves se detuvo en una gigantesca puerta. Dio pequeños espasmos, estaba temblando, lo que había detrás era demasiado para él.
Me bajé de Snow y lo acaricié. Se disculpó con la mirada, tal vez regañándose por no poder ayudar más.
—Has hecho un buen trabajo, amigo —me limité a sonreír—. Esto déjamelo a mí.
Sin pensarlo mucho, tomé la aldaba y abrí la puerta. Un vestíbulo me dio la bienvenida. Reconocí otra puerta al otro lado de la habitación, era la que me llevaría a la sala del trono, donde Jennox y Melissa se encontraban.
Di un paso.
Un hombre apareció de repente. Se ubicó justo delante de la puerta, indicándome que no me dejaría entrar.
Me sorprendió con una cordial reverencia.
—Bienvenido, Majestad —era un hombre ya entrado en años, con el cabello canoso, un distinguido bigote y barba, y una vestimenta de mayordomo. No era un sirviente cualquiera, era un mago poderoso. Tal vez un consejero—. Lo esperaba.
Señaló una mesa bien acomodada, con dulces y juegos de té.
—¿Desea acompañarme? —pidió con notable amabilidad.
—No creo que sea lo mejor —no bajé la guardia—. En lugar de eso, ¿por qué no me permite entrar?
Puso su mano en su barbilla, pensándolo.
—No lo haré —decidió, finalmente.
—Es una lástima entonces, porque no me gusta matar ancianos.
Desenvainé mi espada. El filo de mi arma tenía raíces negras que salían desde la empuñadura.
—Solo mire eso —señaló la espada—, usted está a punto de perder el control de la magia oscura. No puedo permitir que pase así.
Las luces de los candelabros explotaron gracias a mi magia, era un intento barato de intimidarlo.
—El destino dice que usted asesinará al rey, pero yo lo creo capaz de cambiar ese destino.
—No entiendo qué dices.
Cerró los ojos, dejando escapar un suspiro.
—Usted puede poseer la magia oscura y dominarla, como archimago, puede hacer cualquier cosa, pero si se permite caer en la oscuridad, solo terminará arrepentido.
El candelabro cayó justo encima del viejo.
—¿Adónde fuiste? Sé que sigues vivo —lo busqué con la mirada.
El anciano estaba sentado en una silla, bebiendo té.
—No permitiré que pase hasta que vuelva el rey Ares Reinhard.
—Te aseguro que soy yo.
—No lo es —aseguró, dándole un bocado a un panecillo—. Si entra, estará tan enfrascado en eliminar a Jennox, que permitirá que asesine a Melissa.
—¡No te atrevas a pronunciar su nombre! —la taza que bebía explotó, pero él se mantuvo impasible.
—No hay nada como el amor joven —musitó—. Yo también lo viví, es estupendo. Majestad, ¿está dispuesto a dejar ir a su amada para eliminar a su enemigo?
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La Villana Merece un Final Feliz.
Fantasy¡A la basura el amor y los sentimientos! Si me traicionan no tengo por qué perdonar a nadie. ¿Qué soy? ¿Un Dios que perdonará todos los pecados? Un día desperté en el cuerpo de la villana de la última novela que leí. Soy la hija de un duque, tengo b...