18- Última noche.

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Se hubo formado un silencio incómodo cuando ambos arribamos al carruaje. El rey Ares no despegaba la mirada de mí, ni siquiera se molestaba en disimularlo. Cada vez que me dedicaba a mirarlo, lo pillaba haciendo lo mismo. Me aclaré la garganta.

—¿Podría dejar de mirarme?

Ares no respondió, en lugar de eso esbozó una sonrisa perversa.

Tan perversa que me provocó escalofríos.

Decidí mirar por la ventana durante el resto del viaje.

No demoramos mucho en llegar a la residencia de lady Ashton. Estaba todo iluminado por las luces, y la música se oía desde nuestros lugares. Ares bajó primero, otorgándome su mano para ayudarme a bajar a mí. Me negué a recibirla, si lo tocaba nuevamente terminaría lanzándome a su boca para hacer cosas no aptas para menores y por las que seríamos llevados a prisión.

El rey extendió su brazo para que yo lo tomara, pero quise abstenerme.

No podía tocarlo.

—¿Qué pasa? —teniendo en cuenta el tono de su voz, él sabía perfectamente lo que me pasaba. El muy cabrón disfrutaba poniéndome nerviosa—. ¿Me besa y ahora no quiere ir del brazo conmigo? Me duele.

Di un respingo al sentir su mano apretando la mía.

—Ir de manos es menos apropiado, haríamos todo un escándalo.

Solo lo hace para arruinar el baile, no es como si él quisiera tomarme de la mano.

¿Él podrá sentir mi pulso tan agitado?

Ares y yo entramos al baile con mucha seguridad. Las miradas de los nobles, las críticas dolorosas con respecto a mi vestimenta e incluso las burlas me parecieron insignificantes. Yo solo tenía ojos para el rey sádico que me reconfortaba con el calor de su mano.

Ni siquiera me molesté en verle la cara a los anfitriones. En el momento en que Ares me guio hasta el centro de la pista de baile, mis ojos no se despegaron de los suyos. Colocó su mano en mi cintura, manteniendo una extraña gentileza en sus movimientos.

No voy a mentir, bailar con él no fue como flotar entre las nubes, claro que no; mis pies sentían la dureza de mis tacones. Tampoco fue como si estuviéramos los dos solos en el gran salón, porque hasta yo, con mi ensimismamiento, era consciente de las cuchillas venenosas de miradas que nos lanzaban. Estábamos en un salón de baile, lleno de personas hipócritas y egoístas, pisando un suelo de mármol, cada uno con vidas completamente diferentes… y manteniendo nuestra total atención a los ojos del otro.

El rojizo en el iris de Ares parecía adivinar todo de mí, desde mis más adorables gustos hasta la más oscura de mis aspiraciones. Estábamos tan cerca que pude sentir su respiración pausada, y estaba clara de que la mía permanecía igual. Ya no estaba nerviosa, me hallaba tranquila, pero impaciente y ansiosa.

Y estaba completamente segura de lo que sentía.

Lo quería. Quería a Ares Reinhard.

—Ares —susurré sin separar nuestras miradas.

—Melissa —él elevó sus comisuras hacia arriba.

El baile concluyó. Por primera vez desde que practico bailes de salón, me pasé toda la danza sin conversar con mi compañero. Ares no alejó nuestros dedos entrelazados. Lo miré de soslayo, él tenía la vista pendiente en nuestras manos, subió lentamente su iris hasta detenerse otra vez en mis ojos.

Él también estaba ansioso. Ansioso y determinado.

—Mel…

—¡Rey Ares!

La Villana Merece un Final Feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora