Ares Reinhard:
Cuando el carruaje nos dejó al conde y a mí en la residencia Hayden, los nervios me invadieron. Vería a la señorita Sol luego de mucho tiempo, y no sería como me gustaría, pero estaba claro que tarde o temprano debía ser capaz de dejar ir mis sentimientos hacia ella. Fue un poco difícil convencer a Leonardo, pero ambos llegamos a la conclusión de que lo mejor era venir a esta boda.
Los sirvientes nos dieron la bienvenida y varios nobles se sorprendieron por mi presencia. Para nadie resultó un secreto que mantuve una especie de relación con la señorita Sol. Por las caras preocupadas de los nobles, me percaté que sospechaban que yo haría algún tipo de escándalo. Lo cual sería divertido si yo fuera otro tipo de hombre.
Las parejas bailaban, pero mis ojos estaban puestos sobre aquella dama que, en más de una ocasión, me sacó incontables suspiros. Sol bailaba con su padre; ese vestido blanco la hacía parecer un ángel, no muy lejos estaba Carlos, manteniendo un baile con lady Lilian, pero de vez en cuando le dedicaba una que otra miradita a su esposa, y esta le correspondía.
Se quieren…
Eso es evidente, ellos dos se adoran.
Cuanta envidia siento. Pero, es un tipo diferente de celos, me gustaría que me hubiera mirado de esa misma forma… no, me corrijo, me gustaría que alguien me mirara de esa misma forma.
—Ella está preciosa —oí decir al conde a mi lado.
—Ahora mismo ignoro cualquier tipo de maravilla en su aspecto —admití—, solo puedo centrarme en cómo brillan sus ojos y la manera de ensancharse su sonrisa al mirar a su esposo.
Ella es feliz, eso está más que claro.
—Esto es suficiente —el conde Leonardo se dio la vuelta.
—¿Piensa irse ya?
—He visto lo que debía ver, necesitaba poner los pies en la tierra para darme cuenta de la verdad. En este juego del amor, he perdido. Y renuncio a jugar otra partida con esa dama.
Se retiró sin decir nada más.
Yo aún no quería irme. Seguía sin poder. Todavía había una cosa que tenía que preguntarle, y no me iría hasta saberlo…
Esperaré a que el baile culmine y entonces…
Tropecé con mis propios pies, casi pierdo el equilibrio, pero no caí al suelo. Los nobles a mi alrededor me asaltaron —luego de una reverencia— llenándome de preguntas acerca de si estaba bien o no.
Pero yo seguía con mis ojos en ella:
Se había recogido ese cabello oscuro y rizado en un moño elegante, había limpiado su rostro y pude apreciar con más claridad esos ojos grises; el vestido tan ajustado resaltaba su busto; mantenía una postura firme, digna de una persona de la nobleza. Por no hablar de esos labios llenos de la crema del pastel.
—¿Señorita Melissa? —no podía ser ella, ¿o sí?
Miró en mi dirección con desconcierto. Parecía una ardilla con las mejillas infladas por la cantidad monumental de dulces que se echó a la boca. Seguía ensuciada con crema batida, una imagen que provocó asco y comentarios inapropiados en los nobles detrás de mí, pero a mí me pareció divertido.
Aunque estaba tan centrado en lo diferente que se veía como para reírme.
—No esperaba verla aquí —en realidad, no esperaba verla jamás. No pude evitar sentirme aliviado por tener otra oportunidad de hablar con ella—. ¿Conoce a los Hayden?
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La Villana Merece un Final Feliz.
Fantastik¡A la basura el amor y los sentimientos! Si me traicionan no tengo por qué perdonar a nadie. ¿Qué soy? ¿Un Dios que perdonará todos los pecados? Un día desperté en el cuerpo de la villana de la última novela que leí. Soy la hija de un duque, tengo b...